El Secretario
A fuego lento
En los próximos días se cumplirán cuatro meses de las primeras detenciones ordenadas en el marco de las causas abiertas por las presuntas estafas de una media docena de entidades financieras, que dejaron una legión de damnificados en varias provincias, pero fundamentalmente en Catamarca, donde todavía es materia de especulación la cantidad de dinero que llegó a involucrarse en el fallido negocio. Mientras actores secundarios entraron y salieron de las celdas, los principales imputados permanecen detenidos, los ahorristas/inversionistas siguen esperando respuestas y los abogados agotan sus energías con presentaciones y recursos cruzados que rara vez prosperan.
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La investigación parece haber ingresado en una extensa meseta. Los medios nacionales que en un primer momento pusieron el foco en la situación se alejaron ante la falta de novedades movilizadoras, y las discusiones en la comunidad caen en teorías de leguleyos con hipótesis contundentes, mientras el verdadero proceso sigue a un ritmo muy diferente, casi estancado, ajeno a las urgencias y preocupaciones de quienes quieren recuperar su dinero. Todo ello en un clima preelectoral expectante, cuyos protagonistas siguen de cerca las alternativas del humor social en esta etapa de indefiniciones.
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Sólo podía esperar trámites rápidos en torno a este tema quien desoyera todas las advertencias previas sobre la complejidad de los asuntos a dilucidar, ya que desde un primer momento quedó claro que descifrar las rutas del dinero y deslindar responsabilidades sería extremadamente arduo. Por si ello fuera poco, declinaciones de competencias e irresueltos cambios de fuero –para colmo parciales- extienden aún más los plazos vigentes, sin que se logre vislumbrar una definición para los temas de fondo en el horizonte. Tanta espera sin que se modifique la escenografía general, abre nuevos interrogantes sobre el rumbo que tomarán las investigaciones. Semejante quietud debilita hasta las protestas más desesperadas, y resta ver si esta tendencia comienza a apagar los ánimos o si se transita apenas el ojo del huracán, y la convulsión regresa con renovados bríos.
El Esquiú.com