33 de mano

Escribe Kelo Molas.
miércoles, 19 de septiembre de 2018 00:00
miércoles, 19 de septiembre de 2018 00:00

La semana que pasó tomaron estado público dos hechos que  motivaron un intercambio de opiniones en distintos sectores de la comunidad. Uno de ellos fue protagonizado por el ministro de Educación provincial, Daniel Gutierrez. De manera protocolar, a tono con el cargo que desempeña,  Gutierrez informó: “Estamos hablando con la gente de la cámara de Senadores para abrir un listado voluntario de agentes que quieran pasar de ambas cámaras (legislativas, se entiende), de acuerdo a su nivel de estudio, a desempeñarse en escuelas, no solamente en Capital sino en toda la provincia, dado que las cámaras tienen gente que vive en los departamentos y obviamente no puede cumplir su contratación laboral porque están a muchos kilómetros de la ciudad y no están en condiciones de trasladarse, pero sí podrían hacerlo en las escuelas”. Traducido a la mesa del café, Gutierrez fue categórico y sincero en la intimidad con uno de sus más cercanos de su equipo de colaboradores: “Che, me parece que las escuelas necesitan personal en todo el ámbito de la provincia y en la legislatura sobran los empleados. Vamos a tratar de lograr que nos cooperen con algo”. En otras palabras: el ministro sabe, como lo saben todos en Catamarca, que  el terreno legislativo es un campo fértil para sembrar “ñoquis” (y no de la rica pasta, precisamente) y que la cosecha suele ser generosa a medida que pasan los años (saludamos de paso a los que hacen honor a su trabajo cotidiano, que son muchos, y se ganan el sueldo cumpliendo responsablemente con sus obligaciones). Sabe el funcionario, como lo saben especialmente los responsables que meten las manos a los bolsillos y silban mirando para arriba como perro que volteó la olla, que en el palacio legislativo hay mucha mano ociosa producto de los acomodos políticos y/o familiares. Ojalá el sinceramiento del ministro Gutierrez encuentre una respuesta positiva y todas las escuelas catamarqueñas luzcan como deben lucir los establecimientos escolares, sean del nivel que sean. Estén cerca o lejos de la Capital. Que el 29 de cada mes  tenga cada vez menos invitados a la mesa del festejo y abunden por doquier los ñoquis de verdad. Los de la sabrosa pasta.
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  Desde Tinogasta, y en tono de lamento vidalero, un grupo de dirigentes de la UCR –según lo indica la información- presentó una nota a las autoridades partidarias para que la Convención introduzca un artículo en la Carta Orgánica “que impida a los legisladores electos por el espacio político nombrar en su equipo de trabajo a familiares y amigos”. Y que motiva el pedido “la falta de contención que se le da a los militantes una vez que pasan las elecciones. Nos preocupa ver a tantos dirigentes que están en una situación crítica y desesperante porque no tienen una fuente laboral”. Dicen además que los legisladores –cuando llegan a sus bancas- “se creen los dueños del cargo, no les interesan los dirigentes y con abuso de poder nombran a familiares y amigos”. Vamos por parte: resulta una obviedad señalar a esta altura de los acontecimientos que  es mucha la gente que padece las consecuencias de la crisis actual, incluidos por lógico los dirigentes radicales. Pero un buen político que se precie de tal, primero debería mostrar su preocupación por los pobres en general, cualquiera sea su preferencia política, sean militantes o no, y después pensar en el beneficio personal. En cuanto a que los legisladores electos no nombren a familiares y amigos, lamentamos decirles que el pedido en cuestión llegó demasiado tarde. Que son décadas de uso y abuso del poder de turno, sean radicales o peronistas. Hay una anécdota que si no es verídica, pega en el palo: cuentan que un diputado catamarqueño boina blanca (o diputada, para el caso es lo mimo) hizo emplear a toda su familia en la legislatura. Pero faltaba alguien: el loro que, según decían cantaba la marcha radical. A la hora de presentarse en el área de Recursos Humanos, su propietario/a le pidió al perico parlanchín que cante algo y el ave se despachó con un clarito “¡todos unidos triunfaremos!”. Desde ese día, pasó de ser “Pepito ponga la patita”, a un “loro hdp”. Al final, el bicharraco tenía más dignidad que el abuso legislador/a. Optó por no ser tan mentiroso como sus dueños.n

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