Cara a cara

Una luz en la oscuridad del hambre

Hoy: Mirian Fresco (Comedor “La Luciérnaga”).
domingo, 19 de agosto de 2018 00:00
domingo, 19 de agosto de 2018 00:00

Todo es precario: la casa, el lugar donde se cocina, los elementos para cocinar. Barrio 20 viviendas al norte de la Capital. Allí, en medio de tanta pobreza hay un tesoro enorme que se llama dignidad. Con entereza, con solidaridad. Allí funciona el comedor comunitario “La luciérnaga”, como buscando que el bichito les preste un poco de luz. Y allí está su creadora y presidenta: Mirian Beatriz Fresco, líder de un grupo de mujeres que luchan día a día para intentar ganarle la dura batalla al hambre ,y que se aferra a Dios diciendo: “nos bendice todos los días con la comida” . Es mucho lo que se hace en ese lugar, como también mucho es lo que les hace falta. Un Cara a cara para comprometerse con esa dura realidad que es la pobreza. Si puede, marque el 3834-190989. Alguien siempre está esperando una alegría.
  -¿Recuerda cuándo comenzó a funcionar el comedor?
  -Hace años, más precisamente el 8 de marzo del 2011.
  -¿Hubo un acontecimiento en especial para que se creara el comedor?
  -Por esa época había un asentamiento en la esquina de mi casa y eran muchos los chicos que andaban a la deriva porque las mamás no tenían ni para cocinar. Las familias recién se estaban asentando. Así nació la iniciativa de darles un plato de comida a esos niños, que andaban dando vueltas por el sector. Nos reunimos un grupo de madres para ver si podíamos hacer una olla popular. Nuestro primer plato de comida compartido, recuerdo, fue un locro.
  -¿Aquél asentamiento tenía un nombre que lo identificara?
  -Sí. Se llamaba “Asentamiento Rivadavia”. Ahora son todas casitas dignas.
  -¿Cómo nace la idea de ponerle al comedor el nombre de “La luciérnaga?
  -Decidimos que cada madre pusiera un nombre en un papelito y salió “La luciérnaga”, que representa a algo que brilla en la oscuridad. Porque sinceramente, después de tanta oscuridad uno necesita una lucecita que nos aliente.
  -Tomada la decisión y elegido el nombre del comedor, luego vino la tarea más difícil: lograr el funcionamiento y la mercadería para cocinar todos los días.
  -Primero, comenzamos a pedir materiales para la construcción de un salón. Después vino lo otro, que se convirtió en una rutina diaria: tener que juntar las cosas para la comida…
  -Perdón por la interrupción: ¿dónde y cómo se construyó el salón comedor?
  -Se construyó aquí en mi casa, gracias a la colaboración del Sr. Bernardi (la empresa Bernardi-Ferretería está por Sarmiento Norte, a pocas cuadras de “La luciérnaga”). La Municipalidad de la Capital puso la mano de obra. Al mediodía se les daba el almuerzo y a la tarde se ayuda a los niños con las tareas escolares, más otros entretenimientos como clases de música.
  -Pero algo pasó con el comedor.
  -Pasa que ésta es una zona de terrenos rellenados, entonces un día se asentó el terreno y se agrietaron todas las paredes del salón-comedor. Por esa razón es que no se lo puede usar, porque representa un peligro. Ya estamos buscando la manera de solucionar el problema.
  -¿A cuántos chicos comenzaron a darles de comer?
  -En un comienzo eran alrededor de 70 chicos, porque son muchas las familias y casi todas numerosas. Eran 16 familias las que integraban el asentamiento. En los inicios también hicimos los trámites para que nos ayudara el PIO (Programa de Igualdad de Oportunidades), y logramos un aporte de 5 mil pesos por mes. Al poco tiempo, los niños ya eran 113. Si bien esa plata alcanzaba para diez días de comida, aquí a los chicos se les daba de comer los treinta días del mes. Porque tengo la suerte que la gente me ayuda mucho.
  -Se ha convertido en un personaje muy conocido a través de las redes sociales y medios de comunicación, especialmente radiales.
  -¿Sabe por qué? Me hice conocida porque le saco foto a todos los que ayudan y a todo lo que llega al comedor, como así también a todo lo que se va, es decir todo lo que hacemos y damos a los niños. De esa manera, la gente se suma día a día y colabora cada vez más, porque nos tiene confianza.
  -¿Vienen chicos de otros barrios a pedir comida?
  -Vienen de barrio La Victoria, La Esperanza, Los Amigos, Eva Perón, San José Obrero… ¿y sabe de dónde vienen chicos a pedir comida?
  -Cuéntenos.
  -¡Del San Antonio Sur y Valle Chico! Cruzan toda la ciudad para venir a comer algo. Se vienen en colectivo. Algunos tienen que tomar dos colectivos para llegar hasta aquí.
