El cónclave radical del pasado sábado, en Valle Viejo, dejó varias cosas en claro. Algunas de ellas fueron adelantadas por este secretario. Por ejemplo, que el senador nacional Oscar Castillo trabaja en el armado de una propuesta electoral que exceda al radicalismo y aliente posibilidades de vencer al gobierno provincial. Así, se entiende su expresión “debemos recrear nuestra potencialidades, armar un nuevo frente, un esquema nuevo” lo que, de fondo, pretende ser una réplica de lo que fue, hace 28 años, el Frente Cívico. En este marco, el principal extrapartidario que pretende sumar el castillismo es el intendente de la Capital, con quien habla seguido para delinear una alianza que lleve a Raúl Jalil a la gobernación.

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También un enfervorizado Oscar Castillo habló de unidad “a partir del diálogo y el reencuentro” de la UCR. Si la confirmación de “la alianza del triunfo” puede ser posible porque no solo Castillo y Jalil tratan de moldearla (también lo hacen varios intendentes y algunos empresarios), esto de “la unidad” es más vidrioso. Son muchos los radicales que no se bancan al castillismo y, menos todavía, que el jefe haya hecho fracasar la interna del 3 de junio y después hable de unidad. En todo caso, según las voces críticas, debió buscar antes ese objetivo, lo que a esta altura de los tiempos es una ingenuidad. Castillo no tiene votos ni fuerza para una interna pero, con triquiñuelas, sabe cómo ganarlas. Sea con la carta orgánica, con junta electoral, con la justicia.

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El sábado, como lo hizo siempre, prácticamente se rió de sus rivales internos con los que dice, irónicamente, busca la unidad. Indicó, como mensaje directo a Brizuela del Moral, “no armaron la lista porque no querían perder las internas” y, en esa dirección, reflexionó que no podía entender como un hombre que fue dos veces gobernador y tres veces intendente no pueda completar lista. En verdad, la historia no fue así. La trampa del castillismo, mientras armaba su propia lista, fue negociar la unidad hasta el minuto final y, ahí, dejarlos con las manos vacías.
El Esquiú.com