La salud mental y la luz

Escribe Dr. Alfredo Grande, Médico Psiquiatra, Psicoanalista, Analista Institucional y amigo de Catamarca
lunes, 25 de marzo de 2024 13:53
lunes, 25 de marzo de 2024 13:53

Soy médico psiquiatra, psicoanalista y analista institucional. He desarrollado diferentes formas de psicoterapia más allá del consultorio. Me gusta pensar en la continuación de la terapia por otros medios y considero que en muchas actividades se observan efectos terapéuticos.

Lo que cura a veces enferma, lo que enferma nunca cura. Puedo decir que la salud es un incompleto estado de bienestar bio - psico – social (estoy parafraseando la clásica definición de la OMS). En estas tierras nada está completo, todo está a completarse y por eso me aparto, no demasiado, de la clásica definición de salud mental de la OMS. Apartarse de las definiciones y mandatos que nos proponen (y a veces nos imponen), también es una evidencia de salud mental. Ese apartarse permite el desarrollo del pensamiento crítico que se opone al pensamiento único, que, de tan único, ya no es pensamiento sino dogma. Todo dogma es féretro de la salud mental, porque salud, es también estar en armonía, en consonancia y resonancia con la vida y la vida es la diversidad, la plena diversidad.

La vida que no incluya la diversidad es la muerte en vida, una forma zombi de vivir que la ubica sin duda alguna en una de las más incurables enfermedades mentales.  

La salud es despliegue, la enfermedad es repliegue. La salud mental es romper los cercos, la enfermedad mental es quedarse encerrado. La salud mental propicia; propiciar es crear las mejores condiciones para que algo deseado y necesario acaso suceda. La enfermedad mental garantiza dolores y sufrimientos, individuales, vinculares, grupales, sociales. La enfermedad mental garantiza todo tipo de fanatismos, porque el bosque permanece invisible para aquel que solo mira un árbol.

La salud mental propicia el libre albedrío, porque continua e incesantemente crea opciones para elegir, no solo entre el bien y el mal, sino lo que es más importante, entre diferentes formas del bien. En la enfermedad mental no elegimos, somos elegidos por conflictos, traumas, pérdidas, que no hemos podido desanudar. La salud mental propicia la alegría, la enfermedad mental garantiza la manía, a la que puedo definir como la exaltación de la alegría. La salud mental propicia la tristeza, la salud no se opone a momentos tristes. La enfermedad mental garantiza la melancolía, estado permanente de auto reproche y bajísima auto estima.

La salud propicia la creatividad, la enfermedad mental garantiza la repetición. La salud mental propicia siempre una cuenta nueva sin borrón, la enfermedad mental garantiza un borrón y cuenta nueva.

No es lo mismo vivir con memoria que de memoria; entonces a veces demasiado tarde descubrimos que esa cuenta es una vieja cuenta que no podemos, no supimos o no quisimos saldar. En la salud mental percibimos, miramos, sentimos, pensamos; en la enfermedad mental consumimos las ofertas que no se pueden resistir de los vendedores de ilusiones, en el mejor de los casos, y de los vendedores de alucinaciones en el peor.

Pienso que la salud mental es análoga, no idéntica, pero similar a cuando iniciamos algo nuevo en nuestra vida.  Cuando no tenemos miedo al cambio, sino que tenemos terror a no poder cambiar. El tránsito de la luz que deslumbra a la luz que alumbra, es el tránsito de la enfermedad mental que nos ciega, a la salud mental que aun en una tenue luz, nos permite mirar. La salud mental aumenta el denominado coeficiente de transversalidad; es la capacidad de sostener el mismo movimiento de nuestro planeta: traslación y rotación. Lo opuesto a la parálisis agitada que es movimiento perpetuo vaciado de sentido.

Ningún paisaje se ve igual la segunda vez que lo vemos, pero si lo vemos siempre igual ya no es un paisaje sino una foto del paisaje. La salud mental propicia el movimiento, la enfermedad mental garantiza la parálisis.

Para encontrar la luz hay que tomar la decisión de buscarla y no retroceder cuando la encontramos, pero nadie puede dar aquello que no está dispuesto a recibir. En un mundo donde se piden certezas, se van perdiendo las convicciones. La salud mental es una convicción de que los sueños son posibles si nos animamos a soñar despiertos. En la enfermedad mental la certeza son las pesadillas y los terrores nocturnos que llevan al insomnio.

En este texto está presente una fuerte dicotomía, quizá sea su punto de inconsistencia. Riesgo que asumo porque me interesaba no transitar una conceptualidad borrosa y de limites inciertos, tendencia de la actualidad cultural donde todo es lo mismo. Freud advirtió: cedemos en las palabras y terminamos cediendo en las cosas. Cedemos en las palabras salud y enfermedad mental y podemos terminar en el pantano de la ambigüedad.

La salud y la enfermedad mental están separadas por una delgada línea roja, pero creo firmemente que esa línea existe y que desconocerla nos vacía de contenidos y de practicas.

La salud mental es una convicción y es una iniciación, empezamos a escribir y pensar nuestra historia y dejamos de repetir las historias que nos han implantado generaciones anteriores. La salud mental es también el derecho a contar la propia historia... La enfermedad mental es, si se me permite la comparación, una piedra en bruto por siempre jamás. Al pulir la piedra otra salud mental es posible, necesaria y posible, y cada uno elegirá la intensidad de la luz que puede aceptar; eso también es la tolerancia, otra marca de la salud mental. Y también es salud mental la critica a este texto.

Comentarios

Otras Noticias