Cara a cara

Arriba y abajo del escenario: un canto en estado puro

Hoy: Nadia Larcher.
domingo, 5 de agosto de 2018 00:00
domingo, 5 de agosto de 2018 00:00

Está entre las elegidas. Una obra antológica en memoria de Armando Tejada Gómez la tiene cantando “La de los humildes”, compartiendo el disco con Mercedes Sosa, Hamlet Lima Quintana, Liliana Herrero, La Bruja Salguero, León Gieco, Víctor Heredia, Suna Rocha Enrique Llopis, Eladia Blázquez y Teresa Parodi, entre otras figuras. Volvió al Poncho después de ocho años. Volvió en un estado puro de artista, por su voz y su expresividad. Volvió para hablar “de lugares donde el canto no está seducido por los escenarios”. Andalgalense de pura cepa. Se llama Nadia Larcher y es la protagonista de este domingo. Ojalá tenga el lector la misma sensación que nosotros: el privilegio de un recital exclusivo, en una mesa de café. Una actuación estupenda, sin necesidad de un escenario. Si hasta nos quedamos con las ganas de pedirle “¡otra!”. 
  -¿Estás en una etapa de permanente búsqueda?
  -Se habla mucho de la búsqueda, tanto a nivel personal como a nivel artístico. Para mí, en lo artístico, es apuntar siempre al conocimiento. Desde muy chica, la música significó conocimiento: conocer nuevos lugares, cosas que no sabía, mi cultura, el arte de mi tierra, el arte de otros lugares del mundo. Y a partir de allí reflexionar, pensar, mirarme a mí misma, mirar a los demás. La síntesis sería ir en búsqueda de eso que todos queremos: que el mundo esté un poco mejor. Considero que el arte puede ser un espacio para el conocimiento. La música tiene como el mandato y esa cosa fatal  del aquí y ahora. Es como el teatro, son las partes escénicas, lo que está vivo.
  -¿Qué has descubierto en esa búsqueda?
  -Esa fatalidad a la que aludía tiene también el cariz de que implica que estemos vivos en la escena. Suele suceder que a veces nos ponemos las personas delante de la obra. Mi búsqueda tiene el objetivo de que lo que importe sea la obra y no la persona. A veces nos llenamos la boca de nombres: Atahualpa Yupanqui o Mercedes Sosa, pero nos cuesta hablar de sus obras. Noto que hay como un corrimiento de la mirada que creo tiene que ver con el tiempo que estamos viviendo: el entretenimiento o que valga más el artista que la obra. Me gustaría correr el foco de esa mirada. Por eso la búsqueda que se nombre algo más que mi propio nombre. Que puedan nombrarme a partir de lo que estoy haciendo y no solamente de lo que estoy siendo.
  -¿El homenaje al catamarqueño Luis Víctor “Pato” Gentilini tiene que ver con eso?
  -Exactamente. Ese fue un trabajo que me dejó en este lugar del pensamiento. Me empecé preguntando: ¿por qué nunca escuché al “Pato” Gentilini en Catamarca? Cuando comencé a indagar sobre su obra conocí su vínculo con los poetas del Norte, sobre los arreglos, sobre los ensambles musicales. Esa idea de hacer música sin estar ligado a la esclavitud de lo comercial. Lo hermoso de tener un relato vivo como el de “Pato” Gentilini y poder ligarme con eso es como amarrarme a una historia regional muy fuerte que hoy parece opacada por la televisión, por todo lo que nos llueve desde el mercado, de esa industria que ya no tiene patria. Para mí fue muy importante ir, buscarlo, sentarme con él a trabajar, abrir libros, abrir discos, escuchar, relacionarme por primera vez con material que en mi vida imaginé que existía y que tenía como fuente de inspiración a Catamarca.
