“Evitó la salida masiva de nuestros bienes culturales”

viernes, 12 de noviembre de 2010 00:00
viernes, 12 de noviembre de 2010 00:00

Por el Prof. Roberto Sayes (*)

Estamos transitando un año muy importante para todos los argentinos, donde conmemoramos el Bicentenario de la Revolución de Mayo; en nuestra Catamarca, festejamos el Centenario de la Diócesis, y recordamos el natalicio del Pbro. Ramón Rosa Olmos. Así, continuando con el objetivo de aportar a la memoria colectiva de nuestros jóvenes y ciudadanos, para que adopten una actitud crítica y reflexiva sobre el aporte y contribución desde esta “Patria Chica” al ámbito regional y nacional de muchos catamarqueños y catamarqueñas a lo largo de esos doscientos años de historia nacional.
Hoy será el caso de rescatar la vida y obra de uno de esos catamarqueños que dejaron su legado, aportando en lo cultural, educativo y humanístico, tarea que llevó a cabo durante su vida, siendo reconocido en todos los ámbitos. (...) Nacido en 1893, en La Chacarita, sus padres Ricardo Narváez y Ana María Cabrera, a los once años comenzó con su formación educativa fuera de su seno familiar, ingresando al convento de San Francisco, abordando estudios en latinidad. (...) Durante toda su vida se preocupó por su autoformación. (...) En 1926 comenzó con el estudio, acopio y recuperación, in situ de material arqueológico, de las distintas culturas precolombinas que interactuaron en el actual territorio catamarqueño. En 1928 por decisión del reconocido Obispo Dávila y Matos, fray Narváez fue designado cura párroco de Ancasti, donde realizó una gran tarea apostólica y social, obteniendo el reconocimiento y cariño de los vecinos de ese departamento, donde querían que se quede. (...)
Encaró de lleno distintas obras en el convento y su iglesia como, la colocación de mamparas con vitraux, ampliando el coro y parte exterior del colegio Quintana castigado por el paso de los años. Recibió la colaboración desde Bs.As de la señora Ernestina LLavallol de Acosta, para la construcción de la urna, revestida en mármol, en la cual se conservó hasta hace poco el corazón del ilustre Fray Mamerto Esquiú, reacondicionó el salón Virgen del Valle, obteniendo donaciones de la familia Guzmán de Tucumán, por sus gestiones se efectuó el revestimiento en el pedestal de la estatua de Esquiú con piedra granito en el basamento, además del ornato con jardines en la plazoleta del colegio Quintana.
Entre 1935 y 1936, su destino fue la Villa de Pomán, donde observó cómo piezas arqueológicas eran trasladadas fuera de Catamarca, en camiones cargadas de estas reliquias de alfarería indígena, cuyo destino eran colecciones privadas. Muy preocupado por esta realidad, el padre Narváez denominó estos hechos como una verdadera agresión cultural, así en defensa del patrimonio arqueológico e histórico y en soledad, con poca formación especializada, comenzó con la cruzada cultural contra viento y marea, durante toda su vida. Como primera acción para evitar la salida masiva de la alfarería fue abordar una campaña de toma de conciencia ciudadana, en todo el oeste, destacando el valor de las antiguas culturas. Su segundo paso fue de crear un espacio para la recepción, acopio, mantenimiento y exhibición de piezas arqueológicas.
Fray Salvador Narváez, gracias a esta campaña y carisma que siempre lo caracterizó, comenzó a ver el fruto de este arduo trabajo, recibiendo donaciones de distintos objetos materiales, las cuales iban en aumento, por lo que dio forma al Museo Esquiú, dentro del convento franciscano, donde día a día recibía objetos de distintas zonas producto de su campaña de conciencia que él continuaba realizando. Obtuvo todo el apoyo de los pobladores del interior, quienes apreciaron la labor del padre y su persona El éxito de su acción cultural, obligó al padre a continuar con su autoformación, principalmente en técnicas de excavación, puestas en práctica in situ como Hualfín, Santa María y otros tantos. Otra de las tantas actividades que