Apuntes del Secretario

miércoles, 6 de marzo de 2024 00:23
miércoles, 6 de marzo de 2024 00:23

¿Habrá un nuevo pacto?

Este viernes se hará la reunión preliminar hacia el Pacto de Mayo, la propuesta formalizada por el presidente Javier Milei en su discurso ante la Asamblea Legislativa. Para el primer encuentro, que será en unas 48 horas, curiosamente no está confirmada la presencia del propio Milei, quien para asistir espera primero saber si logra una asistencia interesante de gobernadores. No deja de ser extraño que, en un país asfixiado por la crisis y las urgencias de la población, el anuncio más destacado del jefe de Estado haya sido llamar a una reunión para dentro de tres meses. Pero así fue, el resto de su discurso fue el disco rayado con slogans y la ensalada de datos reales e inventados que repite desde la campaña. Con su personalidad de rasgos mesiánicos, Milei ama todo lo que sugiera que toma decisiones históricas y fundacionales, y así como bautizó pomposamente a su proyecto de Ley Ómnibus “Ley de Bases y Puntos de partida para la libertad de los argentinos”, parrafaseando a Alberdi; ahora para juntar a los mismos mandatarios provinciales que insultaba la semana pasada, impulsa este “Pacto de Mayo”. No obstante las dudas, adhesiones y rechazos que despierta el llamado, Argentina tiene un largo historial de pactos, aunque de distinta naturaleza y calibre.

 

Los Pactos de Mayo

Los verdaderos Pactos de Mayo cuyo nombre se calca ahora, refieren al Tratado de Equivalencia Naval, Paz y Amistad, un acuerdo internacional firmado entre Argentina y Chile en 1902 para detener la carrera armamentista naval de los países hermanados por la Cordillera. Fue suscripto el 28 de mayo de 1902 en Santiago de Chile por el ministro plenipotenciario argentino José Antonio Terry y por el canciller chileno José Francisco Vergara Donoso, durante las presidencias de Julio Argentino Roca y Germán Riesco, con el objetivo de poner fin al conflicto de límites y consolidar la amistad entre ambos países. Amistad que, dicho sea de paso, se rompió a fines de los ‘70 y nos dejó otra vez al borde de una guerra.

 

Muchísimos pactos

Pero Argentina creció a base de pactos, tanto es así que con sólo leer el Preámbulo de la Constitución Nacional  se verá que se destacan los “Pactos Preexistentes”, esos acuerdos que fueron firmados entre las provincias entre finales de 1820 y antes de 1853. Entre ellos el Tratado del Pilar; el Tratado de Benegas; el Tratado del Cuadrilátero; el Pacto Federal; el Protocolo de Palermo y el Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos. Todos, y cada uno en su tiempo, tuvieron un denominador común: promover la forma federal de gobierno, promover la realización de una convención constituyente cuando la paz y la tranquilidad de los pueblos lo permita y reafirmar la misma nacionalidad Argentina. Hubo después otros pactos específicos, como el Pacto Roca-Runciman fue un acuerdo de comercio internacional celebrado el 1 de mayo de 1933 entre la República Argentina y el entonces Imperio Británico, que tuvo como fin establecer nuevas condiciones para que la Argentina pudiera seguir exportando carne vacuna hacia Reino Unido. Conflictos más o menos sangrientos, pulseadas comerciales y otras cuestiones también se resolvieron con pactos.

 

El último gran pacto

En el plano estrictamente político, el pacto a gran escala más reciente fue el Pacto de Olivos. Se trata del acuerdo firmado entre la Unión Cívica Radical, representada por Raúl Alfonsín, y el Partido Justicialista, representado por Carlos Menem en 1993, en el que los dos principales partidos argentinos se comprometían a impulsar una reforma constitucional y votar en la asamblea constituyente a favor de un “Núcleo de Coincidencias Básicas” establecidas en el acuerdo. Ese pacto fue el antecedente directo de la reforma de la Constitución de 1994 (la última de las seis realizadas desde 1853). Permitió cambiar de un período de seis años de presidencia sin la posibilidad de una reelección consecutiva a un período de cuatro años de presidencia con una reelección consecutiva posible, lo que permitió a Carlos Menem presentarse y conseguir la reelección en 1995. Menem había convocado en 1993 a una consulta popular no vinculante para que la ciudadanía se expresase respecto a la reforma constitucional. Las encuestas indicaban que una amplia mayoría apoyaría la reforma. En ese momento la UCR no logró establecer una posición unificada. Mientras Alfonsín y De la Rúa se oponían a la reforma constitucional, Eduardo Angeloz -candidato presidencial en 1989- sostenía la abstención, mientras que los gobernadores Carlos Maestro y Horacio Massaccesi, se habían pronunciado a favor de realizar el plebiscito. En un contexto de indefinición partidaria y riesgo inminente de fractura del radicalismo, Alfonsín tomó la decisión de buscar el acuerdo con el presidente Carlos Menem.

 

El ejemplo español

Quizás el caso más emblemático de un pacto interno, que se utiliza siempre como ejemplo porque fue un éxito, se dio en España poco después de la muerte del dictador Francisco Franco, el Generalísimo, cuando el país intentaba recuperar la institucionalidad pero había todavía una resistencia fuerte y heridas aun sangrantes (no se debe olvidar que el proceso incluyó una guerra civil y una dictadura de 40 años). Ello se superó con el Pacto de la Moncloa (formalmente fueron dos, denominados Acuerdo sobre el programa de saneamiento y reforma de la economía y Acuerdo sobre el programa de actuación jurídica y política), firmados en el Palacio de la Moncloa: allí participaron los principales partidos políticos con representación parlamentaria en el Congreso de los Diputados, asociaciones empresariales y el sindicato Comisiones Obreras (excepto algunas secciones) y el rechazo de la Unión General de Trabajadores (que finalmente lo firmaría) y de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), con el objetivo de procurar la estabilización del proceso de transición al sistema democrático, así como adoptar una política económica que contuviera la gran inflación que alcanzaba el 26 por ciento.

 

El Pacto de Milei

¿Milei está dispuesto a abrir el diálogo o sólo mete presión para conseguir sus leyes, como dijo Axel Kicillof? La desconfianza no es solo peronista. El presidente de la UCR, Martín Lousteau, señaló que “Milei no quiere Estado. Hoy veo humo, show, pero la agenda real no la veo e inventa su versión de los hechos. La pregunta es cómo entiende Milei el acuerdo porque la Argentina es imposible que salga de donde está sin acuerdos: él presentó un decálogo, pero la pregunta es si son puntos debatibles. En el tono de Milei, no parece que sea un acuerdo para debatirse. En cambio, el Pacto de la Moncloa fue una cesión de todas las partes. Tenemos que ver si es un acuerdo de diálogo de verdad o una imposición”, analizó Lousteau. El viernes empezaremos a conocer las respuestas.

 

El Esquiú.com

Comentarios

Otras Noticias