Sr. Director:

Dispersos en los barrios de la ciudad de San Fernando del Valle, ocultos en sus encierros, de sus viviendas o peregrinando a pie, diariamente, a un comedor por un plato de comida. Faltos de cuidados, carentes de recursos y necesitados de afecto son aquellos “abuelos de nadie”. Sólo son abuelos en la vida por llevar consigo sus muchos años.
Son personas adultas mayores como Andrés Soria y su hermano, también mayor y discapacitado; o Carlos Alfredo Salas, de 78 años, María Luna de casi 93 años. O como Zacarías Leiva, personas que representan una franja etárea cuyas historias de vida tuvieron una infancia disciplinada, difícil y laboriosa con padres a veces severos o adoctrinadores y que, por algún motivo, por esas cosas de la vida no hicieron una familia para sí, no tuvieron sus propios hijos o la familia que tenían no los comprendió, abortando los vínculos que los ligaban.
Personas mayores que habiendo transitado una vida de privaciones, esfuerzos y trabajo duro, los ha encontrado el tiempo de su vejez olvidados de sí mismos y de sus familiares.
Pongamos en juego nuestros valores y nos mostremos solidarios, hagamos una colecta entre todos para darles algo de lo que necesitan pero nunca lo van a pedir.
Nuestra manera cotidiana de comportarnos, individualistas o egoístas, hace que nos olvidemos o posterguemos la solidaridad y el compromiso social. Ayudemos a un abuelo. Lo adoptemos como nuestro, haciéndonos cargo de darle cariño, ayuda y visita. Ellos esperan un rostro amable y una mano amiga.

María Angélica Campos