Apuntes del Secretario

jueves, 29 de julio de 2021 02:14
jueves, 29 de julio de 2021 02:14

Era inevitable. A la larga tenía que suceder. Los radicales tendrán que dirimir en las urnas –no en oficinas cerradas o despachos judiciales- quiénes serán los conductores del futuro. Es que el 12 de septiembre, cuando se lleven a cabo las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), no solo se pondrán en juego cargos electivos nacionales y provinciales, sino también las autoridades legítimas y reales de la UCR. Hasta ahora y al menos en los últimos diez años el poder se manejó desde las sombras. Sin restarle méritos a la extinta Marita Colombo –su conducción duró algo más de dos meses-, al Partido de próceres como Alem, Yrigoyen, Illia o el mismo Alfonsín fue conducido por verdaderos títeres como los diputados Lobo Vergara o Alejandro Páez, quienes jamás tomaron una decisión sin consulta previa o empujaron por su cuenta el cambio que tanto pedían los afiliados. Todo se resolvía desde las penumbras o de alguna fundación que se convirtió en guarida de quienes precisamente hacían gatopardismo: tomaban decisiones para anunciar cambios para que nada cambie. Así le fue a la UCR. Hoy tiene miles de afiliados o militantes menos y en las últimas elecciones sufrió derrotas por cifras abrumadoras, llegando a perder territorios donde parecía invencible, tales los casos de Valle Viejo, Recreo o Paclín.

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De todas formas, será una elección única e impensada que, paradójicamente, surgió a instancias de quien mayores críticas recibió en la última década: Oscar Castillo. Transitando sus últimos meses como senador nacional, decidió no ser candidato, lo que no ocurría desde el ya lejano 1985 cuando fue electo diputado provincial por la alianza UCR-MPC. Con el renunciamiento abrió el juego, pero se reserva una apuesta a la gloria. Fue el armador excluyente de la alianza “Adelante Catamarca”, de nítido color cielo, que competirá con denominada “Cambia Catamarca” y que es encabezada por quienes se perfilan como dirigentes de peso para el futuro: el actual rector de la Universidad de Catamarca, Flavio Fama, y el legislador que observa mayores méritos intelectuales en la actualidad: Francisco Monti. De hecho es el vocero del bloque. Para lograr la hazaña de mantener el poder, Castillo hizo una apuesta que sorprendió a propios y extraños: designó como su heredero en el Congreso de la Nación al único intendente con peso propio con que cuenta el radicalismo: Daniel “Telchi” Ríos. Y, en forma paralela, convenció a una mujer muy meritoria para postularla a la diputación nacional: la decana de Humanidades, la Magister Patricia Breppe. Con los dos y aliados incondicionales como Luis Fadel o Víctor “El Gato” Luna jugará dentro de 45 días la toma del poder partidario por los próximos 10 años o su definitiva desaparición de la escena política.

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La apuesta de Castillo, adosada al factor sorpresa, tiene su razón de ser. Todas las encuestas, incluidas las que conoce perfectamente, lo colocan con alta imagen negativa y lo encaminaban a una derrota interna segura si pretendía seguir en el cargo. Aparte, cargaba con el arrastre de elecciones verdaderamente desastrosas. En 2015, cuando “ganó” la banca senatorial de la minoría, perdió con la dupla Mera-Blas de Zamora por más de 20.000 votos y hubo casi 45.000 cortes de boleta, de los cuales 30.000 lo afectaron directamente, no así a Brizuela del Moral, que el mismo día le tocó disputar la gobernación con Lucía Corpacci. Si aquella contienda electoral fue un traspié resonante, ni que hablar de 2019 cuando armó una oferta electoral que resultó humillada en las urnas. La diferencia con el peronismo superó los 60.000 sufragios. Por todo esto, y por mucho más, en la interna radical de septiembre, por encima de los precandidatos, se votará por Castillo o contra de Castillo. En los próximos 15 días puede reinar la concordia. Será hasta que se acomoden los contendientes, pero en el sprint final saltarán las chispas desde las cenizas todavía humeantes del pasado.

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La elección 2021, asimismo, contiene un dato excluyente. Por primera vez, desde la restauración democrática, no tendrá una participación efectiva el diputado nacional –con mandato hasta el 10 de diciembre- Eduardo Brizuela del Moral, posiblemente la figura que mayor intención de voto haya alcanzado en las tres últimas décadas. En todo este tiempo no se movió de su domicilio ni participó de ninguna reunión y, observando las listas de candidatos, únicamente aparece como candidata a diputada provincial su nuera Alicia Paz. De hecho, el Movimiento Renovador que supo crear y que le permitió ser tres veces intendente de la Capital, dos veces gobernador, una vez senador nacional y otras dos veces diputado nacional virtualmente ha desaparecido y en los pasillos radicales únicamente se dice que quedó el “movimiento renovador de los Herrera”, que integra a los sobrinos del exprimer mandatario. Por último, surge una pregunta casi obligada: ¿cómo influirá la ausencia de Eduardo Brizuela del Moral en la campaña y en la performance del radicalismo?

