Desde la bancada periodística

Sin gloria…y sin honor político

viernes, 4 de enero de 2013 00:00
viernes, 4 de enero de 2013 00:00

Durante mucho tiempo, largos años, la sociedad respaldó al exgobernador Brizuela del Moral. Lo benefició como a nadie nacido en esta tierra. Lo hizo rector de la UNCa., una y otra vez, cuando pocos lo conocían y ni siquiera era reconocido como docente notable. Después fue intendente de la Capital y tampoco había una historia de municipalismo que lo respaldara. Lo mismo lo votaron. Nada menos que tres veces. Finalmente, tras un fugaz paso por el Senado de la Nación, fue gobernador, lo que debe presuponerse como la máxima aspiración de cualquier ciudadano preocupado por su pueblo. Arrasó en cada una de las votaciones y cuando fue a la reelección ganó con mayor facilidad (le sacó nada menos que 35.000 votos de diferencia al dirigente gastronómico Luis Barrionuevo). Fueron, en síntesis, 26 años gloriosos para quien jamás había hechos alardes de superioridad, lo que tal vez fuera la condición que, hasta el cansancio, votaron los catamarqueños.
Esta racha victoriosa y sin parangón, cuando menos se esperaba, se cortó de manera abrupta en 2011. Fue cuando el múltiple funcionario cambió sus simples, tranquilos y nada ampulosos comportamientos por una agresividad hasta ese entonces desconocida. Expresiones de soberbia, como decir “habrá Frente Cívico por 20 años más” o “me tiene sin cuidado lo que piensen los peronistas”, se sumaron a su polémica postulación por un tercer mandato, la tentación que lo terminó llevando al abismo y al silencio.
Pero ese silencio se acaba de cortar y vuelve a mostrar al peor Brizuela del Moral. O sea el del 2011.

“Se está destruyendo la provincia”

Suponemos que en campaña -sino cómo se entiende-, aprovechó un acto de asunción de un dirigente de la juventud (Sebastián Vega) para fustigar al gobierno y lanzar exabruptos como éste de que “se está destruyendo la provincia”. Antes había dicho “me preocupa la situación, me preocupa la pobreza y el trabajo para la juventud”. A renglón seguido recordó que, durante su gestión, se devolvió el 82% a los jubilados catamarqueños, antes de vaticinar que en las elecciones de octubre, como paso previo a retomar el gobierno en 2015, triunfará el Frente Cívico.
La verdad que sus expresiones parecen venir de una galaxia desconocida. Y, como suponen muchos, se le vuelven en contra. De igual forma que el tono agresivo, casi humillante, que empleó con el peronismo en la campaña de 2011, al final de la cual llegó a decir que el resultado había sido un empate, aunque se haya perdido “únicamente” la gobernación y casi todas las intendencias. ¿Tanto le costó aceptar la derrota y felicitar enfáticamente a la mujer que lo superó en la consideración pública?
Mal Brizuela. Irremediablemente mal. Al otro día de sus recientes declaraciones, cuando menos, lo trataron de ridículo y resentido. Para peor eligió hablar en el departamento donde más duramente lo trataron. Es que por Valle Viejo “se le escapó el poder” que, posiblemente imaginó, iba a detentar hasta el final de sus días.
Un buen gobernante sabe, o debería saber, que no está exento de cometer errores y, en la política, los errores se pagan al contado. Brizuela los pagó, pero después de dos años, no reconoce ni una falencia de gestión.
Es como si continuara buscando la gloria que supuso estaba reservada exclusivamente para él. Pequeño detalle: omite pensar que toda gloria se sustenta en el honor, el cual aparece ausente en su extraviado discurso.

