Vicky Doyle

“Miguel Abuelo fue un padrino musical para mí”

Músico.
lunes, 1 de noviembre de 2010 00:00
lunes, 1 de noviembre de 2010 00:00

Los Doyle son una familia de músicos de una amplia trayectoria nacional e internacional y han trabajado en ámbitos de cultura, educación, salud y acción social de la provincia de Catamarca desde hace 10 años, con amplios resultados y referencias de profesionales en dichas áreas. En esta oportunidad desarrollan un repertorio de música de folclore, rock y reggae, con instrumentos variados: guitarra, bombo, cajón peruano, bongo, platillo y accesorios de percusión. Además Vicky comparte escenario con sus dos hijos, Lakshmi y Gopal.

 

- ¿Cómo nace tu admiración por la música?
- Todo comienza hace unos 40 años atrás, cuando apenas tenía seis años. Descubro la magia musical de mi familia en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires. Allí mis primos tenían una banda de jazz. Todos eran artistas y ellos vivían en un barrio de La Plata, porque mi tío era ingeniero petroquímico. Ahí fue donde me vinculé por primera vez con una batería y me hice baterista; ahí me di cuenta de que mi vida transitaba a bordo de una batería. En la escuela primaria, por ejemplo, tocaba temas de Sui Generis, Spinetta… y en cuarto grado me marcó mucho la vida la relación entre el arte y la música.
Mi vieja es quien me incentivó muchísimo en el arte y me envió a estudiar con profesores particulares. Gracias a mi madre, que me dio la oportunidad, me transformé en el baterista y coro de varios grupos musicales. Con el tiempo comencé a trabajar profesionalmente con el hijo de Leonardo Favio, que se llama Leonardo Jury.
Con apenas 16 años ya tocaba en su banda. Después integré varios grupos. Muchos amigos míos continuaron su carrera en Buenos Aires y llegaron a ser exitosos, como Kevin Johansen y Javier Calamaro, éramos chicos del barrio y tocábamos juntos. La vida me llevó a vincularme con el arte de oriente, en me hice amigo de profesores de música hindú y tuve la posibilidad de viajar a la India. Comencé a ejecutar instrumentos de música hindú y a cantar en su dialecto, además de componer música. Con el tiempo saqué el primer CD, “Creo”.
Este CD de alguna manera refleja y unifica el primer proyecto familiar. Mis hijos (Lakshmi y Gopal) tenían entre 6 ó 7 años. Con el compacto comencé a vincularme con un psicólogo que creó la escuela de terapia del canto. Desde ese momento comencé a tomar seminarios y me convertí en el productor de Alberto Kuselman, que reside en Capilla del Monte.

- ¿Cómo era convivir con Kevin y Javier de adolescentes?
- Con Kevin (Johansen), hemos hablado hace un año, pero la verdad es que nos vemos muy poco y si nos cruzamos por ahí, es cuando nos juntamos con el sobrino de Miguel Abuelo. Miguel fue un padrino musical para mí, y su pérdida significó mucho para mí, me quedan los recuerdos buenos, es una presencia mágica que siempre estará con todos nosotros. En Capilla del Monte este año hemos cantado con otros músicos temas de Los Abuelos de la Nada.
Con Kevin nos juntábamos en la casa de otro amigo y Javier era flaquito, tímido, ahora que lo veo a Javier con esa voz me sorprende porque siempre fue reservado, pero en esa época teníamos 15 años.

- Una anécdota…
- Me toca hacer la colimba, por eso siempre digo que fui y seré siempre un infante de marina, pero mi lucha fue a través de la batería.
En el cuartel estaba realizando mis tareas, era la época en que volvió la democracia y comenzaron los acuartelamientos y había tal o cual revolución en el regimiento, así que estaban viendo los oficiales cómo hacer para entretener a las tropas, porque ya se veía venir un caos. Justo llego yo unos dos días más tarde, porque siempre fui así de sinvergüenza, y uno de los oficiales comienza a revisar mis pertenencias, entre las cuales tenía la agenda y comienza a ver muchos números de teléfonos de cantantes famosos de la época. Entonces el soldado que me revisó me dijo que tenía que hablar con las autoridades, para que yo pudiera entretener a las tropas. Así que eso me dio la oportunidad para salir de la colimba, y fue así que salí con una camioneta y fui a buscar a mis amigos del barrio.
Uno de ellos era Kevin, hasta había pensado en Miguel Abuelo, pero ya era muy conocido y andaba de gira, y Javier utilizaba mi batería. Me convertí en un Charly García del regimiento.

- ¿Tu llegada a Catamarca es por alguna causa particular?
- Me invitaron unos amigos que tienen unos campos por la zona de Capayán, y vinimos con mi familia de Buenos Aires, de visita por unos largos meses, hasta que nos quedamos. Un día me dijo un catamarqueño dos frases que me marcaron.
Una de ella es, “Mamá Catamarca no los dejó ir más” y la otra es “Uno va aprendiendo a querer Catamarca”.
Así fui haciéndome amigo del pueblo y comencé a trabajar con la terapia del canto en la provincia, y mis hijos fueron creciendo y comenzó a salir el proyecto familiar junto a mis hijos y mi mujer .
En Catamarca se necesita esfuerzo, perseverancia, persistencia y muchísima paciencia.
Pero Catamarca siempre nos mostró que se puede llegar, pero a ritmo catamarqueño. Por ejemplo, la experiencia de poder tocar en la peatonal todo el año pasado, en mis 46 años de vida fue una de las experiencias más fuertes, porque ahí pude ver cómo la gente nos valoraba por el trabajo que hacíamos, por la diversidad de géneros musicales.

- Después de varios años, ¿cuesta vivir de la música?
- Calamaro dice en uno de sus temas una frase que la voy a tomar, “llega un momento en que la música comienza a devolverte todo lo que vos le diste”...

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