Se celebrará hoy el Día del Estudiante, en coincidencia como todos los años con la llegada de la primavera, y seguramente miles de chicos tienen la expectativa de celebrar a lo grande, con la alegría propia de la juventud.

Podría preguntarse sobre la razón para festejar la primavera, cuando la llegada de ninguna otra estación motiva estas movilizaciones.

En realidad es un hecho cutural que aparece históricamente en las más variadas latitudes, desde mayas a griegos, pasando por los chinos, todos los pueblos celebraron la primavera como un acontecimiento importante.

La respuesta está en lo que representa, y si bien cada cultura la ha celebrado a lo largo de los años a su forma, todas coinciden en un punto: la primavera es una oportunidad de cambio en la que todo vuelve a florecer. Trae vida, renacen nuevos brotes de los árboles y crece la cosecha, y por estas razones fue motivo de festejo desde el inicio de nuestra historia tanto en Occidente como en Oriente.
Los tiempos cambian y no siempre para bien. Hace algunas décadas, las reuniones estudiantiles no pasaban de un inocente picnic, una reunión para pasar el día sin ir a la escuela y compartir algunos juegos.

Hoy el clima festivo perdura, pero se suman también riesgos, principalmente vinculados con el consumo de alcohol y otras sustancias.
No es un mal deseo que los festejos se extiendan, pero sin aquellos matices que generan preocupación.
El Día del Estudiante debe concluir como una fiesta, y para ello es vital la responsabilidad de los mayores, y de los propios menores, que deben entender que no hace falta hacerse daño ni ponerse en peligro.

No necesitan embriagarse para divertirse, no necesitan caer en excesos que puedan lamentar más adelante. Rescatemos la alegría de la jornada sin arruinarla con condimentos totalmente prescindibles.