La trágica muerte de Sergio “Chelo” Vega, ocurrida el pasado lunes por la noche, generó una lamentable caterva de comentarios que expresaban “alegría” por el desgraciado deceso. “Uno menos”, manifestaron en las redes sociales, en los comentarios de la nota publicada por El Esquiú.com, y en otros medios que luego se hicieron eco de la noticia. Tácitamente todos se manifestaban alegres por la desaparición física de una persona con antecedentes, como si con ello, llegara a sus vidas algún halo de tranquilidad.
Una expresión de alegría que debe generar repudio en una sociedad que se dice atemorizada por la inseguridad, pero que no espera más que sea el Estado el que elimine la delincuencia. Y aparentemente con el significado más literal, también eliminar a quienes delinquen, tomando por la vía más fácil. Muerto el perro se acabó la rabia.
Vega tenía “antecedentes” según los informes judiciales. Aunque esa noche, contrariamente a lo que informó desde distintos medios la Policía de la Provincia, no circulaba en una motocicleta robada, sino que era de su padre. Pero aun habiendo sido una motocicleta robada, el alegrarse por la muerte habla de una gran y triste miseria en la que está sumida gran parte de la sociedad. La más pura expresión del revanchismo, ya que ni siquiera conforma el bíblico ojo por ojo, diente por diente. Hay un sector de la sociedad, empujada por el discurso dominante de la inseguridad creciente, que sólo quiere ver ladrones en la cárcel. Y no ve que mientras la población carcelaria crece a pasos agigantados, nunca la inseguridad es menos. Es siempre creciente, y es siempre peor.
Es hora que generemos, como sociedad, otras alternativas para que quienes delinquen puedan ser resocializados y recuperados como personas útiles. Si la cárcel no recupera a estas personas, y es sólo la “escuela de delincuentes”, no sirve de nada. Sonará utópico, pero ojalá cuando alguien salga de la cárcel, podamos decir “uno más”.