La relación de la Provincia con el Banco de la Nación Argentina, desde su arranque, fue materia de discusión y controversia. A pesar de haber transcurrido más de una década de la desaparición del ex Banco de Catamarca (durante la gobernación de Oscar Castillo), las expectativas que se plantearon con el Nación, en su calidad de agente financiero, han sido totalmente defraudadas, y lo peor del caso es que los gobiernos no reclamaron una mejor atención para una de las dos provincias -la otra es Mendoza- donde la entidad nacional saca pingües ganancias. Baste decir que toda la plata de la Provincia -coparticipación, fondos minero y sojero, etc- permanece en sus arcas y la mayoría de la personas aporta a los depósitos generales, independientemente del pago mensual -superior a los $100.000- y otras gangas que convierten a la sucursal en un verdadero paraíso económico. ¿A cambio de qué? De un servicio que deja mucho que desear.

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Por empezar, los créditos que la institución otorga en Catamarca son absolutamente limitados y no se compadecen ni siquiera con la cantidad de depósitos que absorbe aquí. Por información fidedigna sabemos que se presta mucho más dinero en zonas de la pampa húmeda que en una provincia, como la nuestra, donde la entidad cumple las funciones de agente financiero. Pretender un crédito para la producción o un hipotecario, por otro lado, hoy en día es un albur. A un ciudadano común, con los sueldos que se pagan en el país, le resulta imposible acceder a ellos.

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Desde que la gobernadora firmó el decreto para combatir la usura, se dijo que la institución iba a colaborar con préstamos blandos, de montos pequeños, para de-sendeudar especialmente a los agentes públicos. Eso se ha cumplido parcialmente o no se ha cumplido y la usura sigue instalada en los niveles intermedios y bajos de la sociedad. Aparte de ejercer presión sobre los prestamistas, sería bueno que desde Economía se pida compensaciones de colaboración.