  -¿Qué es lo que actualmente se les está dando a los chicos?
  -Le cuento algo primero: aquí no le fomento la vagancia a nadie. Para poder estar en mi comedor tienen que ganarse el plato de comida. Si bien yo soy la que cocino, hacemos grupos de cinco madres por día para que juntas hagamos las tareas. Imagínese que hay que pelar una bolsa de papa, una bolsa de cebolla y una bolsa de zanahoria por día. Los días miércoles y sábados vamos a la feria a pedir mercadería. Todo esto está filmado en nuestro Facebook: cómo comenzamos la mañana, los trámites y hasta el momento de llegar a cocinar. Le digo más: si no fuera por los dueños de los puestos de la feria (nuevo Mercado de Abasto), nuestro comedor no existiría; porque ellos son los que nos dan la verdura y la fruta. Nos llenan la camioneta para que podamos seguir adelante con la comida para los chicos. Un plato de comida siempre van a tener.
  -Suponemos que la demanda del servicio ha crecido.
  -Estamos dando de comer a 150 niños, más 17 madres. Lo hacemos de lunes a viernes y descansamos sábados y domingos. ¡Quisiera darles de comer también los sábados, pero no tenemos fondos y no nos alcanza la mercadería! Para colmo de males, cada vez están más caras las cosas. Hoy (por el martes pasado), por ejemplo, hicimos torrejas de arroz con una ensalada de tomates, cebolla, huevos y choclo.
  -¿Y vienen a pedirle algo los sábados y domingos? ¿Qué hace en esos casos?
  -Claro que vienen los fines de semana. Yo los conozco y entonces les preparo un cajón de verduras y frutas para que lleven. No hace falta que me lo pidan, yo los conozco. Son familias que viven de las asignaciones familiares, de changas. ¡Pero no les alcanza para nada!
  -Si no le molesta la pregunta: ¿Usted, de qué vive?
  -No tengo nada. Trabajo en casas de familia, planchando, limpiando, algunos días a la semana. 
  -Cómo decirle a usted de la difícil situación económica-social que se vive en el país.
  -¡Cada día está peor! Le voy a comentar algo: (busca algunas fotos) Hay chicas que eran niñas cuando empezaron a comer en el comedor. Hoy, vienen sus hijos a comer.  Vienen a pedir por favor que los anote porque no tienen para comer. Duele escuchar con frecuencia de esas madres jóvenes: “Necesito que me ayudes”. Además, necesitan leche y pañales para los bebés, y por ahí remedios. Es muy duro todo.
  -¿Y cómo se maneja desde lo político?
  -Yo me saco fotos con el que viene: sea radical, peronista o del partido que sea. Aquí estuvieron Miguel Vázquez Sastre, el Dr. (Rubén) Manzi, Gustavo Saadi, el ministro Eduardo Menecier y otros. A todos les estoy muy agradecida. Lo que importa es que vengan y nos ayuden.
  -Alguien denunció que usted tiene una rotisería…
  -¡Mentiras! Fue una operación política que no merece se pierda el tiempo. De manera categórica: no tengo una rotisería… ¡y ojalá la tuviera!
  -Ante la imposibilidad de usar el salón, los chicos y las madres vienen y retiran la comida, ¿es así?
  -Vienen algunos niños, pero mayoritariamente lo hacen las madres. A las 12,30 comenzamos a entregarles la comida.
  -¿Y qué pasa con esa gente a la mañana, a la tarde y a la noche?
  -Y, lamentablemente, ahora no les podemos dar nada. Antes les dábamos por la tarde una leche con pan o facturas que nos donaban las panaderías, pero como le contaba, se partió el salón y no podemos arreglarlo todavía.
  -¿Prefiere darles de comer aquí o que lleven la comida a sus casas?
  -Es que llevando la comida a la casa no pierden el vínculo familiar, que es algo que lamentablemente se está perdiendo. Para nosotros es importante que los niños coman junto con los padres, que sepan de la importancia de estar en familia.
  -¿Tiene todos los elementos para cocinar la cantidad necesaria?
  -Solamente tengo dos ollas. Faltan espumaderas, porque se rompen  con el uso. Me queda un solo cucharón. Estamos necesitando de esos elementos.
  -¿Algunas de las personas que forman parte del grupo de cotidianas colaboradoras con el comedor?
  -Con mucho gusto: Alejandra Romero, Erika Vergara, Irma Arrascaeta y Graciela González, por nombrar a algunas. Son mamás que siempre están. Vienen y se hacen cago de todo, por supuesto que de la comida también. Yo tengo que salir a pedir y ellas se encargan de hacer todo lo necesario. Pido disculpas si me olvido de algunos nombres en estos momentos, pero hay un grupo de gente buena y solidaria que hace posible que muchos chicos tengan su plato de comida.

