En una campaña casi ayuna de propuestas y bastante lejos del electorado, donde la mayor parte de la información que difunden los comandos partidarios se limitan a cruces de declaraciones, agresiones y contraataques entre los postulantes y sus aliados, se incorporó casi accidentalmente la cuestión minera, sin dudas un pilar de las políticas públicas en una provincia como Catamarca, que no cuenta con ninguna otra actividad capaz de acercarse al caudal de recursos que genera este rubro.

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La oposición dejó traslucir algunos cuestionamientos sin demasiada convicción, sólo con alusiones vagas al desaprovechamiento del potencial y a la poca claridad de determinados acuerdos, postura respetable pero insuficiente, si se considera que cualquier opinión del radicalismo local sobre la materia debería ser precedida por un mea culpa o al menos alguna autocrítica. Ocurre que durante los 20 años de gestión de la actual oposición al frente del Ejecutivo, Catamarca puso en marcha el mayor emprendimiento minero de la historia nacional hasta ese momento y la experiencia resultó en un manual de lo que no se debe hacer. Quizás por inexperiencia, quizás por impericia, lo cierto es que se malogró una oportunidad increíble. Bajo La Alumbrera no se tradujo en ningún despegue provincial, millonarios recursos se dilapidaron –en gran parte- sin traducirse jamás en beneficios para la población provincial, la empresa nunca priorizó la mano de obra local ni los proveedores locales y ni siquiera se exigieron para la provincia las obras previstas por responsabilidad social empresaria, que insólitamente desembarcaron en Tucumán.

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Ese mapa tan desfavorable cambió a partir de 2011, cuando ya Alumbrera se apagaba, pero sentó las bases para establecer nuevas condiciones en futuros emprendimientos, comenzando por la creación de una empresa minera provincial que puede sentarse a la mesa con los inversores. Al César lo que es del César… siempre se podrá cuestionar e interpelar una política de Estado, pero también sería justo reconocer el punto de partida y cuánto ha cambiado la situación, sobre todo si quienes hablan son responsables de los fracasos que precedieron este presente.

El Esquiú.com