“En 1850 comenzó a funcionar en Catamarca un colegio de humanidades (…) Hubo necesidad de contar con un buen profesor de Filosofía y el gobernador –Manuel Navarro- que había estudiado en la Universidad de Chuquisaca, pensó que nadie mejor que Esquiú para dictar esa cátedra. (…) Esquiú enseñó con criterio renovador. (…) Proscribió el estudio de memoria y jamás hizo uso del castigo corporal para con los alumnos remisos, práctica recomendada por la pedagogía de la época”.
“Fidel Castro, que fue su alumno entonces y llegaría después a ser rector fundador del Colegio Nacional en 1865, ha dejado un testimonio muy elocuente sobre el interés que despertaban las clases de Esquiú a sus discípulos. «Era tal el contento que despertaba en sus alumnos –dice- que vencida la hora fijada por el reglamento, los discípulos le pedían con entusiasmo continuara por más tiempo, consumiéndose a veces la hora de recreo sin que nadie lo advirtiera…». “
“De momento, esas brillantes cualidades se desplegaban en el pequeño recinto de un aula; pronto tendría ocasión de manifestarlas a todo el país y someterse al juicio de los hombres más eminentes”.
Los párrafos anteriores se encuentran en el libro “Esquiú, Apóstol y Ciudadano” de Armando Raúl Bazán, obra que todo catamarqueño debería leer para conocer mejor a nuestro ilustre franciscano. “Tal vez ninguna otra personalidad del clero argentino haya suscitado un interés tan vasto de los historiadores, los juristas, los escritores y los poetas, como fray Mamerto Esquiú. No son pocas las razones que lo explican. Franciscano devoto, orador elocuente, profesor respetado, constituyente, obispo, legislador, consejero de gobierno, periodista, ha sido considerado como un ejemplo de virtud cívica y religiosa excepcional”, se consigna en la contratapa de ese libro.
En el 187º aniversario de su natalicio, propiciamos la lectura de estos textos que podrán ayudarnos a fortalecer valores espirituales y cívicos, homenajeando así a quien inspiró el nombre de nuestro diario.