La fecha incómoda
A 47 años del último golpe de Estado que sufrió el país, y próximos a celebrar los 40 años ininterrumpidos de democracia, el 24 de marzo sigue siendo una fecha incómoda para muchos, particularmente en Catamarca, que abrió los ojos a los horrores de la dictadura mucho más tarde que el resto del país y demoró mucho tiempo en comprender y aceptar que esta amada provincia no había sido, como se enseñó premeditadamente, “una isla”. Resulta extraño incluso que gran parte de la sociedad se haya convencido de que el genocidio era una cuestión ajena, cuando al mismo tiempo se registran al menos 58 desaparecidos en Catamarca.
*****
Tanto se instaló la historia oficial por aquí que ni siquiera hubo que hacer grandes cruzadas negacionistas: alcanzaba con ignorar la cuestión, tanto que durante 20 años no se hizo ningún acto gubernamental alusivo al 24 de marzo. Fueron, claro está, las décadas en las cuales gobernó el radicalismo, fuerza política de mayor rol protagónico en los oscuros años que dejaron la visible cicatriz nacional de 1976 a 1983. El recuerdo automático se dirige en primer lugar a Arnoldo Castillo, quien fue intendente capitalino de la dictadura, y fue “ascendido” a gobernador en marzo de 1981, cuando el comodoro Bárcena declaró: “Castillo es un hombre del proceso, hizo demasiados méritos para merecer el cargo”. Pero no fue solo Arnoldo. Muchos otros se incorporaron al funcionarato de los militares: Guillermo Herrera como secretario general de la Gobernación, Ricardo Guzmán como subsecretario de Gobierno, Oscar Castillo como secretario privado de la Gobernación, Eduardo Brizuela del Moral como director de Catastro, Víctor Monti como funcionario judicial y José Cáceres como juez Civil y Comercial, entre otros.
*****
La realidad histórica marca que ellos gobernaban mientras otros, menos afortunados, eran exiliados, perseguidos, encarcelados o asesinados. No les quedó entonces, a la hora de la revisión, otra opción que el silencio, incluso después de que la democracia les permitiera reciclarse nuevamente en la función pública. Para ellos será siempre más cómodo, al momento de describir el espíritu de la UCR, elevar loas al correligionario Raúl Alfonsín que recordar sus propias acciones en el pago chico.
El Esquiú.com