Manuel Belgrano o la revolución en el interior

domingo, 17 de octubre de 2010 00:00
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Uno de los principales protagonistas de la revolución, Belgrano, era un abogado con sólidos conocimientos en Economía que dejó su lugar de porteño ilustrado y salió al interior de aquel país todavía en formación, donde libró batallas decisivas a pesar de que se consideraba un militar sin brillo. En el Paraguay, impulsó la liberación de los indios, entre quienes repartió tierras. Impulsó la educación y donó sus bienes. Su obra trasciende largamente la creación de la bandera.
A Belgrano lo asociamos automáticamente con la bandera argentina. Este la creó, como sabemos, frente a las costas del río Paraná un 27 de febrero de 1812 en Rosario. Al no existir un Estado constituido, ni tampoco una idea de nación que envolviera a los habitantes de todas las regiones del ex virreinato, ese símbolo, principalmente guerrero, fue utilizado por Belgrano para demostrar a sus soldados que el proceso no tenía vuelta atrás.
Pero ese recuerdo automático de Belgrano en su relación a la bandera patria terminó eclipsando muchos otros aspectos de este verdadero revolucionario. Belgrano fue uno de los hombres más importantes de la revolución ya que transformó su lugar de porteño ilustrado saliendo del espectro cabildante y se dirigió hacia el “interior”, el campo de batalla de la revolución.
Belgrano, un abogado con amplios conocimientos en Economía, tuvo su experiencia de fuego entre 1806-1807, durante el proceso desencadenado por las Invasiones Inglesas, cuando estuvo al mando de algunas unidades del Regimiento de Patricios. Aunque él mismo se reconocía como un militar sin brillo, eso no lo amedrentó en su primera campaña a las tierras del Paraguay poco tiempo después del 25 de mayo de 1810, donde en lugar de rapiñar y causar estragos en las poblaciones que estaban a su paso, algo común entre las soldadescas de esos tiempos, instruyó a sus hombres en el orden y la austeridad. Fundó algunos poblados como Mandisoví (hoy Federación) en Entre Ríos y Curuzú Cuatiá en Corrientes. Pero su principal obra estuvo determinada en la “Proclama a los indios de las misiones”, donde los declaró libres e iguales, inspirando la repartición de tierras entre los guaraníes.
Belgrano anunció esta propuesta de vanguardia siguiendo los lineamientos encomendados por la Primera Junta de Mayo, lo que reafirma el carácter progresista de ese gobierno que, para ese entonces, también transcribía sus actas en quechua.
Algunas crónicas de la época nos cuentan que para el festejo del primer aniversario de la Revolución de Mayo, en 1811, la figura principal que desfiló por Buenos Aires fue precisamente un aborigen o su caracterización, en el papel de americano, anunciando el regreso de la libertad de los pueblos de todo un continente. Ese era el clima inmediatamente posrevolucionario en Buenos Aires y el Interior: libertad e igualdad.
Suponemos que el no cumplimiento posterior de las órdenes impartidas por Belgrano hacia los aborígenes de las Misiones, como el hostigamiento que todas las comunidades aborígenes comenzaron a sufrir conforme se estructuró la nación, demuestra que el intento de incorporación y respeto que los revolucionarios tuvieron con los pueblos indios se fue perdiendo en los sucesivos gobiernos, propiamente argentinos.
Basta observar la situación actual en la que se encuentran las comunidades aborígenes de todo el territorio. Después de Paraguay en 1811, y de la creación de la bandera en 1812, Belgrano debió tomar el mando del Ejército del Norte, donde nuevamente proyectó, más que un genio militar, la virtud casi psicológica de lograr verdadera unidad entre la amalgama de hombres que compusieron sus tropas. El éxodo del pueblo jujeño así lo atestigua. Belgrano volvió a mostrarse ante los lugareños como uno más entre sus filas. No comía si el alimento escaseaba, vestía casi con harapos y padeció todas las enfermedades imaginables. La situación del Ejército del Norte fue, en todo momento, desesperante. Así y todo, logró ganar las dos batallas más importantes de la revolución independentista en territorio argentino, las de Tucumán y Salta.
Belgrano murió como uno de los suyos: pobre, enfermo e ignoto, en aquella Buenos Aires que un 20 de junio de 1820 debía enfrentar otros problemas.

Renunciar es poseer

Luego de 1813, con las duras derrotas en el Alto Perú (Bolivia), Belgrano transitó por una debacle política ya que fue removido de la comandancia del ejército. Fue reemplazado por San Martín, y obligado a participar en una desgraciada comitiva diplomática a Europa. A su regreso de Europa, tomó nuevamente la comandancia del Ejército del Norte y formó parte del congreso que comenzó en Tucumán en 1816.
La propuesta de Manuel Belgrano en el Congreso de Tucumán fue considerada con los años como una herejía, ya que propuso, observando el panorama de ruptura entre los diferentes territorios, formar una “monarquía atemperada”, no absolutista, que tuviera a la cabeza un soberano perteneciente al linaje real de los incas, con capital en la ciudad de Cuzco. Buscaba un sistema que sirviera como factor de unión territorial, sin opresiones, y devolviéndoles, quizá simbólicamente, el poder a los pueblos aborígenes.
Pero los congresales, principalmente de Buenos Aires, consideraron la idea poco menos que descabellada y pudieron frenar la propuesta de Belgrano.
La independencia fue declarada en 1816, aunque hasta 1880 la situación interna del país fue de constantes enfrentamientos civiles.
Belgrano enarboló siempre la importancia de la educación en todo el territorio y, como corolario, donó todos sus bienes para la causa de la revolución.
“Renunciar es poseer”, decía ante el rechazo de cualquier condecoración material o política.

Cesar Oitana

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