Verónica Herrera

El despertar de los sentidos

viernes, 14 de diciembre de 2012 00:00
viernes, 14 de diciembre de 2012 00:00

Me habían hablado de Verónica, una joven de 28 años que perdió la vista hace más de una década y de su intensidad al involucrarse en distintos emprendimientos, así que conseguí el teléfono de su mamá Lucía y tras algunas conversaciones fui a su casa para charlar. Me recibió su hermana Karen y dos caniches saltarines me escoltaron hasta la cocina donde estaba Vero, sonriendo. Charlamos un rato hasta que me mostró su último trabajo, la transcripción al braille de “Rosas de Sal” de Jorge Paoloantonio, encuadernado por Lucía.

- ¿Cómo elegiste este libro?
- Yo conocía el libro, me llegó mucho, las historias que más me pegaron son las de Julia Brandán y Genoveva Ortiz de Cubas, y me dieron ganas de traducirlo. Entonces Daniel Camaño, que trabaja en la escuela de ciegos y en Radio Nacional, se comunicó con el señor Jorge Paoloantonio pidiéndole permiso para que yo de tinta lo pasara al Braille, él aceptó y yo lo transcribí. Éste, así como lo ves, va a la Cámara de Diputados.

- ¿Cuánto tiempo te llevó ese trabajo?
- Y más o menos un año de trabajo… Porque yo no contaba con la máquina de Braille, así que me la prestaban en la escuela. Este año mis padres pudieron y decidieron comprármela, estamos hablando de una inversión de $8000, y ahí pude terminar mejor el trabajo. Todos los días escribiendo y escribiendo, de dos a tres hojas por día. Mi mamá me lo leía y escribía en la máquina. Ah! Y en el archivo histórico se enteraron que yo estaba escribiendo Rosas de Sal y me pidieron que les haga la guía del museo en braille, esa guía ya está ahí a disposición de los chicos que no pueden leer en tinta.

- Me contaron que ahora estás por comenzar a transcribir otro libro…
- Sí, pero todavía no sé cual, porque no sé si seguir con el mismo autor o pasar a otro. Hilda García, una poeta catamarqueña, me regaló unos libros suyos, “Moradores del sueño” y “A libro abierto”. La otra opción es “Efemérides” de Carlos Gallo. A él yo le di una sorpresa cuando presentó el libro “Efemérides”. Le pregunté cómo hizo para escribir el caso Tayre, y él me contó que fue un trabajo de buscar y buscar en diarios de la época. Le conté que me había encantado el libro, es una obra muy linda, muy fuerte y él me dijo “yo quiero que vos me lo escribas en braille”, y yo pensaba “si supiera que yo se lo traigo listo!”. Así que en la presentación, en un momento, le dijeron “bueno, Carlos, espero que te puedas sentar porque te tienen una sorpresa” y ahí pasé al frente y le regalé “El caso Tayre” encuadernado por mi mamá, una de las efemérides en braille, y un poema escrito por un compañero mío que él leyó… No sabés, fue hermoso, para él fue una sorpresa muy grande, estaba muy emocionado.

- Y este trabajo que hiciste transcribiendo los dos libros, ¿hay posibilidad de que sea editado en braille para que otras personas los puedan comprar?
- Hay impresoras en braille pero acá no encontramos. Tenemos que ir a Córdoba o a Buenos Aires a buscar. Así que me dijeron en la Cámara de Diputados que averigüe allá cuánto nos va a salir imprimir este libro (Rosas de Sal) y ellos se hacen cargo.

- ¿Hay libros en braille acá en Catamarca?
- En la biblioteca Julio Herrera hay algo, generalmente de estudio, pero no sé si hay alguna editorial que se especialice.