  -Contabas en un reportaje de Página/12 que habías conocido a un hombre con un pensamiento muy profundo.
  -Hecho en el caminar y en el hacer. Tiene que ver con la búsqueda de la que hablamos. Que nos encuentren haciendo, sólo así se van a notar los callos en las manos. Los artistas nos subimos rápidamente al carruaje del entretenimiento y es como que ya no nos costara nada. Es muy raro hablar del trabajo artístico  cuando implicó muy poco: bueno, nos juntamos un par de semanas, ensayamos tales temas y salimos a tocar.
  -Esto de la búsqueda es como tener siempre un desafío por delante.
  -Estoy trabajando en dos nuevas obras de dos artistas catamarqueños, con la misma intención: que conmigo venga la reflexión, el pensamiento y el trabajo sobre algo. Los  elegidos son Luis Franco y Margarita Palacios, dos figuras enigmáticas, de mucha fuerza. De Franco me interesa todo ese mundo ideológico que nos falta indagar a los catamarqueños; siempre lo vimos como un poeta más panteísta y en realidad es un poeta político tremendo. De Margarita, todo su pasado antes de ser la mujer famosa. No quiero acostumbrarme a subir solamente a un escenario, mientras que del trabajo abajo del escenario no se sabe mucho.
  -Desde lo folclórico, ¿dónde ubicas a Catamarca?
  -Hay una influencia muy grande de una manera de hacer folclore, que ya no tiene que ver con otras provincias. En algún momento se dijo que el folclore de Catamarca estaba muy influenciado por la música de Salta o Santiago del Estero. Más bien creo que hay una influencia muy potente del folclore que nace de la industria; esa industria pop, baladista, que pone en escena una sonoridad: batería, bajo, guitarra eléctrica, voces muy parecidas a artistas como Los Huayra. Hay como una corriente de esa naturaleza que ocupa todos los escenarios provinciales y, después, una corriente muy pequeña, como más independiente, de gente que está indagando, que anda buscando cosas. Creo también que hay mucho por descubrir en el interior. El folclore de Catamarca está vivo, pero considero que hay que tener la precaución de no dejarnos hipnotizar por lo que la industria musical pide o exige para tener determinado éxito. Sostengo que para que lleguen los que vienen, hay que generar los mecanismos necesarios desde las políticas culturales y nosotros  sentirnos más medio de transmisión que producto. Así estaremos garantizando que esa música nuestra, esa herencia catamarqueña, viva y perviva.
  -¿Qué pretendes entregarle a la gente en cada actuación?
  -Creo que deberíamos invitarlas a las personas a que se sientan de manera potente para salir de ese estado de cotidianeidad. Crear una oportunidad para dejarnos atravesar por los sonidos y volver a sentirnos entre nosotros, lejos de lo banal.
  -Se habla mucho de volver a la esencia cuando de festivales y folclore se trata.
