Apuntes del Secretario

domingo, 10 de enero de 2021 01:00

El gremialista Walter Arévalo se encamina a iniciar su último año al frente del Sindicato de Obreros y Empleados Municipales, ya que su mandato concluirá en marzo de 2022, y no tiene posibilidades de postularse nuevamente por una restricción impulsada por él mismo. En varios frentes están atentos a esos plazos, comenzando por el propio gremio, donde la renovación de autoridades implica el alejamiento de quien se constituyó en figura excluyente de la entidad. Como sucesor natural se perfila el dirigente Luis Álamo, y también se mencionó la posibilidad de que se impulse a María Eugenia Varela, esposa de Arévalo que incluso ofició de funcionaria en la gestión de Raúl Jalil, pero hasta aquí no son más que especulaciones. Lo concreto es que Arévalo, con sus aciertos y errores, creció mucho en los últimos años, y desde el Gobierno lo miran con interés como próxima figura política para ser incorporada a las filas del oficialismo. La posibilidad ya se barajó antes de las últimas elecciones, y ahora recobraría fuerza con mayor peso.

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No sería algo estrictamente novedoso: la fuerza y presencia del SOEM, uno de los gremios con más capacidad de movilización en la provincia, ya funcionó antes como plataforma para el lanzamiento a las arenas partidarias. Es un gremio especial, con números más que interesantes en cantidad de afiliados, y con un área geográfica de acción muy concreta, que facilita la instalación pública de sus conductores. El propio Arévalo coqueteó en declaraciones públicas, más de una vez, con sumarse al Gobierno, y ahora hay tierra fértil para esas semillas. La clave es renunciar precisamente a la comodidad del sindicato y lanzarse a otro campo, en lugar de eternizarse como suelen hacer los conductores gremiales. De hecho, en los últimos 35 años la provincia tuvo siete gobernadores y el país ocho presidentes, pero el SOEM atravesó esas décadas con apenas dos secretarios generales.

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Justo Francisco Barros asumió en el SOEM en 1985 y se mantuvo en el cargo 28 años. Allá por 2013 consiguió otra reelección, pero el comicio no fue avalado por el Ministerio de Trabajo de la Nación. Entonces un grupo de “rebeldes” comenzó a decir que su mandato había caducado y a reclamar la intervención, pedido que incluyó una huelga de hambre frente a la delegación local de Trabajo. Finalmente se concretó la intervención y se llamó a elecciones, presentándose tres listas: la de Aldo Salles (cercano a Barros), la de Jorge “Caballo” Herrera y la de Walter Arévalo, que se quedaría con el triunfo en abril de 2014. Cuando asumió, Walter encontró enormes problemas, sobre todo económicos, que no podía resolver. Lo admitió al declarar que: “No nos vamos hacer cargo de algo que no nos corresponde”, en referencia a las deudas millonarias, y por toda respuesta embistió judicialmente a su antecesor.

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Las soluciones llegaron con fuerte apoyo de la Municipalidad de la Capital, y allí Arévalo comenzó a capitalizar la salida de la crisis como éxito de su gestión y a ganar fuerza, consolidándose hasta obtener la reelección en 2018. Y hoy sabe que está para aspirar a más, así como “Alo” Barros saltó desde el mismo gremio a una banca de diputado en la Legislatura gracias a la presencia y popularidad que le había dado el SOEM capitalino. Es más: “Alo” Barros fue cabeza de lista de los candidatos a legisladores del peronismo en su momento. No es descabellado que Walter Arévalo contemple un ofrecimiento parecido, ni le vendría mal al oficialismo asegurarse algunos de los votos que Walter puede acercar. Es temprano para adivinar conclusiones, pero es un hecho que hay conversaciones en marcha para tentarlo.

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A propósito de limitaciones para seguir en el cargo, hay tres intendentes que marchan por su segundo mandato con la certeza de que no habrá un tercero, porque sus respectivas cartas orgánicas impiden la reelección indefinida. Son ellos Guillermo Ferreyra (Fray Mamerto Esquiú), Pablo Sánchez (Santa María) y Sebastián Nóblega (Tinogasta), todos consagrados en 2015 y reelectos en 2019, por lo cual no tendrán la opción de presentarse en 2023. Es una situación diferente a la de aquellos distritos donde no hay limitaciones, como Pomán, donde Francisco Gordillo asumió en 1999 y todavía permanece, ya transitando por su sexto mandato consecutivo, apenas interrumpidos por licencias que ocupó para desempeñarse transitoriamente como ministro de Gobierno y ministro de Desarrollo Social con Lucía Corpacci, y ministro de Educación con Raúl Jalil. Ferreyra, Sánchez y Nóblega no comparten ese horizonte, y deben asumir nuevos rumbos. Es un desafío complejo, que implica a la vez asegurarse un espacio de poder y también conservar sus comunas, para lo cual deben empezar a construir sucesores que medianamente les respondan, algo que ninguno de los tres hizo hasta el momento. Entregar el mando a un copartidario es toda una comodidad, sobre todo porque el recién asumido no hablará de pesadas herencias, disimulará inconvenientes y seguramente jamás recurrirá a la Justicia; como ocurre cuando cambia el color partidario. ¿Dónde ir después? Es el segundo dilema. La Legislatura surge como primera opción, el Congreso siempre seduce pero es difícil por la cantidad de postulantes, y sobrevuela una tercera opción: conseguir un lugar en la próxima fórmula como vicegobernador, un sueño que los intendentes del interior persiguen sin suerte desde hace tiempo. 

