Los tiempos han cambiado, en ciertos aspectos a ritmo vertiginoso y la fecha de hoy lo demuestra cabalmente. El Día de la Mujer, más allá de los trágicos acontecimientos que conmemora, se fue transformando durante el siglo pasado en una fecha comercial más, donde alcanzaba con repartir flores o chocolates entre amigas y compañeras de trabajo para cumplir con el superficial mandato social reservado para la ocasión. Se cumple así una doble mutación del significado de la jornada, que nació en medio de luchas reivindicatorias para involucionar en un festejo frívolo, hasta recuperar su esencia y potenciarla en esta nueva realidad.

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Hoy se ponen sobre la mesa cuestiones mucho más serias y profundas, como la lucha contra la violencia, la igualdad de género, el reconocimiento de derechos, la garantía de equidad en las oportunidades de formación y desarrollo, y la modificación de pequeñas y grandes convenciones sociales que en forma directa o indirecta implicaban discriminación, postergación y menosprecio. Se trata de ganar espacios que fueron sistemáticamente negados bajo las normas del patriarcado. Como explicara Isabel Allende: “¿Qué es el patriarcado? Es un sistema de opresión económico, cultural, religioso, social, que le da dominio al género masculino, no a todo, pero a una parte del género masculino”.

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En este 8 de marzo, por tanto, habrá menos lugar para brindis y agasajos y más para reclamos, protestas y visibilización de situaciones injustas que, a fuerza de repetición, han terminado por naturalizarse. El único camino posible es revertir esa situación de desigualdad y comenzar a construir una sociedad más justa. Para ello se requiere que nadie se permita observar el problema como ajeno y que cada uno se pregunte en qué puede contribuir para que los dramas que esta generación enfrenta, sean para las próximas generaciones de mujeres una etapa superada. Mucho se avanzó hacia el empoderamiento, pero el camino que queda por recorrer es seguramente más arduo que lo ya transitado. Será cuestión, pase lo que pase, de no retroceder.
El Esquiú.com