Es un secreto a voces: la Unión Cívica Radical de Catamarca anda a los tumbos por falta de conducción.  Por más que los que ocupan hoy los cargos directivos del radicalismo vernáculo –cuya legitimidad carece del respaldo popular- se empeñen en defender lo indefendible intentando minimizar  con absurdas chicanas mediáticas a “los otros”, los que no pudieron competir para dirimir quién es quién en la estructura partidaria. Lo cierto es que el partido de 127 años de vida, fundado el 26 de junio de 1891 por Leandro N. Alem, en la provincia no goza de buena salud. Ya viene de una gestión, la de Luis Lobo Vergara, con un final cantado: con más pena que gloria. Una vez más los desafortunados caprichos de Oscar, el que se empeñó en construir castillos en el aire solamente para terminar como inquilino vitalicio del Congreso Nacional gracias a la UCR, y sus afiliados, le hicieron mucho daño a la centenaria institución política y a la propia Catamarca y ríe burlonamente porque saben que Dios ni la Patria lo demandarán. Por eso se cansó de jurar mentiras. A Lobo Vergara le siguió en la presidencia partidaria el actual intendente de Andalgalá –también hechura del castillismo en la construcción de su llegada-, Alejandro Páez. Y todo está como era entonces. El traje de presidente de la UCR le está quedando grande al que llegó a la intendencia andalgalense  de la mano de Pino Solanas y  su proyecto político, y no será un buen sastre el que pueda disimular un talle más a medida, porque no podrá aportarle el talento, la capacidad, el trabajo, los méritos y la necesaria trayectoria, y porque además son éstas virtudes que no se adquieren precisamente en una sastrería. Tampoco la idoneidad y la competencia se ganan en un bingo familiar o en una rifa de un centro vecinal. Mucho menos el coraje y la honestidad conceptual de dar un paso al costado porque se resiste a ser un títere del mandamás de turno. Sería un milagro de la política escuchar a alguien decir: “renuncio al cargo porque no me siento capaz de ejercerlo con dignidad”.

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  La Unión Cívica Radical de Catamarca tuvo como conductores a José Félix Jalile, Horacio Francisco Pernasetti, Yamil Horacio Fadel, Ernesto Acuña, Genaro Collantes, Jorge Yayo Agüero, Pedro Guillermo Villarroel y Amado David Coco Quintar, entre otros.  Los lenguaraces del café dirían con énfasis: “¡Lobo Vergara y Páez no le atan ni los botines!”. Son malos…pero no mentirosos. ¿Qué pasó? ¿Qué hicieron con eso que llaman prestigio, reputación, idoneidad, competencia, aptitud, ideales? ¿Qué hicieron con el pensamiento y las convicciones de Alem, Yrigoyen, Illia, Balbín y Alfonsín? De algo estamos seguros, por aquello de que nada es casual, todo tiene su razón de ser. Lo de Lobo Vergara y Páez presidentes de la UCR no fue un decisión de Papá Noel. Fue el antojo y la voluntad de quien sigue construyendo castillos en el aire para los radicales y cargos nacionales para su propio beneficio. Y van…para más de treinta años. Y mientras en Catamarca se debaten cuestiones partidarias solamente a través de los medios de comunicación porque el partido radical no convoca ni para celebrar 35 de democracia, en Buenos Aires, más precisamente en el Congreso de la Nación, como dice el tango: “La vida te ríe y canta…”. Ahora se vienen las elecciones y ya comenzaron a escucharse frases como “tenemos gente capaz para la candidatura a la gobernación”. Chicos, no se mientan ustedes ni le mientan a los radicales. Eso es pretender un buen maquillaje para una imagen radical ultrajada por tanto apetito personal. La UCR está necesitando gente que le devuelve el prestigio de otrora. ¿No escuchan los gritos de socorro? ¿O son sordos? Algo mal, sin lugar a dudas. Y seguirá peor si siguen dejando el partido en manos de gente que piensa que el conjunto chamamecero Los Alonsitos son hijos del Beto Alonso.