Las modificaciones resueltas en el tránsito capitalino, que a partir de la próxima semana alterarán en el microcentro el recorrido de 25 líneas de transporte urbano e interurbano, son una medida acertada para la protección del Convento de San Francisco.
Un monumento tan caro a los afectos de la comunidad catamarqueña, cuyo significado histórico, patrimonial, arquitectónico, turístico y religioso es invaluable, admite que se realice un esfuerzo para protegerlo, incluso en este caso, cuando se cambia un tramo del recorrido que 60.000 personas realizan diariamente con el transporte público de pasajeros.
Pero la medida no reparará el Convento ni ayudará a conservarlo: sólo detendrá el deterioro que le produce la cercanía del tránsito pesado.
Vale la decisión de alejar los colectivos del templo, entonces, sólo como un primer paso, ya que para que el trabajo adquiera sentido deberá completarse con una restauración plena, tarea que hace décadas no se realiza y derivó en el lamentable estado que actualmente presenta el lugar.
No pueden, en esta instancia, interponerse las jurisdicciones como excusa para la inacción: habrá que gestionar y reclamar ante quien corresponda para que el Convento, que es un monumento nacional, reciba la atención que se merece. Y cuando se habla de atención se hace referencia a la inversión necesaria para recuperar la histórica construcción de los franciscanos, antes de que sea demasiado tarde.