El drama del coronavirus y las disputas partidarias definitivamente conviven en un escenario complejo, delicado y de incertidumbre sostenida. Hace más de un año que se padece este inédito cuadro planteado por la pandemia y no se vislumbran en el horizonte certezas sobre cuándo terminará la pesadilla. El renovado trofeo de guerra en esa batalla, que primero fue la cuarentena y luego las vacunas, es ahora la educación: “Clases presenciales sí, clases presenciales no” es la gran dicotomía, que en algunos casos hasta se judicializó.
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Afortunadamente, en medio de permanentes chicanas y disputas irracionales, algunas voces pensantes también se dejan oír. Por ejemplo el sacerdote Oscar Tapia, vicario de los colegios católicos, que en lugar de alimentar polémicas por un conflicto específico con el área que representa, recordó que “hay un tema prioritario con la Salud y se camina en esto con aciertos y errores”. Tapia remarcó que “es una prioridad continuar educando y se van viendo las formas: las autoridades tomaron medidas y nos adaptamos como corresponde”, subrayando que “no es un tema para confrontar”.
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Otra opinión equilibrada y constructiva ofreció Mario Perna, opositor al gobierno pero que quizás por su condición de exministro de Educación, supo ver más allá de la pulseada coyuntural en torno a la presencialidad: “El contexto nos coloca en un año electoral, donde hay diferencias políticas. El año pasado ningún papá hubiera mandado a su hijo a la escuela, porque las fuerzas políticas estaban unidas, pero hoy es un año electoral, por lo que hay diferencias”, acertó a decir Perna. Y dejó también un mensaje para propios y extraños: “La decisión de Catamarca de suspender las clases es válida, ya que los contagios van en aumento. Debemos ser sinceros, ya que la pandemia va a durar mucho tiempo y en ese transcurso vamos a tener idas y vueltas (…) la pandemia no nos va a hacer mejores, ni peores, sino que va a mostrar lo que somos, y la clase política nos muestra lo que somos como sociedad”. Entre tanto petardo inconducente, gratifica una dosis de razonabilidad.