Apuntes del Secretario

miércoles, 9 de marzo de 2022 01:38
miércoles, 9 de marzo de 2022 01:38

Dalmacio Mera, voluntaria o involuntariamente, picó en punta con los gestos de campaña, apenas tres meses después de la última elección y como para ratificar que este 2022 será un año electoral pese a que ninguna votación se agenda en el calendario. Lo concreto es que el nombre de Dalmacio se multiplicó en innumerables paredones de la Capital, con la simple leyenda “Dalmacio 2023”, que plantea de manera inequívoca que el propio Mera, o alguien de su círculo cercano, lo impulsa a competir en los comicios del año próximo, que según todos los indicios podrían celebrarse en marzo. Visto así, largar un año antes no parece tan descabellado, y es probable que con el correr de las semanas otros nombres comiencen a danzar en torno a posibles candidaturas.

                                                                                                                                                                

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El caso de Dalmacio es especial, porque tuvo un rol protagónico en la recuperación del poder para el peronismo tras los veinte años de hegemonía del Frente Cívico y Social en la Provincia. De hecho fue nada menos que el compañero de fórmula de Lucía Corpacci, y por ende Vicegobernador entre 2011 y 2015. Sin embargo, nunca estuvo plenamente integrado al proyecto corpacista, y en torno a su figura hubo siempre un aura de descontento que él mismo se ocupó de alimentar. Por ejemplo, cuando el liderazgo de Lucía crecía y crecía, el aparecía en los medios con incómodas críticas al Gobierno del que formaba parte, e incluso llegó a aclarar que Corpacci no era su “jefa” política. Gestos de rebeldía interna que, a mediano y largo plazo, tendieron a debilitarlo más que a fortalecerlo.

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¿Cuál era el origen del malestar de Mera? Una de las versiones más recurrentes en el mundillo político es que él quería en realidad ser el candidato a gobernador en 2011, y que contaba para ello con el respaldo de Néstor Kirchner. Fallecido Néstor en 2010, quien quedó al mando del Frente Para la Victoria fue Cristina, y ella bendijo a Lucía, que al cabo ganaría en Catamarca. Si esas diferencias en el armado original existieron hoy lo saben pocas personas, pero el hecho objetivo es que Mera casi nunca se allanó al poder de Corpacci, ni se mostró satisfecho con el rol que se le había asignado.

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Priorizando la unidad partidaria, sin embargo, cuando Lucía compitió por la reelección Mera no quedó marginado, y obtuvo una banca en el Senado de la Nación. Allí podría haber recuperado la sintonía con el peronismo, pero no hizo más que distanciarse. Llegó a tener un fuerte cruce -vía redes sociales- con el actual Presidente Alberto Fernández, avaló los allanamientos dispuestos por la Justicia macrista sobre propiedades de Cristina, y coqueteó con líneas propias, como la liderada por Juan Manuel Urtubey a nivel nacional. Más aun, llegó a formar una agrupación con el hoy senador de Juntos por el Cambio, Flavio Fama, en vísperas de las elecciones de 2019. Un itinerario que le restó consenso al político chacarero dentro de las filas peronistas, situación que se reflejó en las muecas generadas por su desembarco al gabinete de Raúl Jalil. Si ahora retorna a la arena política, es por todo ello una incógnita el espacio desde el cual podría intentarlo. En cuanto al cargo, se presume que la Gobernación, ya que difícilmente esté dispuesto a salir a la cancha por un trofeo menor.

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Inusual, como mínimo, fue el acuerdo sellado por el Sindicato de Obreros y Empleados Municipales con la Capital. No por los términos del documento firmado, que son muy favorables para los trabajadores, sino por la rapidez y el pacifismo del proceso. Como nunca, los gremialistas fueron y firmaron, prescindiendo de toda protesta, paro, cortes de calle y reclamo. Toda una rareza que, en este caso, redunda en un escenario positivo para la comuna.

