Desde la bancada periodística

Una grieta que se agranda en la UCR provincial

sábado, 20 de octubre de 2018 00:00
sábado, 20 de octubre de 2018 00:00

Lo dijimos en innumerables oportunidades. Hoy tenemos que ratificarlo. La interna radical que debía llevarse a cabo el 2 de junio del presente año y que, en virtual lucha de tahúres, terminó en fracaso estrepitoso, a la larga o a la corta, iba a tener remezones, todos negativos para el partido de oposición que, desde 1991 y hasta 2011 inclusive, supo gobernar la provincia y saborear las mieles del poder.
Cuando hay trampas, y el 2 de junio fue esencialmente eso, hay que esperar consecuencias no deseadas. Es que conseguir legitimidad con un tercio del Partido adentro y dos tercios afuera, es cuestecilla bien empinada.
La diáspora nació con el proceso electoral. El castillismo y algunos aliados circunstanciales –el actual presidente, Alejandro Páez, y el sector que orientan Juana Fernández y Roberto Gómez- llevaron las negociaciones de unidad hasta la hora del vencimiento de los plazos y, cuando ya no había margen para armar lista de 11 departamentos, dejó a sus adversarios (Horacio Pernasetti, Eduardo Brizuela del Moral, Ricardo Guzmán, Augusto César Acuña, etc) ante la disyuntiva de cometer errores formales demasiado groseros.
La Junta Electoral, con un claro sesgo oficialista, hizo el resto. Consagró a la lista que proponía a Páez como presidente del comité provincial y a Roberto Gómez en su similar capitalino. Bastó un plumazo, antes que la expresión de los afiliados, para consagrar autoridades hasta 2020.
Las recusaciones ante la Justicia fueron trámite ocioso. Lo que no arreglaron y, en verdad, no quisieron arreglar los propios radicales (con una prórroga alcanzaba para enmendar las improlijidades), no lo iba a solucionar un juez o un tribunal nacional.

Un chispazo de provocación

Hace dos sábados, en el mediodía chacarero, se reunieron los integrantes de la línea celeste y el gran estratega del “2 de junio”, el senador nacional Oscar Castillo, rompió un silencio que sabe utilizar como pocos políticos lo hacen.
Nada había dicho de “la interna que no fue” aunque, detrás de bambalinas, la haya dirigido centímetro a centímetro. Esperó, pacientemente, cerca de cuatro meses para humillar a quienes osaron discutirle la pertenencia de la UCR, a esta altura de los acontecimientos lo más parecido a un bien de familia.
Señaló, con tono enfervorizado, que el grupo de Brizuela del Moral hizo lo que hizo “porque sabía que perdía la interna”. Más contundente: acusó que tenían miedo.
Nadie que conozca a Castillo podría avalar sus dichos, pero los acostumbra a expresar en “modo abstracto”. Lo reporta su legajo histórico. Fue él quien vació, durante décadas, los procesos internos y siempre enarboló la necesidad de una lista única que le permitiera, directa o indirectamente, gobernar la UCR. Y en materia de suspender elecciones, estuvo a su cargo la jugada maestra de frustrar el 2 de marzo de 2003 cuando, seguro, Luis Barrionuevo le iba a quitar la gobernación que, finalmente, cayó en manos de Brizuela del Moral.

La verdad de Pernasetti

El chispazo de la provocación, más temprano que tarde, tuvo efectiva y contundente respuesta.
Alumbró después de una convención que no dio lugar a ningún debate. Menos a revisar el proceso interno y tampoco a considerar impugnaciones de un afiliado que, por poco, no termina sopapeado. Por ello surgió la voz de un peso pesado del radicalismo como Horacio Pernasetti, que tiene méritos y trayectoria como para hacerse escuchar.
Su respuesta a Alejandro Páez que, días antes, había augurado un futuro de unidad y tirado expresiones como “nosotros vamos a dar las garantías de que el partido radical abra las puertas y permita que todos compitan”, impactó de lleno en la falta de legitimidad que tiene la conducción consagrada por una Junta Electoral y no por el voto de los afiliados, eternos convidados de piedra para intervenir en la conformación de los órganos de decisión.

“Primero hay que arreglar el Partido”

El exdiputado nacional, exauditor de la Nación, exconcejal de Capital y expresidente de la UCR, lejos de avalar la aparente perorata de Páez, fue a cuestiones cruciales que se relacionan con el presente y el pasado.
Dijo por ejemplo “primero hay que arreglar el partido y después pensar en candidatos”, para lo cual enumeró que en varios departamentos (La Paz, Ambato, Santa María y Paclin) no hay autoridades formales y no tienen convencionales, con lo cual algunos actos pueden estar viciados de nulidad.
Tras pedir una autocrítica sincera, Pernasetti aceptó como loable los cantos de unidad del presidente del comité provincia, pero los desnaturalizó por falta de hechos concretos. “Lo malo es que (a Páez) lo vengo escuchando desde que asumió, pero en los hechos no se avanzó en nada”, indicó. La diputada Fernández le replicó. Para ella si hay avances. Empero, no se los nota.
Finalmente aludió Pernasetti a la incorporación de Raúl Jalil como eventual candidato del castillismo y de la alianza Cambiemos. “No es problema nuestro, sino del gobierno provincial porque Jalil pertenece a ellos y, que yo sepa, milita en el peronismo”, señaló sin cortapisas quien, como “prenda de unidad”, pretendía el 2 de junio convertirse en presidente de la UCR. 
Las respuestas, dado lo que representa Pernasetti dentro de la historia de la UCR, no se hicieron esperar. Desde el comité provincia, mediante un comunicado, se aseveró que el hombre “pretende distorsionar el trabajo de la UCR” y que, por su falta de presencia en la provincia, desconoce que el partido funciona a pleno y que sus intenciones, únicamente, responden a la pretensión de hacer daño. “No construye”, fue el remate de un insípido parte de prensa que no analiza lo que verdaderamente planteó Pernasetti y que, claramente, son cuestiones de fondo, no generalidades con las que se pretende tapar una cruda realidad.
El ida y vuelta de esta semana, prácticamente a meses de las elecciones provinciales, confirma varias cosas. En primer lugar, la grieta que provocó el 2 junio. Lejos de cerrarse, se profundiza de la manera más peligrosa. Los sectores en pugna no tienen un solo punto de coincidencia y se encaminan a una sórdida lucha por las precandidaturas, con un agravante que pocos visualizan. Si no hay PASO (la idea de suspenderlas sigue vigente), el centenario partido podría ir con listas separadas a la batalla electoral que se aproxima. Una hipótesis impensada en la cooperativa de ayuda mutua –no de amor- que supieron formar Oscar Castillo y Eduardo Brizuela del Moral por más de tres décadas. El primero de ellos, aunque sea con un sector minoritario, cuenta con las llaves de la UCR. Su aliado de tiempos idos los votos, los que tendría que revalidar para taparle la boca a quien le endilgó haber escapado de la última interna por los cargos partidarios.
La grieta, como dice el título, se ensancha o profundiza. En el medio, de un lado y del otro, existe una dirigencia gastada y sin chances de aplicar el axioma cristiano “el que esté libre de pecados, que tire la primera piedra”.

El Esquiú
 

21%
Satisfacción
17%
Esperanza
39%
Bronca
17%
Tristeza
0%
Incertidumbre
4%
Indiferencia

Comentarios