Editorial

¿Qué hacer?

lunes, 1 de abril de 2019 00:43
lunes, 1 de abril de 2019 00:43

Las noticias no dejan de horrorizar a la comunidad catamarqueña. Tres femicidios en apenas 72 horas. Tres víctimas de diferentes edades, situación social y lugar de residencia dentro del vasto territorio local, pero con un factor común: eran mujeres sometidas a situaciones de violencia por parte de parejas o exparejas, en uno de los casos durante décadas, según señaló la familia.


No se trataría, técnicamente hablando, de episodios de “inseguridad”, como los que podrían configurar si esas mismas mujeres hubieran sido atacadas por desconocidos en un hecho delictivo común. En los tres casos, habrían sido golpeadas y estranguladas hasta la muerte por hombres con los que tuvieron intimidad y tal vez amor.


Hablar de inseguridad, en un año electoral, se considera siempre redituable contra el gobierno de turno, especialmente cuando no hay demasiadas propuestas para hacer a una sociedad que parece hastiada de la política y de los políticos.


Por ello, con la velocidad de la luz surgió un pedido para que se declare la “emergencia social en materia de género” en toda la provincia, una mera excusa para disparar contra el oficialismo gobernante. Según señalan sus impulsores, habría un “Estado ausente” que estaría dejando morir a estas mujeres.


¿Puede acusarse a un Estado de no actuar para prevenir la violencia familiar o, al menos, estos trágicos resultados? Una parte de responsabilidad le cabe, en particular si no articula más instancias de diálogo y sensibilización en ámbitos como centros vecinales o parroquias, fundamentalmente de barriadas vulnerables. También deberían fortalecerse políticas de salud mental para atender una problemática demasiado acuciante en Catamarca.


No obstante, en el análisis deben incluirse aspectos vinculados a la fuerte cultura machista que resiste y -cuestión no menor- un bosquejo de cómo está impactando el deterioro social por la aplicación macro de modelos neoliberales cuyos resultados son harto conocidos y que, claramente, son responsables del aumento de la pobreza y la violencia.


Fuera de estas consideraciones, urge la convocatoria a todo el espectro institucional que pueda tener injerencia en la temática, de manera de iniciar un trabajo -sin intereses partidarios de por medio- que contribuya a morigerar un escenario dramático que suma víctimas día a día.

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