El Secretario

viernes, 10 de diciembre de 2021 01:02
viernes, 10 de diciembre de 2021 01:02

La designación de Fernanda Ávila como máxima autoridad del país en el área de Minería, es uno de los hechos más sobresalientes del año, y por diversos motivos la decisión del Presidente de la Nación, Alberto Fernández, está llamada a quedar grabada en la historia. Todo comenzó cuando el hasta aquí Secretario de Minería, Alberto Hensel, presentó su renuncia al cargo para retornar a su provincia de origen, San Juan, donde se sumará al equipo del gobernador Sergio Uñac como jefe de Gabinete. Apenas se conoció la noticia se inició la clásica ronda de rumores y especulaciones sobre la persona que podía sucederlo en el cargo, sin que se sospechara que la definición ubicaría a Catamarca en el centro de la escena.
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Ocurre que la responsabilidad otorgada a la doctora Ávila, hasta ayer ministra provincial de Minería, es inédita en distintos aspectos. Desde luego, el primer impacto es que una comprovinciana alcance un espacio de semejante relevancia en el Gabinete nacional, más allá de que existan precedentes  en el país el nombramiento de una mujer al frente de Minería (durante la gestión de Mauricio Macri en presidencia estuvo la salteña Carolina Sánchez); uno de los sectores productivos que mayor cantidad de recursos generan, y por ende un lugar clave para el presente y el futuro económico del país.
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Es también, sin duda alguna, una reivindicación histórica para Catamarca, pilar de la minería nacional, una provincia que menciona la actividad en su propio himno, que abrió el juego a la gran minería a comienzos de los 90, y que merced al trabajo iniciado hace diez años se posicionó a la vanguardia de la industria minera nacional. Una provincia que hizo respetar sus recursos, que priorizó el cuidado del medio ambiente, que tiene la mayor reserva de litio del país, que tiene experiencia en producción metalífera, y que supo utilizar el diálogo para enfrentar cualquier conflicto. No se descubre hoy que Catamarca es Minera, pero el reconocimiento nacional es por cierto gratificante, y abre un abanico de nuevas y prometedoras posibilidades de desarrollo.
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