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Diversos factores influyeron para que eso sucediera, comenzando por el buen aumento ofrecido (35 por ciento, incrementos para ítems como presentismo y antigüedad, y el compromiso de volver a negociar en septiembre). Pero no fue sólo una cuestión de números. El diálogo sostenido desde Capital, con el secretario de Gobierno Fernando Monguillot como primer interlocutor, dio muy buenos resultados esta vez. Alcanzará con recordar que el gremio solicitaba el 5 por ciento que había otorgado Provincia más un 50 por ciento de aumento bajo amenaza de iniciar un paro el 4 de marzo: con esa carta de presentación, que al 8 de marzo se firme el acuerdo por el 35 es todo un detalle.

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En la Municipalidad consideran que el abandono de la tradicional postura belicosa por parte del gremio, obedece en parte al conflictivo proceso interno que vive el SOEM, que se encamina a sus elecciones para renovación de autoridades entre denuncias, impugnaciones y anuncios de pedidos de intervención. Dar esa batalla y al mismo tiempo pelearse con el municipio, era demasiado, incluso para un dirigente que no le esquiva a la pelea como Walter Arévalo. Como conclusión queda lo que era ya evidente: a las bases del gremio las protestas y los cortes de calle no le agradan. Más allá de la adhesión que siempre se encuentra en 100 o 200 afiliados, la gran masa de miles de trabajadores prefiere cumplir con sus tareas en paz.

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RECUERDOS. El 9 de marzo de 1995 falleció Paco Jamandreu, de oficio modisto, y protagonista de una vida fascinante, que terminó por un ataque al corazón cuando trabajaba en una película como vestuarista. Jamandreu había nacido 75 años antes en Mamaguita, una finca que pertenecía al municipio de 25 de Mayo, en Buenos Aires. Jamandreu fue pionero en revelar su condición sexual, algo revolucionario y de alto costo en su juventud. La familia procedía de España, donde la abuela materna era propietaria de una empresa aceitera en Mataró. La Guerra Civil los llevaría a la ruina, y el joven Paco quedó marcado por la primera de las tres “P” que lo estigmatizaron, según recordaba, por “pobre, puto y peronista”. De la noche a la mañana se le acabaron los viajes a Europa, los regalos y los lujos, salvo en el vestir. Desde pequeño, Jamandreu era aficionado a dibujar vestidos para las actrices de cine que veía en las películas o de las que oía hablar en la radio. Tanto es así que, con el tiempo, acumuló un considerable número de diseños con los que, un buen día, decidió marcharse a Buenos Aires para buscar trabajo. Comenzó a escribir una sección de moda en revistas y, poco después, entró en el mundo de la industria cinematográfica argentina. Ascendió meteóricamente. Antes de los 20 años, colaboraba en programas de radio, diseñaba el vestuario de las estrellas más famosas de Argentina, salía por las noches, cenaba en restaurantes, acudía a fiestas y su bonanza económica era tal, que logró adquirir un pequeño edificio con más de 20 habitaciones en la capital porteña. Un día lo llamó una joven actriz para pedirle que la vistiera, y allí cambió todo: era Eva Duarte. Durante el comienzo de sus respectivas carreras, Paco Jamandreu y Evita se ayudaron mutuamente pero más tarde se distanciaron y no se hablaron más. Sin embargo, Juan Domingo Perón le mandó llamar de nuevo en 1952. “Eva se muere. Tengo que apelar a tus sentimientos. Lo que te voy a pedir es muy importante para mí: quiero hacerle creer a Eva que preparamos un largo viaje y que vos le estás diseñando ya la ropa. Tratemos de levantarle su ánimo. ¿Te das cuenta? Una piadosa mentira”, le dijo Perón. Al día siguiente, Jamandreu tenía los bocetos, que le fueron presentados a la Evita. Muy debilitada, ella se alegró. Cuatro días más tarde falleció. Jamandreu brillaría en el mundo de la moda, el cine y el jet set. Se codearía con artistas de todo el mundo, pero sería para siempre, en la memoria colectiva, el modisto que vistió a Evita.

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