  -No creo en la esencia como algo que está ahí, que no se puede cambiar, que no se toca. Creo que a la esencia la vamos conformando a través de nuestros actos, de nuestra manera de trabajar y sentir y, sobre todo, de lo que queremos ver. Por eso la necesidad de volver al interior catamarqueño. Volver a ver las fincas, el agua rica, cantar y ver a Doña María sacando sus productos. Allí hay una esencia que tiene que ver con los conocimientos ancestrales. Entiendo al folclore en una tejedora hilando mientras alguien cosecha la nuez o mientras alguien toca una guitarra. Es todo lo vivo que nace del contacto entre los seres humanos. Cuando pienso en la esencia del folclore pienso en el qué estamos haciendo, cómo miramos a nuestros artesanos, a nuestros productores, a nuestra propia historia. Debemos pensar que, los que hacemos folclore, también somos los que tenemos los micrófonos, algo nada menor el tener un micrófono en una sociedad. Es un poder que hay que manejar con mucha responsabilidad; y a veces somos como muy ingenuos, como que no sabemos comunicar y allí estamos transmitiendo una idea de artista que puede llegar a ser un poco peligrosa.
  -¿Cuánto tiene que ver la ética y la honestidad conceptual en la diferenciación de música buena o mala?
  -La música no es mala solo por su sonoridad. Cuando la música engaña, cuando se usa para mentir, para oprimir a los pueblos o para hacer que unos tengan más poder sobre otros, me parece que ahí empieza la música mala. No estoy de acuerdo con que la cumbia sea una música mala; la música es mala cuando el pueblo empieza a perder y que ganen otros, como por ejemplo que ganen las multinacionales, las discográficas. Que unos cuántos se llenen los bolsillos de plata, en síntesis; ahí se impone la música mala. Cantores desafinados y una guitarra desafinada en una peña, no es música mala. Es lo que está pasando, hay que mirar el contexto. También hay que tener en cuenta, entre lo bueno y lo malo, que en el medio igualmente hay cosas, esos intersticios para pensar que lo bueno y lo malo no es tan determinante.
 -¿Ser músico independiente es también gozar de la libertad de hacer?
  -Sí. Es tener la libertad de tomar las decisiones estéticas y artísticas que uno quiere. Pero sobre todo: tener la posibilidad de generar una trayectoria, un andar que no esté controlado por el negocio. Hay artistas como Teresa Parodi que trabaja con una discográfica, pero su obra fue tan contundente que no le pueden decir qué hacer.
  -Tu regreso al Poncho fue de un nivel excepcional por partida doble: como solista y como parte del elenco del espectáculo “Mil distintos tonos de verde”.
  -Fue muy emocionante volver y poder cantar esas canciones. Me tocó nada más y nada menos que “La catamarqueña” (Con gesto nostalgioso agrega: “si me voy, volveré; hecho sombra dolida otra vez…la tierra por dentro”). Lo mejor fue encontrarme con Itatí y la gran Silvia Pacheco que al escucharla cantar fue como activar la memoria de mi niñez. Y después, hermanarse con las otras cantoras (Hilda Lizarazu, Julia Zenko y Marcela Morelo). Creo que los  encuentros de mujeres están dando sus buenos frutos. Entiendo que ese abrazo sentido que nos dimos entre bambalinas fue un abrazo casi símbolo del tiempo que estamos viviendo las mujeres. Fue algo muy hermoso. Me emocionó ver lo que le pasa a las personas con esas canciones catamarqueñas; ver a  músicos de la talla de Lito Vitale o Víctor Carrión tocando nuestra música y sonando de una manera increíble, con un recibimiento muy grande por parte del público.
 

