No ha caído bien en la ciudadanía y en ámbitos de la política la reacción corporativa de los médicos de la Maternidad que, a raíz de la muerte de un niño por nacer, reaccionaron contra el subsecretario Oscar “Kelo” Brizuela. Este último, al momento del desgraciado hecho, había declarado a El Esquiú.com que correspondía deslindar responsabilidades. Esto y pedirle compromiso a los profesionales generó una respuesta totalmente desproporcionada: peticionaron al tribunal deontológico del Colegio Médico que sancione a Brizuela y, además, amenazaron con renuncias en masa.

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Entre notas de reclamo, pedidos de castigo y teóricas renuncias, los médicos de la Maternidad se olvidaron del tema principal: la muerte del bebé y los detalles que rodearon a esa muerte. La mamá llegó al nosocomio con agudos dolores de parto y, desde allí, le dijeron que vuelva a los dos días. Cuando ocurrió tal cosa, sucedió lo que sucedió y nadie reparó en las advertencias de esta mamá que, anteriormente, había tenido un problema similar y, por lo tanto, era paciente de riesgo. De estas “menudencias”, que son las que realmente interesan, no dice nada la nota que elevaron al Colegio Médico. ¿Quién y cómo se puede reparar a una madre que ha vivido el peor de todos los acontecimientos como es la muerte de un hijo? ¿Tapando la historia o haciendo de cuenta que no ha pasado nada? ¿Acusando a quien, más allá de su condición de médico, hizo lo que correspondía?

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A raíz de la destemplada reacción de los médicos, debemos ratificar algo que El Esquiú.com supo decir en 2011 y que volvió a surgir por la queja reciente de los mismos médicos. El anterior gobierno, por cuestiones electorales, impuso la inauguración de la Maternidad “sin contar con el cumplimiento de las condiciones obstétricas y neonatales esenciales” y durante mucho tiempo, incluso hasta ahora, se realizan las guardias en un ámbito laboral no precisamente adecuado para la salud de los pacientes y los propios profesionales. ¡Atenti con esto!