Correo y opinión

Un 25 de agosto de 1821

sábado, 24 de agosto de 2013 00:00
sábado, 24 de agosto de 2013 00:00

Hoy quiero enaltecer el valor de ese día histórico. La honda anarquía que reinaba en la Argentina en el año 1820 dio lugar a que un caudillo tucumano rico de fortuna y de ambiciones, y pobrísimo de mentalidad y de ideas de gobierno, fundara con los territorios tucumanos y catamarqueños una nación independiente que llamó enfáticamente República de Tucumán, y cuya estructura política e institucional forma una de las páginas, cómicas y ridículas de nuestra historia nacional. (Véase la efeméride correspondiente al 22 de marzo de 1820). El autor de tal bufonada fue Bernabé Aráoz, quien se reservó el papel de presidente de la República, dejando a los ciudadanos catamarqueños Pedro Ignacio Acuña y José Antonio Olmos, y a los tucumanos Serapión Arteaga y Pedro Miguel Aráoz, el papel de congreso nacional del nuevo estado. El sainete no paró en eso; los cuatro ciudadanos que formaban el congreso, dictaron una constitución, nombraron presidente de la república, crearon una aduana y fijaron los derechos de importación, fundaron una casa de moneda y finalmente dictaron una ley fijando el sueldo del presidente de la república en la quinta parte de la renta del flamante estado. La renta de la República de Tucumán para 1820 fue fijada en 21.246 pesos y el sueldo del presidente de la república en cuatro mil pesos. Afortunadamente, no faltaron hombres de criterio sano y juicioso que contribuyeron a que nuestra Catamarca se retirara de tan ridícula farsa institucional, siendo uno de ellos Nicolás Avellaneda y Tula que gobernaba los destinos de Catamarca a nombre de la República de Tucumán, acompañado de los hombres más esclarecidos de la ciudad, en quienes fermentaba desde hacía tiempo la idea de la autonomía catamarqueña. En efecto, en la mañana del 25 de agosto de 1821, convocados por el primer magistrado Nicolás Avellaneda y Tula, se reunió en la casa municipal todo lo más selecto de la sociedad catamarqueña. Había en aquella memorada asamblea militares, sacerdotes, magistrados, hacendados y comerciantes. En ella se declaró solemnemente que Catamarca y su territorio era tan libre como todos los demás pueblos que se habían constituido en provincias, que se disolvía la dependencia que la ligaba a la República de Tucumán y que designaban para primer gobernador de la nueva provincia de Catamarca, a Nicolás Avellaneda y Tula. He aquí el acta labrada por aquella histórica asamblea en la que se declaró que el territorio catamarqueño quedaba incorporado a la República Argentina como una de sus provincias autónomas: “En esta ciudad de Catamarca, a 25 de agosto de 1821 hallándose reunidos en la Sala de Acuerdos el muy Ilustre cabildo, gobierno, Junta Electoral y Pueblo, se leyó un acta celebrada por dicha junta en la que al extender los poderes para el Diputado que ha de funcionar en el Congreso Nacional, se suscitó la dificultad si verificado esto deberían subsistir aún los poderes que se le tenían conferidos al diputado de este pueblo que se encuentra representándola en el gobierno republicano de Tucumán, o si tendrían expedito su derecho para suprimirlos y de consiguiente disolver la dependencia que en su virtud había tenido este pueblo a dicho gobierno, acordando resolver el asunto con asistencia del gobierno, cabildo y demás pueblo por lo que pudiera convenir; como efectivamente se ha practicado y habiendo examinado con todo reposo y circunspección al propuesto asunto; se acordó unánimemente que se debía declarar y de efecto se declaraba que el pueblo de Catamarca era tan libre como todos los demás de la establecida Unión del Sur y que podía lo mismo que cada uno de ellos, usar de sus regalías y derechos; y que en ejercicio de estos naturales dotes podía también disolver la Unión y dependencia que por medio de su diputado había contraído con la República de Tucumán, declarando como queda declarado, que retirados los poderes que se le tenían conferidos a este diputado, que por este acto de su soberanía se le pueda tachar a esta Provincia de insubordinada ni arbitraria, estando más disueltos los vínculos que la unían a Tucumán por las civiles disensiones de los pueblos y la absoluta carencia de un poder y gobierno central que pudiera formar el Cuerpo de Unidad Nacional; -y que de consiguiente la Junta quedaba expedida para extender los demás