Quien quiera oír que oiga

O lea en este caso. Sirva el título del tema de Litto Nebbia para destacar algunas de las frases que dejó Nadia Larcher durante el reportaje.
  -Para mí, desde muy chica, la música significó conocimiento.
  -Ir en búsqueda de eso que todos queremos: que el mundo esté un poco mejor.
  -Mi búsqueda tiene el objetivo de que lo que importe sea la obra y no la persona.
  -Que puedan nombrarme a partir de lo que estoy haciendo y no solamente de lo que estoy siendo.
  -Me  interesó mucho del “Pato” Gentilini esa idea de hacer música sin estar ligado a la esclavitud de lo comercial.
  -Los artistas nos subimos rápidamente al carruaje el entretenimiento, y es como que ya no nos costara nada.
  -De Luis Franco me interesa todo ese mundo ideológico que nos falta indagar a los catamarqueños.
  -En Catamarca creo que hay una influencia muy potente del folclore que nace de la industria.
  -Hay que tener la precaución de no dejarnos hipnotizar por lo que la industria musical pide o exige. El folclore de Catamarca está vivo.
 

Cantar para olvidar el hambre

Concluida su participación en el Poncho 2018 –noche inaugural-, Nadia puso en marcha el motor de su espíritu de búsqueda y se fue a nuestro interior. Dos semanas después, estuvo unas horas en la Capital y regresó a la Capital Federal. ¿Qué anduvo haciendo? Así lo cuenta: “Estuve volviendo a visitar a mis amigas copleras y a mis amigos copleros. Con Ignacio Lovel y Carolina Cabrera, dos realizadores catamarqueños, más un equipo de gente de Catamarca, hicimos un programa (documental) llamado ´El país de la vidala´, que de alguna manera intentaba determinar un territorio de música originaria, que recorrí para aprender a cantar. No sólo aprendí a cantar la vidala, sino también aprendí una filosofía del canto, a partir de cómo ellas y ellos viven el canto en esos lugares. Lugares donde el canto no está seducido por el escenario; el canto es porque sucede, como hecho ritual, en su estado más puro, el canto es salvación. Por ejemplo, Doña Aidé Soria, una coplera de mi barrio que ya murió porque estaba viejita, me decía: ´m´ija, yo aprendí a cantar para no sentir hambre; cuando estaba en el cerro con las cabras y me faltaban horas para volver a la casa, me ponía a cantar para olvidarme que tenía hambre’. Para  los que andamos cantando –y que pareciera que sólo se lo puede hacer  en un escenario- escuchar algo así sirve para darnos cuenta de cuánto contaminamos la música. Anduve por Santa María visitando a Don Eusebio Mamani, coplero de Fuerte Quemado, y a Doña María Arjona, que es una coplera hermosa y muy pobre, pero muy pobre, con una generosidad tremenda: nos convidaba pasas, higos, orejones. Como para establecer el compromiso de que volvamos a vernos, a cantar. Eso fue algo muy emocionante. Después fui a Fiambalá, visité a Angélica Reales, una gran vidalera. Al respecto, un estudioso como Sergio de la Colina, sostiene que la vidala de Fiambalá es de la más antigua, un tesoro vivo, un legado desde lo más originario; porque es una vidala sin letra, es lo único que se canta con gritos y el ritual está pensado en que sólo se canta en grupos. El ritual de la vida en Fiambalá es colectivo, como un signo de hermandad. Y eso para mí tiene mucho valor en una época en la que somos tan individualistas”.
 

En pocas palabras

  -Nombre y apellido: Nadia Larcher (Sonríe, nos dice el segundo nombre y acota: “no lo pongas, no hace falta”).
  -Padres: Guillermina Contreras y Ramón Larcher (Agrega: “ellos nacieron en las montañas. Soy parte de la primera generación de pueblerinos de mi familia, nacida en un hospital. Mi mamá, mi abuela y la madre de mi abuela nacieron en la montaña; eran arribeños, campesinos, criadores de cabra”.
  -Lugar de nacimiento: Huachaschi (aclara su significado: “lugar donde van a parir las mujeres. Es un topónimo cacano. Es el barrio más popular, con más niños. Es una tierra muy rica, con mucha sabiduría”).
  -Estado civil: soltera.
  -Estudios: Profesora de Literatura.
  -Admiración: Por Teresa Parodi, Liliana Herrero y Mercedes Sosa (Añade: “a medida que conozco su historia admiro más a Margarita Palacios; a mis maestras vidaleras y copleras; a Doña Angélica Reales; a Cruz Farfán. Por todo lo que pueden llegar a hacer con el canto”). 
  -Don Olimpio: “Es un noneto. Un ensamble que armó Andrés Pilar, un pianista excepcional de Buenos Aires. Somos nueve integrantes y mi rol ahí es de instrumento. Lo digo así porque me gusta sentirme al igual que el bandoneón o la guitarra. A veces está bueno bajar del grado de auto importancia”.
  -Nominación Premios Gardel: “Cuando entramos estábamos muy emocionados. Después entendimos todo: es un premio que arman las discográficas para generar un movimiento de prensa y para promocionar artistas que quieren las discográficas. El premio, como músicos independientes, fue haber llegado hasta ahí”.
  -Un personaje en el mundo: Don Máximo Chaile (Dice además: “no lo conoce mucha gente. Vive en Medanitos. Es un agricultor. Cuando lo conocí, sentí que estaba ante la presencia de la humanidad plena. Humilde, de una gran entrega, artesano de la madera y dueño de sus viñas. Fue tan fuerte haberlo conocido que le regalé el único poncho que me tejió mi madre, tal vez con la intención de que lo cobije”).
  -Una canción: Vidala para una tarde (“Una canción del ´Pato´ Gentilini, que la escribió con Luis Sánchez Vera”).

Por Kelo Molas

72%
Satisfacción
9%
Esperanza
0%
Bronca
9%
Tristeza
0%
Incertidumbre
9%
Indiferencia

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