Referíamos ayer que el enfrentamiento no declarado entre la Coalición Cívica y la UCR puede terminar con consecuencias para la armonía de Cambiemos. Por cierto, la responsable del problema es la diputada Carrió que, desde hace rato, le dedica frases peyorativas al partido que la lanzó al ruedo y en la última semana llegó al extremo de acusar al extinto Raúl Alfonsín de haber propiciado el “golpe civil” que, en diciembre de 2001, tumbó al gobierno de otra alianza fracasada, UCR-Frepaso. El agravio contra un símbolo de la democracia llevó al comité nacional a tratarla de “psicópata”, calificativo que se acopla a una personalidad desquiciada por resentimientos.

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Como se suponía, salvo algunas personas que forman parte de su círculo áulico, nadie respaldó el exabrupto. Y como el propio Macri, con su silencio, se hizo a un lado de la controversia, las diferencias dentro de Cambiemos han florecido. El radicalismo, de alguna forma, plantearía en las intimidades del palacio “ella o nosotros”, dilema que derrumba la alianza y que dejaría al centenario partido con las manos libres para forjarse su destino. No sería otro que volver a las fuentes. En ese marco, hasta podría proponer un candidato presidencial para 2019 y ya se está hablando de llevar a la convención partidaria la discusión. Acompañada con los nombres de eventuales postulantes, entre los que se anotarían el hijo de Alfonsín o el ascendente Martín Lousteau.

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Esta vez, lo reiteramos, no creemos que se cumpla la predicción del diputado Manzi, un incondicional de Carrió, quien en aras de explicar lo inexplicable trato de justificarla al decir “muchas veces habla y dice cosas que suenan disruptivas y diría que caen mal a muchos, pero creo que uno con el tiempo, a corto o mediano plazo, la entiende por qué dijo algunas cosas”. Si a esto le sumamos la opinión de Páez, presidente de la UCR local (“el ninguneo nos hace replantear la relación con Cambiemos”), concluimos que “hay rebelión en la granja”. 

El Esquiú