Raúl Alejandro Jalil, 59 años, licenciado en Economía, actual gobernador de la Provincia de Catamarca. Justicialista.
Gustavo Arturo Saadi, 47 años, abogado, actual intendente de la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca. Justicialista.
Ambos portan apellidos ilustres, ambos están identificados plenamente con el peronismo, ambos provienen de tradicionales familias con altísima injerencia, durante décadas, en la vida social e institucional de la provincia.
Son, junto con la exgobernadora y actual senadora nacional Lucía Corpacci, las tres figuras más importantes del oficialismo, que gobierna Catamarca desde hace más de una década.
Jalil y Saadi fueron compañeros de bancada cuando, como diputados provinciales, coincidieron en la integración del Interbloque opositor, en la época en que el PJ penaba en las trincheras, durante el interminable reinado del Frente Cívico y Social.
Ambos saben del sufrimiento del pueblo peronista y de la dirigencia peronista, que padeció 20 años en el llano luego de que se le arrebatara el poder con malas armas. Porque el peronismo no perdió la Casa de Gobierno en las urnas en el amanecer de los ‘90. Una realidad tan inobjetable como que tampoco supo recuperarlo en las urnas en los años siguientes.
Recién una noche de marzo de 2011, el peronismo regresó. Y lo hizo sin revanchas, sin rencores, sin listas negras, sin sed de cobrarse las penurias transitadas. Mérito de Lucía, que propuso construir. Y con esa mirada y esa actitud, esta provincia norteña reconocida como un bastión natural del PJ, recuperó su identidad política. Y la hegemonía en el poder se invirtió.
El maltrecho peronismo de los ‘90 se hizo sólido en el gobierno, y fue el radicalismo devenido en oposición el que comenzó a atravesar elección tras elección sin alcanzar niveles de respaldo suficientes ni siquiera  para poner en riesgo el dominio de su gran rival político. Corpacci-Jalil-Saadi fueron vitales, trabajando en equipo y armonía, para sostener esa fuerza gobernante.
Gustavo Saadi arrancó en aquel 2011 como secretario de Gobierno del intendente Raúl Jalil en la municipalidad capitalina: era su brazo político en el gabinete de la comuna.
Tras un breve paso por la Asesoría General de Gobierno, pasó luego a conducir el Ministerio de Gobierno en Provincia: era el brazo político de Lucía.
En 2017 Saadi tuvo su primer gran test electoral: un mano a mano con Eduardo Brizuela del Moral por la diputación nacional.
Al lanzarse, estaba casi 30 puntos abajo del exgobernador en las encuestas. Pero ganó claramente.
En 2019, los tres fueron actores claves del último gran triunfo peronista: Corpacci, en el punto más alto de su nivel de aprobación popular, integró la lista como candidata a diputada nacional. Jalil preparó el gran salto a la Gobernación tras ocho años de intendencia. Saadi lo sucedió postulándose para liderar la Capital.
Obtuvieron los tres juntos una victoria inapelable.
Llegaron tiempos difíciles: la pandemia, la crisis económica, la deuda heredada y las salvajes internas nacionales del Frente de Todos mostraron un andar a puro tropiezo del peronismo en Casa Rosada, que cayó en las intermedias de 2021.
En Catamarca no: se anotó un nuevo triunfo justicialista, con el tridente fuerte y Lucía otra vez en las listas, ahora como candidata a senadora nacional.
Y se llegó al 2023, año clave, decisivo y definitorio. Con un PJ jaqueado en el país, y una Catamarca donde se busca conquistar la Gobernación por cuarta vez consecutiva. Y es aquí donde asoma un nuevo escenario partidario.
A menos de 40 días para la presentación de las listas de precandidatos, el peronismo no tiene sus nombres resueltos.
El silencio reina cuando se piden definiciones.
Los plazos electorales siguen su curso. En los papeles no hay urgencias: queda tiempo para designar a los abanderados de la próxima batalla electoral.
Pero lo concreto es que Raúl Jalil nunca dijo públicamente, hasta aquí, que competirá por un segundo mandato. En muchos círculos se da por sobreentendido, porque emerge como candidato natural luego de sus primeros cuatro años. Pero él no se pronunció.
Tampoco lo hizo Gustavo Saadi, quien apenas dejó entrever que no continuará como intendente de la Capital.
Ocurre a veces en política que un apresuramiento, un gesto a destiempo, un mal paso, altera la calma y mueve todo el avispero.
Aquí sucedió exactamente al revés.
Fue el mutismo y la inacción, el hermetismo en torno a las aspiraciones personales y la estrategia del conjunto, lo que sacudió el escenario. Y de los primeros rumores se armó una bola de nieve gigante, que sólo se detendrá (o no), cuando se revele la postura que adopte cada uno.
La existencia de diferencias entre Jalil y Saadi no entra en el terreno de las especulaciones: es un hecho. Lo que no significa que sean diferencias insalvables. Como no hubo cruces públicos, una puerta hacia el entendimiento sigue abierta.
La clave es que la dirigencia y la militancia del peronismo tienen vida propia, y no permanecieron de brazos cruzados a la espera de lo que suceda. Hablan, se mueven, opinan, se manifiestan.
Si los protagonistas no se expresaron, sus seguidores y aliados sí: las consignas “Jalil Gobernador” y “Saadi Gobernador” están instaladas en las calles.
Que por primera vez el peronismo vaya a las PASO para elegir su principal candidato con el voto de los ciudadanos es una posibilidad latente.
Cómo podría desarrollarse una contienda de esas características, de qué herramientas dispone uno y otro para luchar y quien obtendría la supremacía final es toda una incógnita.
Otro dilema es qué sucedería el día después, y cómo reunificar a todos después del duelo interno para llegar juntos a la elección general.
Son demasiados puntos a analizar y demasiadas las variables que intervienen.
Quizás allí mismo radica el motivo de un silencio que se extiende, y que demuestra al cabo que el enfrentamiento Jalil-Saadi es posible.

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