El Secretario
Apenas 48 horas después de que el Gobierno lanzara el lunes 28 de junio como fecha tentativa para el retorno de las clases presenciales, la ministra de Educación apareció para advertir que no están dadas las condiciones para el regreso de los alumnos a las escuelas. En el medio, se alentó el malestar de gremios docentes y se multiplicó la incertidumbre de padres y alumnos que no saben si tendrán que volver o no a los establecimientos. No es la primera vez que esto ocurre: también en mayo se anunció el retorno a las escuelas un viernes para dar marcha atrás el domingo.
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Está claro que las autoridades no manejan a voluntad la situación epidemiológica, pero considerando que el panorama es naturalmente incómodo, posiblemente podría evitarse generar más confusión, limitando la difusión de versiones prematuras cuando los temas no están resueltos. Algo similar ocurrió con la celebración del Día del Padre, cuando toda la semana se advirtió que no se permitirían reuniones y habría controles muy estrictos, para liberar todo a última hora con una autorización general.
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Si la clave en esta etapa es el cumplimiento de la ciudadanía, resulta esencial que los mensajes sean también concretos y se reduzcan al mínimo rumores y contradicciones que en definitiva debilitan todo el trabajo de concientización que se está llevando adelante. Son aspectos a corregir y mejorar, porque tras un año y medio de marchas y contramarchas la sociedad también arrastra un cansancio lógico. No es conveniente sumar presión a esos niveles de saturación con cambios tan repentinos y modificaciones cuasi permanentes que terminan por marear al vecino más atento. Una hora más, una hora menos, hoy se puede, mañana no, pasado no, en tres días sí… a veces se hace muy complicado seguir la lógica de habilitaciones y restricciones. Incluso cuando sea inevitable debatir y barajar todas las posibilidades, lo más sano sería que esa discusión se realice puertas adentro y se comuniquen sólo directivas claras.
El Esquiú.com