Los dos temblores percibidos el miércoles último en Catamarca provocaron miedo particularmente en quienes viven en pisos altos. Y una vez más pusieron en evidencia que no estamos preparados para afrontar un sismo que comporte mayores riesgos. Hay construcciones cuyas escaleras pueden ser una trampa mortal en estas situaciones, los tendidos de cables de la ciudad constituyen una maraña insegura, edificios públicos no tienen un señalamiento claro y visible de los modos de evacuación de los locales, ni mantienen bien despejadas las salidas, y la prevención no está incorporada como pauta cultural de los catamarqueños. Cuando ocurren desastres, se habla de fatalidad; sin embargo, pueden evitarse si se toman las precauciones necesarias para mitigar los efectos de posibles peligros.
Cuando se cumplió el octavo aniversario del terremoto de 2004, en un acto público se proyectó el documental “8.53 AM”. El mismo refleja el impacto que tuvo en la comunidad aquel temblor a través de imágenes de los daños estructurales de edificios y de relatos de personas que vivieron aquellos momentos. En el acto de recordación se anunció que se realizaría la proyección de ese documental en todas las escuelas de la provincia para hacer tomar conciencia acerca de la importancia de adoptar medidas preventivas, principalmente por tratarse de una provincia considerada sísmica. El subdirector de Defensa Civil, Eduardo Galli, dijo en esa oportunidad: “Se avanzó mucho desde 2004 a la fecha, pero consideramos que se debe trabajar más porque entendemos que se deben efectuar entre 4 ó 5 simulacros al año en las escuelas”. Es de señalar que también son necesarios a nivel barrial y en todos los ámbitos de la provincia. En estos ensayos se debe tener presente que colapsan las comunicaciones telefónicas, se interrumpe el suministro de energía y el tránsito se vuelve un caos.
Es de esperar que apelando a la interdisciplinariedad, sectores públicos y privados trabajen en la prevención, para no tener que lamentarnos después.