Todavía convaleciente por una afección que lo mantuvo internado hasta hace pocos días, este 2 de julio celebra su 90 cumpleaños Carlos Saúl Menem. Aunque nunca se retiró de la política ni de la vida pública -de hecho es senador por La Rioja-, su imagen actual casi no guarda relación con la que seguramente quedará grabada en la memoria colectiva. Muy frágil físicamente, Menem enfrenta hoy la vejez con lucidez, en compañía de su hija Zulemita y otros familiares, pero sin reflejar ni la sombra del enorme poder que supo construir y mantener. Es la persona que más tiempo consecutivo permaneció como presidente de la Nación, cargo que ejerció durante más de diez años, y dejó una huella innegable en el tramo final del siglo pasado. Carismático, inteligente, hábil, Menem desembarcó en Buenos Aires entre burlas por su aspecto caricaturesco, y antes de que se dieran cuenta, había trepado hasta la cima del poder. Poco tuvo su gestión de peronista, a decir verdad. Menem desarrolló un plan liberal y puso la economía en manos del mítico Álvaro Alsogaray. Aniquiló a los gremios que habían hecho imposible el gobierno de Alfonsín, apagó las brasas de la dictadura con el indulto a los militares y desplegó una ola privatizadora matizada con la ficción del uno a uno con el dólar.
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Para los catamarqueños, Menem representa el presidente más cercano de los últimos tiempos, no solo por proximidad geográfica con su origen, sino por los fortísimos vínculos que construyó con Catamarca. Fue admirado y querido en estas tierras, y también considerado un traidor por haber destruido a Ramón Saadi con una intervención federal. Menem fue también el hombre que abrió la puerta a la gran minería, al rubricar la explotación de Bajo La Alumbrera, pero su acción más decisiva fue avalar el nacimiento del Frente Cívico, determinante para los siguientes 20 años de historia provincial. A sus 90 años, Menem se apagó al extremo de que ni amores ni odios que supo generar tienen hoy consistencia.

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