(*) Rodrigo Morabito

La pregunta que propongo en esta oportunidad reflexionar no es para nada ajena en el ámbito de la justicia penal si se piensa y tiene muy presente que las personas que cometen delitos deben (en su mayoría) cumplir la sanción impuesta privados de libertad en un establecimiento carcelario.

Pareciera ser que la mirada sólo está puesta en que esa persona vaya de una vez y para siempre a la cárcel y allí ¡se pudra!, como suele decirse a diario. Sin embargo, no nos detenemos a pensar ni siquiera por un instante que en un casi 90% las personas que son privadas de libertad retornarán a la convivencia social una vez culminada su pena.
Ahora bien, a partir de ello, ¿estamos preparados para que esas personas tengan y reciban una segunda oportunidad? ¿Los deseos de permanencia hasta que se pudran en la cárcel perduran en sus efectos con el tiempo? Personalmente todas las opiniones son importantes en una democracia deliberativa y participativa, incluso las más intransigentes, pues aún pienso y creo que siempre la mesura y la prudencia van a predominar sobre las opiniones agresivas, violentas o vengativas. 

Considero que todas las personas nos merecemos segundas oportunidades, pertenezcamos a la clase social que pertenezcamos, pues parece que a diario subestimamos al sistema y que las conductas o acciones de las personas (por cierto impredecibles) nos pueden llevar a terminar en una cárcel. ¿Ello nos convierte en delincuentes? ¡POR CIERTO, CREO QUE NO! Sin embargo, sólo pensamos en que nunca nos pasará, nos vemos y nos sentimos omnipotentes ante las circunstancias adversas de la vida, nuestros propios errores que pueden llevarnos a terminar en lugares no deseados: “LA CÁRCEL, por ejemplo”.

Es falso creer que porque tuvimos una buena crianza y oportunidades de vida no llegaríamos jamás a un lugar así, ello es subestimar a la propia vida. Por supuesto que existen menos probabilidades de que ocurra, pero ello no está un 100% asegurado, sino piensen por un instante en los chicos homicidas de Fernando en Villa Gesell ¿Estos chicos eran delincuentes? ¿El delito era su estilo de vida? ¡LA VERDAD QUE NO!, pero cometieron un crimen que deben enfrentar y quizás reciban una sanción que deberán cumplir en una cárcel. ¿Tuvieron una buena crianza y oportunidades? ¡CLARO QUE SÍ!, pero mataron a alguien y ello se castiga con pena de encierro. Evidentemente la cárcel puede tocarnos a cualquiera, y si así es, prefiero pensar y querer que esas personas tengan una segunda oportunidad para reflexionar durante el cumplimiento de su castigo en lo que hicieron mal y así enmendar con la sociedad los errores cometidos y no vuelvan nuevamente a reiterarlos una vez en libertad.

El deporte, la educación y el trabajo contribuyen desde los contextos de encierro para que la reinserción social sea una realidad concreta, caso patente es el de este fin de semana: el equipo de rugby llamado “Los Awkas”, compuesto por personas privadas de libertad que lo hacen alojadas en el Servicio Penitenciario con cumplimiento de condena efectiva, participaron de un torneo de seven en Parque Daza con un excelente comportamiento y con un alto espíritu de superación, y cosas así nos deben generar esperanzas efectivas de que las personas teniendo oportunidades pueden cambiar para bien y podrán volver a la comunidad sin resentimientos y con el compromiso de respetar los derechos de terceras personas.

No por nada, nuestro gran jurista Julio Herrera (1856-1927)  afirmaba: “Toda legislación represiva saca su valor de la manera como es ejecutada la pena”; y, sin dudas, ello también nos involucra como sociedad. 

(*) Juez de Menores