el padre Narváez abordó con seriedad, compromiso y profesionalismo fue, como delegado de la comisión de Museos y Monumentos Históricos y por medio de su gestión en el año 1963, se declararon monumentos nacionales los Templos Franciscanos de Catamarca, Tucumán y Córdoba, por sus respectivos antecedentes arquitectónicos e históricos. Fue miembro firndador de la Junta de Estudios Históricos de Catamarca (1936), acto realizado en la celda de Fray Mamerto Esquiú, siendo la tercera institución de este tipo en el país. Además participó en congresos científicos y de la ciencia del hombre en distintas provincias. A partir de 1941 se superaron las expectativas de acopio de material arqueológico, acumulándose las donaciones, ocasionando el riesgo de roturas en estas reliquias por falta de espacio físico, así llegó a entrevistarse con el mismo presidente el catamarqueño Dr. Ramón S. Castillo, que tras largas esperas en la Casa Rosada, consiguió el apoyo y por medio de la Dirección de Arquitectura de la Nación se construyó la actual sala arqueológica. En 1962 fue en representación oficial del gobierno de Catamarca, a los homenajes que se realizaron en Jerusalén a Fray Mamerto Esquiú. También realizó una gran labor como rector del colegio Quintana. En 1958 se inauguró el Complejo Cultural Esquiú, en un hermoso edificio estilo colonial, al que luego se construyeron nuevas salas y galerías, donde intervinieron directamente el gobiemo del Dr. Casas Nóblega, de Juan Manuel Salas, la Caja Nacional de Ahorro Postal (Ing. Sutton), La Universidad Nacional de Tucumán. Colaborador durante toda su gestión fue Ángel B. Segura, su secretario y amigo. Realizó también exposiciones en otros países como fue en la muestra de Arte Precolombino en el Museo de Arte Modemo en San Pablo, Brasil, a pedido del Ejecutivo Nacional, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, en 1963; la selección de las piezas para dicha muestra estuvo a cargo del reconocido Dr. Rex González. El Padre Narváez fue muy celoso con el traslado y seguridad de las piezas arqueológicas. Hasta el final estuvo al frente de esta institución, entregado de lleno, en la administración del museo, recibiendo donaciones, difundiendo lo importante de nuestro patrimonio cultural, gestionando en todos los ámbitos, realizando las visitas guiadas, y mucho más. Una verdadera tarea docente y humanista llevada a cabo con gran convicción, profesionalismo y principalmente amor por lo que hacía y por su Catamarca. El 23 de octubre de 1975 se realizó un convenio cultural entre el representante de la Orden Franciscana y Superior de la Comunidad, Fray Héctor Gutiérrez y el Intendente de la Municipalidad de SFVC Raúl Blas Bosh, donde se explicita la reapertura del Museo y anexos, siendo responsabilidad de la municipalidad los bienes muebles e inmuebles, lo que se cumple hasta hoy en día. En el mes de mayo de 1976, Fray Salvador Narváez falleció dejando su legado, su creación, de esta verdadera máquina del tiempo, el Museo Arqueológico Adán Quiroga, reconocido en el mundo, que contiene más de catorce mil piezas, siendo el corazón del Complejo Cultural Esquiú, donde también se encuentra la centenaria biblioteca Domingo Faustino Sarmiento y el reconocido Salón Calchaquí. El 14 de octubre de 1978, la Comisión de Homenaje al padre Fray Salvador Narváez, presentó la estatua en su memoria, frente al complejo, realizada en tamaño natural por el escultor Comer, colaborando Obras Públicas de la municipalidad de la capital. Gran labor significativa del padre Narváez, que nos lleva a fortalecer nuestro sentido de pertenencia e idiosincrasia, rescatando la memoria, por ello entre todos tenemos que valorar, proteger y difimdir nuestro patrimonio, arqueológico, arquitectónico e histórico. Continuando con el legado del Padre Narváez, cito: “Nada se quiere, nada se admira si no se conoce”.

(*) Gab. de Invest. de la S. C. y E.
Municipalidad de S. F. del V. Catamarca

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