El Secretario
El fuerte cruce entre la legisladora Verónica Mercado y el sacerdote Oscar Tapia, vuelve a poner sobre el tapete la eterna discusión de la educación privada en la Provincia, donde el Estado asume un rol de financista a gran escala, que convierte a los colegios en negocios de alta rentabilidad y escasos riesgos, naturaleza que lo distingue de cualquier otro emprendimiento; porque ante el menor inconveniente halla la red de contención del dinero público. De hecho, la educación privada no existe en Catamarca como tal, sino que es “educación pública de gestión privada”, es decir que el Estado asume los costos de toda la planta docente, define currículas y asume las mayores responsabilidades.
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La reacción de Mercado, que describió a Tapia como un “empresario”, añade al debate un elemento más, que es el de los colegios confesionales que trabajan bajo el control de la Iglesia Católica, una de las instituciones más favorecidas por todas las gestiones oficiales, a partir de un vínculo tan sólido como cuestionado. En los últimos años, esa relación de imprecisas fronteras entre las cuestiones de fe y los privilegios solventados con el Presupuesto gubernamental, sumó cada vez más objeciones, resumidas en el lema “Iglesia-Estado, asunto separado”. No sólo sectores anticlericales impulsan esa postura, sino también quienes profesan otros credos
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En los hechos nada se ha modificado. El trato que recibe la Iglesia Católica sigue siendo el mismo, en particular en Catamarca, donde su ascendencia social le otorga un poder real con el cual ningún Gobierno tuvo interés en confrontar. De ese modo, se exime de pago de servicios a instituciones eclesiásticas y se encaran para ellas obras millonarias con fondos estatales, además de brindarle asistencias constantes siempre que se lo solicite. Ante ese panorama, las quejas de Tapia difícilmente generen empatía en la comunidad, donde la pregunta recurrente es cuál es la contraprestación que justifique tamaños aportes. En todo caso, el cóctel de los designios celestiales y las terrenales cuestiones administrativas, resultan un trago que día a día se hace más incómodo de digerir.
El Esquiú.com