El Secretario

martes, 5 de julio de 2022 01:22
martes, 5 de julio de 2022 01:22

Militancia enojada

La designación oficial de María Castillo en la función pública caló como una daga en el corazón de la militancia peronista, que no alcanza a comprender la lógica de un gobierno que abre las puertas a quienes fueron verdugos del PJ durante dos décadas. No se trata de una cuestión personal contra ella, ni tampoco al aliento de una suerte de vendetta que no resultaría sana para nadie, pero al mismo tiempo es entendible el sentir de quienes padecieron en carne propia despidos y persecuciones a lo largo de veinte interminables años, y ahora ven el privilegiado ascenso de aquellos que digitaron sus penurias.

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María es la hija de Oscar Castillo y nieta de Arnoldo Castillo, artífices de un episodio político en el cual el justicialismo fue desplazado del poder y no precisamente con armas limpias, sino a través de la promoción de un escándalo mediático-judicial donde tuvieron la cuestionable habilidad de sacar enorme rédito del dolor de un pueblo. En esa etapa, trabajadores peronistas fueron sometidos a toda clase de atropellos, siendo denigrados y despedidos de Administración Pública, casos que se cuentan por miles y ocasionaron verdaderos dramas familiares. Se causó un enorme daño a personas que fueron desplazadas de sus puestos laborales sin más motivo que su identificación con el PJ.

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Con el peronismo en el poder, que los grandes beneficiarios de aquel desastre sigan sentándose a la mesa de los privilegios, mientras verdaderos peronistas continúan postergados, es un despropósito imposible de ocultar. En este punto, la “Petu” y su suerte personal quedan en segundo plano, ante el comportamiento de un gobierno que, con estas decisiones, parece fallarle a las más genuinas bases de su poder. Todos tendrán sus razones, pero el enojo es una realidad, y doble falta de las autoridades se advertiría si, además de generar tamaño malestar, eligen ignorarlo.
El Esquiú.com

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