Este día en que las celebraciones estudiantiles y los aires primaverales alteran por completo el ritmo de cada ciudad, suelen aparecer comentarios de toda clase relacionados con la juventud.
Desde las condescendientes miradas de quienes todo lo comprenden por aquello de “quién no ha sido joven” hasta el grandilocuente y remanido mensaje de que “la juventud es el futuro”, no sin olvidar la pesimista y siempre vigente sentencia de que “la juventud está perdida”.
Son frases que resumen los pensamientos más recurrentes de la sociedad, y que lamentablemente comparten en su esencia la desvalorización de la capacidad juvenil.
Relacionados con la diversión, el descontrol o la irresponsabilidad, los jóvenes no logran ser tratados como lo que son: integrantes activos y pensantes de una comunidad que no acepta darles un lugar mejor.
Porque cuando se habla de los jóvenes como pilares del futuro, se sostiene sutilmente que su tiempo no llegó, y no son parte a tener cuenta en las problemáticas serias de nuestra realidad.
Se dirá aquí que tienen los jóvenes todo el crédito, porque si fallan en alguna conducta es todavía, en parte, por responsabilidad de los adultos que no les dieron la debida contención.
Cuando exista voluntad de escucharlos y darles real participación, más de uno descubrirá que no son el futuro sino el presente. Y que tienen para ofrecer mucho más que la música y el revuelo típicos de una jornada festiva como la de hoy.