- Vero, vos no naciste con problemas en la vista. ¿Cómo llegaste a perderla?
- No, yo quedé así a los trece años por un tumor cerebral. Tengo todavía la cicatriz aquí (se despeja el cabello de la cabeza y me muestra, efectivamente, la marca sigue allí), era un tumor grandote, del tamaño más o menos de una naranja. Desde los ocho años me daban convulsiones, la última que fue a los trece, fue la peor, estuve dos días en que no podía volver, estaba como dormida, entré en coma 4, creo que se llama. Me llevaron a Córdoba y me tuvieron internada en terapia; y a mis papás les dijeron que había posibilidades de que yo quedara sorda, muda o paralítica, pero nunca de como quedé finalmente; todas las otras posibilidades menos quedar ciega. Yo escribí también de esto, tengo un librito de cuatro cuentos, “Pipo el monito bailarín” que es de un circo; “Nerón y su pulga” que es de un perro; “El sol y el viento” y “Amor y Milagro”, que es la historia mía. Antes de quedar así mi mamá volcó todo lo que pasó conmigo en unas hojas de papel y yo lo adapté a cuento. Cuando era más chica, ya había quedado ciega, iba a la escuela que está por Lavalle y Florida, la escuela San Martín, que es para adultos… Yo iba con mis librillos, de matemática, de lengua, que eran para completar. Un día las maestras de esa escuela nos propusieron hacer cuentos inventados por nosotros y ahí salieron esos cuatro que te conté.

- ¿Cómo fue perder la vista a esa edad? ¿Cómo te adaptaste?
- Siendo chica no me resultó tan complicado. Mi mamá me levantó, al principio con una radiecito a pilas, todos los días ella me prendía la radio y me hacía escuchar la música de la Mona y eso me llevó adelante, me dio alegría.

- Habiendo contado con la vista durante trece años, ¿cómo te llevás con los otros sentidos ahora? ¿Cómo los agudizaste?
- Después de quedar ciega, a los 14 años fui a la escuela de ciegos que estaba por la Sarmiento entre Rojas y Almagro, y ahí agudicé el tacto. Eso fue lo primero, nos hacían hacer boligrafía con papel de servilletas, es un ejercicio con los dedos haciendo bolitas de papel para sensibilizar las yemas. Y para afinar el olfato, practicábamos con aromas de aceites, como catadores de aceites; mi mamá con los perfumes también, me hacía oler distintas cosas.

- Vos también sos catadora de aceite de oliva. ¿Cómo llegaste a formar parte del grupo de catadores de Catamarca?
- Por medio de la escuela, hace once años más o menos, en 2001 el señor Luis Arata, un ingeniero de la Aceitera del Valle, llegó a la escuela a presentar el proyecto, él quería formar un grupo de catadores de aceite de oliva. Es un proyecto en conjunto con el gobierno y el Ministerio de Producción; este año por ejemplo la gobernadora nos llevó a varios lugares, estuvimos en Salta, yo fui a Frías con mi mamá y después fuimos a Buenos Aires, a la Casa de Catamarca.

- Y como si te sobrara tiempo, actuaste en una obra de teatro…
- ¡Sí! Es una obra que la presentamos en el Girardi en octubre y el miércoles 12 de diciembre en el Ezequiel Soria. Se llama “Del requete pueblo al pan pan”, es una obra para chicos que cuenta la historia de un intendente que tiene una panadería, y su competencia el panadero “Pa Pa Pan” le gana siempre, así que decide echarlo del pueblo… Y por ahí estoy yo con mis gallinas (se ríe). Se le llama teatro ciego, estamos todos de negro y no hay luz en el escenario, no se ve nada, trabajamos mucho con los sonidos. Y a la gente que ve les ponemos unas antiparras para que experimenten cómo vivimos nosotros en ese momentito.
Guardamos cuidadosamente Rosas de Sal encuadernado por Lucía, porque no se tiene que ajar y me despido de Vero, Karen, su prima y los caniches, con la sensación de que quedan muchas cosas por conocer de ella.

Entrevista y fotos:
María Schaefer


Montañista
Verónica forma parte también de una agrupación de montañistas ciegos y disminuidos visuales que se nuclea en APYFADIM. Con este grupo ha realizado varias escaladas en el dique El Jumeal, y si bien el próximo objetivo es llegar al Cristo Redentor de El Rodeo, Vero asegura que hasta el Piscis no para.
Es una mujer con mucha energía y compromiso, de eso no caben dudas, pero a veces no todo depende de ella, como en el caso de sus estudios secundarios en la Escuela N°998 para Ciegos y Disminuidos Visuales, los que debió abandonar por falta de maestros integradores.

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