33 de mano

Que la próxima víctima no sea la vida

miércoles, 5 de febrero de 2020 00:30
miércoles, 5 de febrero de 2020 00:30

El salvaje crimen del joven Fernando Báez Sosa (18) en Villa Gesell golpeó en las fibras más íntimas de la sociedad argentina, como ocurriera alguna vez con el caso María Soledad en Catamarca o el del soldado Carrasco en el sur. La madrugada del sábado 18 de enero se tiñó de sangre a la salida de un boliche del centro turístico cuando un grupo de jóvenes rugbiers, de entre 18 y 21 años, atacaron con alevosía y de manera brutal hasta terminar con su  vida.

La muerte en su expresión más horrible: trompadas y patadas de alrededor de diez feroces atacantes para poner fin a la existencia de una persona en una desigual batalla. Silvino Báez, el papá de Fernando, fue categórico al expresar su dolor: “Lo mataron como a un animal. No se merecía esta forma  de sacarle la vida”. Graciela, la mamá, pide justicia. En un país donde la justicia anda a los tumbos y su renguera le impide caminar con normalidad. En una Argentina donde la señora de ojos vendados cada día está más sospechada de corrupta.

Ese mismo fin de semana, en la zona conocida como Alto Fariñango, en San Fernando del Valle de Catamarca, el remisero Miguel Ángel Solohaga fue atacado a golpes por un grupo de patoteros por negarse a prestar un servicio que no correspondìa. El episodio también ocurrió a la salida de un boliche bailable y viene a engrosar una larga lista de hechos violentos en el lugar. Ahora, el trabajador deberá estar 90 días sin poder trabajar por las lesiones recibidas, entre ellas la fractura del brazo derecho. ¿Quién le paga durante tres meses el daño ocasionado a la víctima? ¿Quién se hace cargo de tamaña irracionalidad? ¿La justicia? ¿De qué justicia estamos hablando? ¿Hasta cuándo se van a repetir los desmanes en la conocida zona bolichera? Suponemos que no están esperando que la próxima víctima sea la vida para recién entonces poner el grito en el cielo. Estamos cansados de escuchar y leer la  bolufrase “vamos a investigar hasta las últimas consecuencias”. ¡Mentiras!


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  A poco del asesinato de Villa Gesell, se conoció que el municipio prohibió en ese punto el consumo de alcohol en la vía pública, incluso en las playas y polideportivos. Por algo se comienza. Aquí, entre nosotros, se conoció en la segunda quincena de enero el temario fijado por el Gobierno provincial para su tratamiento en la legislatura, en el marco de una eventual reforma del Estado. Uno de esos puntos está referido a la tolerancia cero de alcohol en los conductores de vehículos y el otro a la regulación de los horarios de espectáculos nocturnos, de modo de evitar los interminables –y muchas veces fatales- accidentes de tránsito y los escándalos violentos que se registran en las madrugas a la salida de los boliches. La saludable intención gubernamental es poner un poco de orden en medio de tanto desorden. Un desorden que va de la mano de una violencia extrema. En medio de tanto caos, lo peor: el consumo de alcohol y drogas a niveles insospechados. Sin más vueltas: hay que ponerle freno al negocio de la noche. Alguien tiene que perder un poco para que la muerte no esté acechando en la puerta de cada boliche. Alguien tiene que pensar un poco más en la vida y no llorarla tardíamente cuando se la pierde, como ocurrió en Villa Gesell.


  Hace algunos años, en un local bailable de Valle Viejo, lucía en la parte superior un enorme cartel que decía, palabras más palabras menos: “No tomes alcohol. Cuida la vida”. Pero resulta que apenas pasaban la puerta principal, los concurrentes (muchos de ellos menores) ¡eran recibidos con un trago de alcohol! (sin contar la previa). La noche es un gran negocio. Y cuenta con dos cómplices letales: el alcohol y las drogas. Lo saben las autoridades y lo sabe la familia. Hay un principio de autoridad que debe volver a respetarse: el familiar. Ese día que decía: “vas a bailar pero a las tres está en casa”. Parece fuera de onda o una idea de viejos. Puede ser. Pero los valores no tienen época ni edad. Son o no son. Y el cuidar la vida tiene un valor maravilloso. Después, el municipio tendrá que poner lo suyo, principio de autoridad también: Los bailes están habilitados desde las 22 hasta las 3. Y punto. Alguien tiene que comenzar a perder.  Para que la gane la vida.
 

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