“Es horrible sentir hambre”

Teníamos la curiosidad de saber el porqué de ese espíritu solidario, de pensar en el prójimo. Con notable aplomo Mirian comenzó su relato: “Hace muchos años atrás, cuando mis hijos eran chiquitos, tenían 5 y 3 años y el más chiquitito todavía no caminaba, pasé  necesidades muy grandes. Yo conocí el hambre, conocí lo que es sentarme en la puerta de mi casa a llorar por no tener que darles de comer a mis hijos. Por ese tiempo había un comedor acá a la vuelta, en el barrio La Victoria, y daban de comer a los niños, pero no a los más chiquitos. El más grandecito, que tenía por ese entonces 5 años, me dijo una noche que tenía hambre, y me preguntó: ¿cómo no vas a tener algo para comer? Fue tremenda la impotencia que sentí. No tenía trabajo, no tenía nada y no sabía para dónde disparar. Los dos que iban al comedor de la vuelta, cuando les tocaba comer hamburguesa, por ejemplo, comían la mitad y la otra mitad la traían en el bolsillo del pantalón para que comiera yo y el más chiquito”. A esta altura del relato, Mirian no pudo ocultar las lágrimas. Su aplomo inicial se transformó y  se inundó en el  llanto: “Si una madre no tiene para darle de comer a uno o dos hijos, mucho menos va a tener para alimentarse ella. Aquí  vienen a llevar comida para los chicos, pero algunas veces también lo hacen para la mamá, porque ella también necesita alimentarse. Solamente el que vive y siente la pobreza y la falta de comida lo  puede contar, puede saber qué siente la otra persona. Yo lo viví. Es horrible sentir hambre. Sentí hambre por primera vez cuando mi hijo mayor, que ahora tiene 18 años, estaba en la panza. Recuerdo que tenía un embarazo avanzado y la patita de mi hijo (se estira el abrigo a la altura del vientre) era como que me estiraba la panza y se movía muy fuerte… yo no había comido en todo el día ni a la noche. Fue horrible: al hambre lo sentía yo y mi bebé en la panza. En realidad no es tan terrible que uno pase hambre… ¡el drama es cuando no tenés que darle de comer a tus hijos! ¿Qué les doy? Es lo primero que te preguntás: le querés dar un mate cocido y no tenés un pedazo de pan o no tenés azúcar. Ahora… la satisfacción que se siente cuando tenés para darle un plato de comida a los chicos, es realmente algo muy hermoso. Es como cuando reciben un juguete para el Día del Niño.”

La cena de gala

 Nos cuenta Mirian que todos los años, en el mes de diciembre, les  prepara para los chicos y las mamás la cena de fin de año. Pero que la cena del año pasado tuvo la particularidad de ser “de gala”. Y nos explicó ante nuestro pedido: “Es como cuando va a un salón de fiesta. Alquilé mesas redondas con manteles blancos, cubre sillas, vajilla de loza y copas. Todo alquilado. Se montó un escenario y un hombre que siempre me ayuda, Gustavo Armitaña, nos regaló 200 juguetes. ¡Y no eran juguetes usados! Eran juguetes de primera calidad. Además, hubo de regalos perfumes para los más grandes y estaban todos acompañados de sus padres. Cada regalo tenía su nombre, porque yo conozco a mis niños. Por supuesto que estamos preparando los festejos del Día del Niño, que en realidad serán varios porque la gente nos colabora siempre y hasta el último domingo de agosto estaremos festejando junto a los chicos. Recuerdo que en aquella cena de gala, el 22 de diciembre, comentamos entre las madres que colaboran en el comedor que no sabíamos si los hicos iban a tener una Navidad en cada una de sus casas, pero estábamos felices de que aquí en el comedor la puedan tener. Se armó un hermoso árbol navideño y hasta Papa Noel llegó con los regalos”.

Por Kelo Molas.

57%
Satisfacción
27%
Esperanza
3%
Bronca
12%
Tristeza
0%
Incertidumbre
0%
Indiferencia

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