Incómoda. Así es la posición en la que quedó el intendente capitalino Ricardo Gaspar Guzmán en este escenario preelectoral, donde las definiciones deben resolverse contrarreloj porque la hora de la verdad está a la vuelta de la esquina y ya no hay margen para negociaciones extensas. La previsible demostración de apoyo celeste que recibió el jefe comunal excedió los personalismos, aún cuando la figura de Guzmán quedó en el centro de la escena, precisamente porque de la desdicha del intendente, el sector quiere obtener el mayor rédito posible. Vender cara la derrota, puede decirse con escasa probabilidad de error.
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La situación puede plantearse en diferentes términos, más o menos agradables, pero hay una realidad concreta que nadie definió mejor que un cercano colaborador del intendente: “Cuando Brizuela dijo que iba por un tercer mandato se nos cayó la estantería”. No era para menos. Hace tiempo que Guzmán viene trabajando políticamente con la mira puesta en este 2011, y no precisamente para pasar otros cuatro años en las oficinas de calle Sarmiento, que ocupa desde hace ocho. Todas las cartas de navegación indicaban que este era el momento para desembarcar en Casa de Gobierno, y ninguna otra oferta puede dejar satisfecho al hombre que apuntaba a ese objetivo.
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Es impensable que el Gobernador se baje de la re-re, porque todo el oficialismo coincide en señalarlo como lo mejor que puede ofrecer el Frente Cívico. Y de allí para abajo, ninguna silla puede dejar contento a Guzmán. Los celestes no quieren ver al intendente encolumnarse como vicegobernador (dos radicales en la fórmula anulan la imagen de pluralidad que se quiere mostrar), y mucho menos quieren otro mandato en la municipalidad. Las cartas están sobre la mesa y los celestes hicieron su apuesta, con la certeza de que reclamar el premio mayor los dejará mejor ubicados al momento de reclamar. Aunque las decisiones finales conduzcan necesariamente a la desazón de Guzmán.