Pensamientos patéticos

Si el exmandatario asevera que el peronismo está destruyendo Catamarca y añade que su gestión fue brillante, debe suponer que una provincia se puede destruir en apenas 365 días, o sea la cuarta parte del mandato que ha cumplido su sucesora en el mando.
¿Qué despilfarro de dinero o acto de corrupción puede, en un año, destruir una provincia que está sólidamente organizada? ¿No será más lógico pensar que la provincia que dejó estaba al borde de la ruina?
Es una u otra cosa. Las dos no se concilian. Si una provincia está bien, o medianamente bien, ni aunque alguien expresamente se lo proponga puede destruirla en 12 meses.
“Me preocupa la pobreza y el trabajo para los jóvenes” fue otro de los célebres agregados del discurso de Valle Viejo. Aquí ya emerge un problema relacionado con la amnesia, impropia para un hombre que todavía es relativamente joven. ¿Acaso ha olvidado los índices de pobreza e indigencia, superiores a la actualidad, que dejó al momento del retiro?
Lo del “trabajo para los jóvenes” resulta tragicómico. En sus dos mandatos, cuando ingresaron a la provincia las mayores remesas dinerarias de los últimos 30 años, no creó un solo puesto de trabajo por fuera del Estado. Es más: en 8 años, hizo más de 20.000 nombramientos en la administración pública, 6.000 de los cuales los firmó una semana antes de entregar banda y bastón. ¿Esa fue su contribución a combatir el desempleo que tanto le preocupa hoy en día?
La referencia a los jubilados es aún más patética. Sin ponerse colorado, expresó que durante su gobierno le repusieron el 82% móvil a los pasivos. Se olvidó de señalar que el beneficio está escrito en la Constitución Provincial, para la cual no se utilizaron lapiceras suyas o de la propia UCR que, por orden de Oscar Castillo, no participó de la constituyente de 1988. En el mejor de los casos se devolvió el beneficio que se había perdido con la entrega de la Caja de Jubilaciones, graciosa cesión del castillismo al superministro menemista Domingo Cavallo. De estas cosas no habla Brizuela, pero sí lanza al voleo un logro que no tiene lustre.

Pérdida de privilegios

Sobre los disconformes con el gobierno, tema incluido en el relato de Brizuela del Moral, la respuesta más contundente vino de boca de la gobernadora. Dijo en el acto partidario del último domingo: “Los que están molestos son a los que les duele estar perdiendo privilegios”.
Sin agredir, ni mucho menos mentir, Lucía graficó la realidad incontrastable de una oposición que, para desgracia suya, se acostumbró demasiado a las mieles del poder. Tanto que le cuesta hacer la más mínima de las autocríticas y sigue hablando con una soberbia que no se corresponde con un partido que surgió del campo popular y tiene, como para remontar la adversidad circunstancial que le toca vivir, su historia de grandeza.
Brizuela del Moral, finalmente, pronosticó la victoria del Frente Cívico en octubre y la recuperación del gobierno en 2015.
La posibilidad de regresar a los triunfos radicales, por cierto, no puede descartarse. Hay base electoral en toda la provincia como para reforzar los sueños del retorno pero, estamos seguros, para conseguir ese objetivo hay que trabajar mucho, demasiado, el doble o triple de cuando pisaban las mullidas alfombras del poder. No alcanza con señalar las falencias y problemas que, efectivamente, pueda tener la gestión de la alianza peronista que triunfó en 2011.
El anhelo brizuelista, está claro, parte de un supuesto inexistente. El Frente Cívico y Social que dice que va a triunfar, hoy por hoy, no existe. Es apenas la UCR maltrecha, atomizada y atravesada por las disidencias internas.
Pensar en victorias, con este panorama, es francamente temerario. Mucho más si se está dispuesto a estructurar un discurso en base a falsedades. Para quienes gobernaron 20 años, aunque sea por el desgaste natural de ejercer cinco mandatos, resulta sumamente complicado hacer críticas sin caer en contradicciones, como ha ocurrido estos días con Brizuela del Moral. Peor si no aparece la autocrítica que reclaman los afiliados y la humildad que supo encumbrarlos en el poder.
La vieja frase del presidente norteamericano Abraham Lincoln: “Se puede engañar a parte del pueblo en todo el tiempo o en parte del tiempo a todo el pueblo, pero no se puede engañar a todo el pueblo en todo el tiempo”, después de escuchar o leer el discurso de Brizuela, cobra vigencia de preocupación en medio de las ansiedades radicales.
Si alguien quiere hablar o hacer campaña sin tener en cuenta lo que pasó en los últimos 20 años en Catamarca, corre el riesgo de recibir desagradables sorpresas. El pueblo es mucho más sabio de los que algunos creen.

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