María Pessacq
“El arte se construye a partir de la ley del mayor esfuerzo”
María Pessacq entra como una ráfaga por la recepción de El Esquiú.com y me mira con sus clarísimos ojos celestes diciéndome que no podemos hacer la entrevista. A una velocidad de (calculo) unas 400 palabras por segundo; me explica que tiene a la hija enferma y al auto mal estacionado y con las balizas puestas afuera.
Mi primera reacción es decirle que lo dejemos para otra oportunidad...cuando esté más tranquila y tenga tiempo; pero, por el contrario, me propone llevar la charla hasta su auto, para evitar que los zorros grises le pongan una multa o directamente se lo lleven; lo que, finalmente, decidimos hacer.
Esta es parte de la charla, en ese escenario poco convencional, con la actriz y docente de actuación, a bordo de su Ford K.
- ¿Cuándo te decidiste por el teatro?
- Fue bastante claro para mí, desde muy chica. A los 8 ó 9 años... Yo vivía con mi familia en La Plata, donde nací, en un lugar en el que tenía acceso a propuestas muy interesantes desde el punto de vista artístico; más allá de que en esa época, hablo del 74 ó 75, ya estaba muy agitado políticamente el ambiente y faltaba poco tiempo para el golpe de Estado, con todo lo que eso implicó para la cultura y para el arte, que se tuvieron que esconder como razones de vida. Me llevaban mucho al teatro, al cine, a ciclos de animación distintos de Disney y ese tipo de mensajes.
- ¿Qué es lo que te marcó de esos años?
- Lo que me marcó cuando era chiquita, que me llevaban también mis abuelos a ver en el Teatro Argentino de La Plata, era el Ballet. Era algo mágico y que me sumergía en una atmósfera que yo intuía y sentía que quería. Tenía un tocadiscos Winco y llegaba a casa y bailaba y yo sentía eso, que quería ser bailarina... En el ‘75 mis padres se separan, cuando la cosa políticamente se había puesto más álgida y mi mamá decide que nos viniéramos a vivir a Catamarca.
- ¿Por qué Catamarca?
- Yo lo viví como que eligió un punto del mapa y ahí fuimos, pero en realidad mi mamá y mi papá, ambos recibidos de médicos hacía poco tiempo, estudiaban con unos estudiantes de Catamarca que eran sus amigos. Así le llega a ella el dato de un concurso para ser médica en Saujil. Ella rindió, quedó como médica y nos vinimos. Ella recién separada y yo junto a mis hermanos.
- ¿Cómo fue ese cambio?
- Fue un cambio muy fuerte. En Saujil iba a una escuela de doble escolaridad, entraba a las 8 y salía a las 5 de la tarde...y vivía a la vuelta de la escuela. Ahí nomás estaba el hospital donde trabajaba mi mamá, que yo lo sentía como un lugar muy propio. De ahí estaba la plaza y el lugar donde vivíamos, que al principio era una pensión con piso de tierra con un baño compartido. Luego alquilamos un departamentito detrás del hospital.
- ¿Cómo fue esa experiencia?
- Fue maravilloso y muy fuerte. Para ver cine, íbamos a la escuela, yo me bañaba en la acequia en la escuela, almorzaba también allí... Vivíamos en ese pueblo con calles de tierra donde no había nada más que la escuela, el almacén, el cementerio y la estación del tren.... Pero fue una experiencia maravillosa. Si bien durante ese año no tuve mucho acceso al arte, me marcó la vida: la naturaleza, el viento, la nieve... yo vi nevar por primera vez en Saujil, aunque parezca increíble que haya viajado al norte para ver nevar.
- ¿Luego de Saujil?
- Después nos trasladamos a la ciudad de Catamarca y yo le dije a mi mamá que queríamos ir a danza mi hermana y yo, que tiene un año y medio menos. Allí entré a un mundo muy glamoroso, todo era rosa y nosotras íbamos de bermudas y con la malla de natación y alpargatas; nada que ver. Cuando nos ví a nosotras así y al resto de redecillas, todas de rosa y de tutú, no me sentí cómoda. Mi mamá era una colgada (risas). Luego de ese cimbronazo, una amiga de Santa Rosa me invitó a la escuelita de arte; así que empecé a ir a la Escuela Vocacional de Expresión Infantil. Ingresé a esta escuela y era increíble; el cariño, la creatividad y la visión del aprendizaje y la enseñanza que se respiraba. Aprendí con los profesores Daniel Martínez, Blanca Gaete, Daniel Carrizo, con el profesor Emir Gerván de Música. Ahí, en realidad, es cuando yo me doy cuenta de que lo mío era el teatro. Luego, a los 13 me inscribí en el Teatro Municipal con Héctor Pianetti y ahí empecé a hacer un teatro más comprometido, trabajaba con gente más grande que yo. Estrenamos dos obras en las que yo participé. Me acuerdo que me hicieron un rodete altísimo en la cabeza y me pusieron tacos altos para que pareciera más grande. Fue hermosa esa experiencia. También trabajé en el Intercolegial de Teatro muchos años acá en la provincia. Luego tuve una breve crisis, que duró un año, en el que quería ser periodista o antropóloga; pero antes de terminar la secundaria me inscribí en la facultad de Córdoba. Empecé a cursar la carrera de Teatro, estudiando con profesores que acababan de regresar del exilio después de la dictadura e hice mucho teatro independiente. Empecé a trabajar en prácticos y tesis y tuve la posibilidad de hacer cine y un par de películas. Trabajé en un centro cultural que se llama El Cuenco y ya en el final del ‘98, me volví a Catamarca.