poderes que necesitase el diputado electo al Congreso Nacional y suprimir los que se habían conferido al diputado que se hallaba representando al pueblo en el gobierno Republicano de Tucumán, pues de no verificarlo así con la mayor prontitud se seguiría acaso que a un mismo tiempo a nombre de Catamarca y por el voto expreso de su representante se gestionaría y apoyaría en el Tucumán lo que en el Congreso Nacional se reprobase, a título de haber simultáneamente diversos y opuestos representantes, lo que verdaderamente repugna en el orden que conservan todos los estados del mundo civil, y no puede consentirse sin gravísimo perjuicio de una población. Por tanto siendo demasiado notoria la funesta mudanza que han sufrido los pueblos y la suerte de América, la degeneración continua que se ha visto en su gobierno por los opuestos intereses de la ambición, de máximas totalmente contrarias a los verdaderos principios de nuestras causas y la rapidez con que hemos visto pasar los pueblos a manos tan diversas: las unas feroces usurpadoras; otras, las más débiles y poco o nada virtuosas todas ellas, -debía la Junta, el Gobierno del Cabildo y el Pueblo todo sin ser previstas otras causales más poderosas que estas declarar como se había declarado la absoluta disolución e Independencia de este Pueblo sancionando al mismo tiempo, como se sanciona y decide con las protestas más formales, declarar ante la Nación o el Poder que la represente el perjuicio o males que pudiese influir cualquiera a este territorio con motivo de oponerse al goce de sus derechos y libre de su Soberanía; en mérito de lo cual y para evitar disensiones intestinas se ratificaba igualmente el Gobierno en la persona de Nicolás Avellaneda y Tula, la Comandancia General en la del Coronel Mayor Manuel Figueroa Cáceres, a quienes se le recomendaba con la mayor estrechez el orden, la seguridad y la fuerza del territorio con la que podrían y deberían sustentar los derechos de este Pueblo, mandando circular ambos acuerdos a quienes convenga y publicar por bando en esta ciudad el día de mañana, todo lo obrado, como así mismo el que la Junta Electoral nombra en acuerdo separado una Comisión de entre los mismos individuos quienes funcionarán legalmente en todo lo que ocurrir pueda, en asuntos de soberanía popular, para no incomodar al pueblo con continuas citaciones”.
Firman, Nicolás Avellaneda y Tula, Fernando Segundo Soria, Tadeo Acuña, Presbítero Juan Andrés Córdoba, Pedro I. Recalde, Gregorio Segura, Pío Isaac Acuña, Martín Molina, Eusebio Gregorio Ruzo, Rafael Francisco Augier, Pedro Segura, Andrés de Herrera, Francisco Astorga, Javier del Corro, Agustín de la Rosa Sánchez, Manuel de la Mota, Bruno del Oro, Francisco Antonio Medina, Patricio Sosa y Valles, Gregorio de Sosa, Daniel Páez, Marcos González, presbítero Inocencio Sosa, Pedro Silva, Antonio Omill, José María Burgos, Juan Ascencio Salas, José Lorenzo Ahumada, José Antonio Barros, Santiago Dulce, Cesáreo Ahumada, presbítero José Ramón de Latuz, vice cura de Andalgalá; por mí y la comunidad franciscana fray Juan Miguel Enrique Marcó, guardián; Francisco Antonio Romay, Francisco del Corro, Marcelino Atilone, Juan Antonio Barros, Juan Antonio López, José Lucas de Olmedo, Vicente Bascoy, Pedro Antonio Bazán, José Andrés Pereyra, Patricio Robles, Juan Esteban Muro, Mariano Ponferrada Juan Martínez, Rosa Fernández, José Manuel Ruiz, Manuel Toro. Ante mí Ángel M. Toro, escribano público y de cámara.
Avellaneda, como gobernador de la nueva provincia Argentina de Catamarca fue recibido sin dificultad alguna por los gobiernos de las entonces existentes en la Confederación Argentina. El jefe de la frontera de Catamarca coronel Ildefonso Oviedo, fue atacado en Bilismano por el coronel Gabriel Nieva, enviado al frente de una división de caballería por el gobernador de Córdoba José Vicente Reinafé para convulsionar los departamentos catamarqueños de la Sierra. El combate entre las tropas federales y unitarias fue reñido y sangriento, venciendo aquellas. El comandante militar del Alto José Cisneros que cayó prisionero, fue fusilado inmediatamente.
Por todo esto es válido recordar adecuadamente esta fecha proponiéndonos actuar siempre con la valentía de esos catamarqueños de 1821, que ya veían en esta tierra un futuro libre de todo tipo de oprobiosas dependencias.


Lourdes Rodríguez

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