El histórico acontecimiento de ayer se elevó por encima de problemas y disputas coyunturales, y lo hizo con tanta fuerza que por una jornada quedaron en segundo plano todas las demás informaciones, incluyendo el fervor de una competencia política que ingresó en su tramo decisivo. A una semana de que el pueblo acuda a las urnas, autoridades, precandidatos y dirigentes de todas las fuerzas políticas, dejaron en pausa su pulseada para asistir con respeto a la ceremonia de beatificación de Esquiú, toda una señal de la estatura del gran prócer provincial.

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La consagración del fraile de Piedra Blanca trasciende toda cuestión política e incluso religiosa, para grabarse a fuego como un hito en la historia provincial, hecho que felizmente todos interpretaron correctamente, y no hubo en la sagrada ceremonia vedetismos ni actos de figuración inadecuados. Autoridades ejecutivas y legislativas provinciales, nacionales y municipales estuvieron a la altura de las circunstancias, acompañando institucionalmente este episodio pero ocupando el lugar que les correspondía; como representantes del pueblo y no protagonistas del acto.

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Resultó también un éxito la compleja organización del evento, que implicaba un gran desafío por la necesidad de atender todo el despliegue sin descuidar las medidas sanitarias. Quizás la ceremonia se tornó un poco extensa, y varias personas -sobre todo las mayores- padecieron los efectos del impiadoso sol a medida que avanzaban las horas, pero se trata de un contratiempo propio del clima norteño a esta altura del año. Nada se puede reprochar y a la emoción por haber vivido una jornada tan especial, debe añadirse el reconocimiento a cientos de personas que trabajaron durante mucho tiempo para que todo se concretara a la perfección. Fray Mamerto Esquiú ya es beato, y en estas mismas horas de celebración, se abre la esperanza de que podamos vivir próximamente la dicha de su canonización; anhelo elevado que ha quedado más cerca que nunca de convertirse en realidad.

El Esquiú.com