- ¿Se vive del teatro en Catamarca?
- Sí. Se vive del teatro en Catamarca y en cualquier parte del mundo. Está la idea de que te vas a morir de hambre con esto; pero en realidad eso pasa cuando no has tenido las oportunidades suficientes para trabajar de lo que querés y vivir de eso. Va más allá de la elección de una profesión.
- ¿Tiene que ver el empuje propio que uno le ponga?
- Yo tengo una posición que afirma que la pobreza viene de las posibilidades que como sociedad vamos construyendo y vamos brindando o negando a los sectores desfavorecidos. Hay gente que no tiene posibilidad de elegir lo que quiere hacer o producir, ni la tranformación que podría hacer en el mundo y ésta es una cuestión más profunda y más amplia que la voluntad que yo tenga, que sí influye, definitivamente. Pero tiene que ver con la posibilidad de elegir y cultivar lo que a vos te interesa y llevar a cabo tu vocación para generar algo y construir; eso es fundamental.
- Trabajás con los chicos actualmente, ¿cómo los ves?
- He dado clases en barrios, comedores, talleres barriales, con chicos de 4 a 11 años y adolescentes y también doy clases en el nivel Superior en el ISAC. En este último caso, estamos hablando de gente que ya eligió, es decir; que quiere ser teatrista o docente de teatro. Tengo alumnos y grupos muy diferentes, y yo hago teatro hace mucho tiempo, pero como docente ejerzo sólo hace 14 años. Llegué a un punto en el que este trabajo me da tanta satisfacción y plenitud como las que me da hacer teatro y ser actriz. La docencia para mí es una vocación, porque se trata de brindar oportunidades concretas y lo más profundas que yo pueda sobre teatro y actuación. Y los chicos se prenden... se suben a la actuación; aunque después hay que lidiar con algunas cosas...
- ¿Con qué te encontrás?
- Y... quizás los chicos no tienen demasiado interés en leer y la quieren hacer más fácil de lo que es. Pero como les digo a ellos en clase y que es algo que aprendí de grandes maestros: el arte se construye a partir de la ley del mayor esfuerzo, es una técnica extracotidiana. Yo a veces hago procesos muy grandes de esfuerzo y de compromiso corporal, intelectual y de creación, para llegar a un producto que dura una hora y media, y que lo ven 60 ó 100 personas por fin de semana. Que es distinto de las técnicas cotidianas que ponemos en práctica; que se rigen a partir de la ley del menor esfuerzo; por ejemplo, si tengo que tomar el colectivo acá en la esquina, no voy a dar vuelta a toda la manzana... pero esas son las técnicas para la resolución de la vida cotidiana y uno busca herramientas que te lo resuelvan lo más rápido posible, bien. Ese no es el caso del teatro. Yo les digo a mis alumnos: si ustedes van a aplicar ese punto de vista, no van a poder hacer arte y no van a poder construir procesos artísticos. Es un gran esfuerzo y a la vez, un gran placer, ¡pero la vocación está allí! Les digo que no solamente enfoquen la vista en el producto terminado, porque hay que tomarle el gusto a esto, a este guiso que hay que hacerlo, a este pan que hay que amasar, a esta olla donde necesariamente tenemos que combinar estos ingredientes. Les digo que hay que tomarle el gusto al proceso en sí.
- Me gustaría que nos cuentes qué pasa con La Primitiva.
- La Primitiva está. No tiene un espacio propio, como el que teníamos en Salta 1078, en el que esta ciudad la vio nacer en 2009, pero como grupo cultural aún existe y no ha cerrado. Lamentablemente Catamarca no tiene muchos espacios en donde se produzca arte y se gestione la presencia de arte de otros lugares, y la posibilidad de poder producir y promocionar el arte, pero seguimos circulando. Es más, vamos a participar en la Fiesta Provincial de Teatro con una producción que se originó en La Primitiva cuando todavía tenía su espacio. Lo que sucedió es que nos tuvimos que ir a Polcos, Villa Dolores, pero físicamente no puede funcionar allí porque no está en condiciones. Oscar Németh, que es el mayor impulsor del proyecto, está tramitando los papeles de la personería jurídica, que actualmente no tenemos, a pesar de que se hizo toda la presentación de los documentos requeridos. Pero el trámite está trabado de hace dos años ya. Actualmente somos una asociación sin fines de lucro, figura jurídica que nos impide solicitar subsidios o créditos que nos permitan autosustentarnos o soportar el espacio. Así que estamos esperando que eso se concrete para poder trabajar y por momentos es algo muy angustiante...
- ¿A qué pensas que se debe esto?
- La verdad que no sé. Porque las intenciones, la orientación y los destinatarios de las políticas gubernamentales de Estado, coinciden con las nuestras como grupo de trabajo, pero no las podemos concretar, necesitamos que estas políticas nos apoyen.
Entrevista Natalia Lucanera