La sucesión de Francisco

A sus 85 años, y en camino a cumplir diez como máxima autoridad de la Iglesia Católica en el mundo, la salud del Papa Francisco comienza a preocupar, e instaló en El Vaticano los primeros rumores en torno a su sucesión. Jorge Bergoglio, el Papa argentino, se encuentra plenamente lúcido, pero su decaimiento físico es notorio y su motricidad se ve claramente reducida. Se traslada en silla de ruedas por recomendación médica, y últimamente requiere ayuda hasta para ponerse de pie. Trascendió que podría mejorar con una intervención quirúrgica en la rodilla que tantos dolores le provoca, pero la operación no lleva a cabo sencillamente porque él no quiere, ya que no le gusta la anestesia. Francisco ya enfrentó varias veces el quirófano: de joven cuando le extrajeron parte de un pulmón, más tarde cuando le pusieron una prótesis en la cadera; incluso como Pontífice fue intervenido dos veces. Sufre una estenosis diverticular sintomática del colón que le causa un dolor abdominal recurrente e inflamación del colón.

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Con su investidura, sus responsabilidades y el enorme espacio que le toca ocupar en la historia, Francisco es al fin un ser humano más, un hombre mayor que enfrenta dificultades propias de su avanzada edad. Pero la situación comienza a afectar sus tareas: perdió vitalidad, suspendió viajes, se somete a constantes tratamientos y todo hace presumir que el cuadro empeorará paulatinamente conforme transcurra el tiempo. En la cúpula eclesiástica, por lo pronto, ya empezaron las disputas por el poder, y el interés se concentra en los cardenales que podrán participar de la elección del próximo Papa cuando llegue el momento. Francisco quiere allanar el camino a alguien que siga su línea, mientras sectores opositores buscarán cambiar el rumbo. Mientras tanto, se van reduciendo a la nada las posibilidades de que Bergoglio regrese alguna vez la Argentina, e ingresa en su tramo final un episodio histórico que quizás nunca más se repita: el de contar con un compatriota como Obispo de Roma.

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