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Con la presentación de los precandidatos, queda claro que algunos dirigentes o sectores de la política mordieron el polvo de la derrota. Uno de ellos el ministro de Gobierno que, en lo que va del año, fue potencialmente nominado para cargos diversos, como los electivos a nivel nacional, la Corte de Justicia o YMAD. Terminó Jorge Moreno como suplente de senador nacional. Otro que no le fue bien en sus pretensiones fue el senador Raúl Chico. Enfrentado con el intendente de Santa María, Juan Pablo Sánchez, no tendrá reelección, y bregó hasta último momento para ser legislador nacional y conversó el tema con influyentes como Alberto Fernández o Santiago Cafiero. No consiguió ninguna precandidatura, pero convengamos que estuvo cerca de hacerlo y alguna compensación habrá de recibir por sugerencia de la Casa Rosada. ¿Vuelve al ministerio de Producción o se hace cargo de alguna dependencia nacional? La malaria, por otro lado, alcanzó a sectores políticos conocidos y populares que, hasta no hace mucho, tenían peso específico. Por ejemplo Movilización, uno de los fundadores del exFrente Cívico que ya no está en Juntos por el Cambio. No se presentó como bien podía hacerlo y con ello desaparece en diciembre su último representante: Simón Hernández (h). Sino igual, algo parecido le ocurrió a la renovación peronista. De tener un pedazo importante de la Cámara de Diputados –cuando menos seis legisladores- pasó a la nada y solo conserva algunos mendrugos con “Nico” Verón y Jorge Moreno, a quienes varios militantes no miran con mucha simpatía.

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Este secretario, desde los días previos al cierre de alianzas o listas, produjo varios aciertos. Pronosticó que el Frente Amplio que preparaba Hugo “El Grillo” Avila y que finalmente presentó con la agrupación nacional “Martín Fierro”, el exdiputado Rubén Yasbek y otros dirigentes de menor exposición tenía como objetivo saliente su propia precandidatura a la reelección como diputado. Se trata, obviamente, del único cargo que dentro de esa alianza puede tener posibilidades porque habría polarización y porque por la pandemia puede haber menor cantidad de votantes que en otras elecciones. También destacamos antes que nadie que, dentro de filas radicales, había dos mujeres con grandes chances de figurar en los cargos de mayor importancia y hacerse del cupo femenino que rige para todas las categorías. Nos referimos a Patricia Breppe y Silvina Acevedo. La primera va por la diputación nacional y la segunda por la senaduría nacional. Demás está decir que se trata de figuras de importancia dentro del principal partido de oposición.

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La dupla de diputados radicales que conforman Víctor Luna y Luis Lobo Vergara sigue dando que hablar. Cuando se calculaba que el eterno dirigente lapaceño, después de cuatro senadurías y dos diputaciones, iba a dejar su puesto a algún joven dirigente como lo fue él cuando se inició en política, volvió a aparecer en la lista castillista como postulante número cinco. La posición torna difícil que, después de las PASO, ocupe un puesto expectable, pero lo cierto y concreto es que se resiste a abandonar las canonjías de la política. Lobo Vergara, por su lado, se mantiene como apoderado después de haber prometido a varios candidatos del interior que los iba a asumir como concejal, cosa que no cumplió.

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RECUERDOS. Como lo hacemos habitualmente, cerramos los “Apuntes” rememorando hechos del pasado.

Vamos a un recuerdo de política nacional. En febrero del '90, hace 31 años, el expresidente Menem producía un cambio de funcionario que iba a tener gran trascendencia, hasta el punto de influir en recientes acontecimientos que rodean a la muerte del exfiscal Alberto Nisman. Aceptaba la renuncia de Juan Bautista Yofre al frente de la Secretaría de Inteligencia del Estado (exSIDE) y colocaba en su lugar a Hugo Anzorregui. Las primeras palabras de éste aludieron a que el organismo estaría al servicio de la democracia. Esta referencia, está comprobado, no fue realidad. Los servicios, en muchos casos, sirvieron para operaciones políticas, muchas de ellas espurias, que llevaron a la disolución del organismo y a la creación, por ley, de un servicio diferente. En relación a Anzorregui, hay que señalar que el hombre siguió al frente de la exSIDE por muchos años y le tocó enfrentar los atentados terroristas de la embajada de Israel (1992) y la AMIA (1994). Por éste último, en el que murieron 85 personas, fue procesado por encubrimiento y, años más tarde, fue a juicio oral junto con el expresidente, el exjuez Galeano, exfiscales y otros exfuncionarios.

El Esquiú

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