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El último miércoles, el mundo observó atónito los violentos acontecimientos desatados en el Capitolio de Washington, donde los parlamentarios debían cumplir con la ceremonia de certificación de los resultados de las últimas elecciones en Estados Unidos, oficializando la investidura presidencial de Joe Biden a dos semanas de su asunción. Lo que sucedió es bien conocido: una multitud de partidarios del mandatario saliente, Donald Trump, invadió el recinto y obligó a suspender el acto, con uso de armas de fuego y desmanes que ocasionaron heridos y hasta víctimas fatales. La comunidad internacional expresó su desconcierto por los gravísimos incidentes, y de manera unánime los líderes mundiales –incluyendo a nuestro Presidente Alberto Fernández- expresaron su respaldo a Biden y a la continuidad del proceso democrático. En el medio, hubo comentarios irónicos sobre las escenas que recorrían el planeta, siempre relacionadas con escenarios tercermundistas o subdesarrollados, y supuestamente impropias de la autoproclamada primera potencia mundial.

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En realidad, lo que cabe es preguntarse por el origen y las consecuencias de este episodio, que resultan de interés global por ubicarse en un país cuya fuerza militar es suficiente para someter –como lo ha hecho- prácticamente a todos los países del mundo. En Estados Unidos, el discurso oficial, con fuerte compañía mediática, procura instalar la idea de que todo fue obra de Trump, presentándolo como un desquiciado incapaz de reconocer la derrota, que termina por poner en vilo a todo un país. Pero la teoría del loco solitario es como mínimo insuficiente. Trump fue votado por más de 70 millones de personas, casi la mitad de los electores activos de su país, y al mismo tiempo que ocurrían los incidentes, surgieron movilizaciones expresándole su apoyo en diferentes estados. Aun cuando Trump haya sido el principal responsable del desorden generado, la realidad objetiva revela que no está solo en su postura.

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Desde 1814, cuando estaban en guerra con quien sería más tarde su máximo aliado, Inglaterra, que no se atacaba el Capitolio norteamericano. Y la interrupción momentánea de la sesión fue uno de los cimbronazos más fuertes que se recuerden en la democracia más sólida del mundo. Luego, poco a poco, muchos de los colaboradores más cercanos de Trump empezaron a renunciar uno tras otro, un gesto sólo útil para lavar sus propias imágenes públicas y tomar distancia, ya que renunciar a dos semanas de entregar el poder luego de haberlo acompañado cuatro años no representa demasiado. Cuestiones internas al margen, la lección que puede aprender Argentina es el riesgo de fogonear odios y rencores a cualquier precio, tal como se hace aquí, porque por ese camino, más tarde o más temprano, la situación deriva en violencia.

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RECUERDOS. Hace diez años moría la genial María Elena Walsh, poetisa, escritora, cantautora, dramaturga y compositora, pero más que eso, prócer cultural argentina. El escritor Leopoldo Brizuela afirmó que “lo escrito por María Elena configura la obra más importante de todos los tiempos en su género, comparable a la Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll o a Pinocho”. Famosa por sus obras infantiles, entre las que se destacan el personaje/canción Manuelita la tortuga y los libros Tutú Marambá, fue también autora de varias canciones populares para adultos, entre ellas Como la cigarra. Otras canciones de su autoría que integran el cancionero popular argentino son La vaca estudiosa, Canción de Titina, El reino del revés, La pájara Pinta, La canción de la vacuna (conocida como El brujito de Gulubú), La reina Batata, El twist del mono Liso, Canción para tomar el té, En el país de Nomeacuerdo, La familia Polillal, Los ejecutivos, Zamba para Pepe, Canción de cuna para un gobernante, Oración a la justicia, Canción de caminantes, entre otras. Publicó más de 20 discos y escribió más de 50 libros. Entre los artistas que difundieron el cancionero de María Elena Walsh se destacan el Cuarteto Zupay, Luis Aguilé, Mercedes Sosa, Jairo, Rosa León y Joan Manuel Serrat.

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