La gobernadora Lucía Corpacci recibió en la provincia por tercera vez a Mauricio Macri, presidente de la Nación de un signo partidario diferente, con el cual supo construir una cordial relación.
Priorizando intereses provinciales, anteponiendo el diálogo institucional y manejándose siempre con un nivel de respeto que se hizo mutuo, la mandataria catamarqueña alcanzó un nivel de entendimiento muy bueno con Macri; al cabo una señal de madurez de ambas partes y sin duda el comportamiento que la ciudadanía catamarqueña espera.
En ese marco de diálogo, se concretó el último arribo presidencial, que tuvo como epicentro de las actividades oficiales la visita al Dique El Bolsón, una gigantesca obra vital para modificar la realidad social y productiva de tres provincias.
Aunque se mencionó por allí que se trataba de una “puesta en marcha” o “inauguración”, el dique todavía no está en plenitud, porque si bien la tarea más pesada concluyó, se requiere todavía una serie de obras complementarias para su real aprovechamiento.
Pero la sola presencia del jefe de Estado nacional justificó que se celebrara este avance y se repasara la historia -extensa por cierto- de encuentros y desencuentros que durante 60 años fueron el preludio para llegar a esta concreción.
Fue allí que Lucía agradeció a Mauricio Macri por la decisión de dar continuidad al tramo final del trabajo, pero se ocupó también de agradecer al gobierno anterior, que fue en realidad quien desempolvó los añejos proyectos para llamar a licitación y construir el dique, con multimillonarios desembolsos mediante.
Fue un acto de equilibrio y de estricta justicia, que la mandataria realizó con su reconocido don para dejar en claro lo que piensa sin agredir a nadie.
Se dio así el lujo de alabar una obra del por estas horas demonizado kirchnerismo cara a cara con Mauricio Macri y lo hizo de modo tal que hasta el presidente destacó su discurso.
No cualquiera puede darse ese lujo. Pero fue justo que lo hiciera.