El silencio como símbolo de la falta de ideas y/o complicidad

domingo, 22 de febrero de 2015 00:00
domingo, 22 de febrero de 2015 00:00

Por Víctor Leopoldo Martínez

La política no es compatible con los silencios porque éstos son su negación. La política siempre hace ruido y en ella hay ruidos, y éstos son signos de salud; su desaparición es la muerte de la política. ¿Alguien quiere eso? ¡Humm! Parecería que sí. Los silencios en general son poco confiables. Suelen ser aliados y fieles compañeros de traicioneras y nefastas operaciones realizadas por los poderosos de una sociedad en contra de ella. Anticipan los posibles hechos y/o los acompañan una vez consumados. Fue ese silencio de “los mismos de siempre” el que acompañó el criminal accionar de los grupos de tareas de la última dictadura y hasta justificaban cada “chupe” de un ser humano con el mal recordado “por algo será”.
En general y cuando aparece el silencio en el escenario político-social lo hace de la mano de los analfabetos políticos. “Son lo peor del analfabetismo -decía Bertolt Brecht-; son tan burros que se enorgullecen y ensanchan el pecho haciendo gala de su ignorancia política”.
Esta tajante definición –en nuestro caso- le cabe a las propuestas de “marchas del silencio”. Al ser la antítesis de la política y estar operando como símbolo del vacío de ideas que nada aporta a la construcción armónica de una sociedad hace imposible llegar a esa necesaria síntesis de concordancia que la haga posible. Para eso, los grupos económicos crearon una nueva alianza; dos nuevos “partidos políticos” le dan hoy una desleal batalla al gobierno nacional: el Partido Mediático encabezado por Magnetto y el Partido Judicial, sin cabeza visible porque los conservadores nunca dan la cara, pero operan como corporación.
Las cosas por su nombre y a sacarse la careta.
La muerte de Nisman es un hecho lamentable. Es la justicia la que deberá determinar la causa de su deceso. ¿La dejarán? En realidad la imputación (suposición) de encubrimiento a la presidenta ¿es más importante que la causa AMIA en sí? ¿No se querrá desviar la atención para paralizar dicha causa y/o seguirla cajoneando para que “particulares” intereses no salgan afectados (y no casualmente gubernamentales)?  
Que cierto sector de la clase media piense que la manipulación que hacen de ella es por “otra” buena y noble “causa” a favor de “las instituciones de la República” y defienda con “movidas” sin siquiera preguntarse: a) acompañar a fiscales non sanctas que piden por una justicia independiente. ¿Es una causa seria? b) ¿cuál es la causa por la que nos piden que “marchemos en silencio”? c) ¿Nisman que durante 10 años cajoneó la causa AMIA debe ser el héroe y no Julio López? d) ¿Los medios tienen que decirles cuál es la causa? ¿Tan tarados son? e) ¿Nada les resulta extraño? f) ¿Se tienen que tragar el verso de que todas las transgresiones a la ley de medios por parte del “gran diario argentino” ESTÁN BIEN HECHAS y son necesarias para que estén correctamente informados? g) Que por ese favor (¿?) ahora ¿tienen que hacerse cargo de lo que ellos –los medios- han instalado; la responsabilidad gubernamental del ya sentenciado ASESINATO de Nisman? Eso ¿no les genera duda?
La sociedad catamarqueña conoció en carne propia el accionar de ciertas “marchas silenciosas”. En aquella oportunidad, usando un lamentable y desdichado crimen –el de María Soledad Morales-. Es Vox Populi en el orden provincial que en el caso Morales hubo 20 testigos truchos “plantados” y la operatoria político-mediática de una periodista del diario Clarín, quien asiduamente “compartía asados” con el presidente de la Corte Suprema de Justicia local de aquella época en su casa de la villa veraniega de “El Rodeo”, rindieron los frutos que esperaban los interesados en voltear al gobierno constitucional (entre ellos Menem, aliado a Clarín en aquella operación). Con el caso Morales nace esa pata domesticante clarinera que nos hizo periodistas a Todos Nosotros (TN) de la mano del abogado Canaletti que nos explica disparatadamente los casos policiales (ni la muerte de Nisman se salva de sus fantasiosas elucubraciones) como si todos los televidentes fueran “lelos de entendederas”.
Una analfabeta política con atuendo de monja, que hacía dos años que estaba en Catamarca fue usada por el -en aquel momento naciente- hoy poderoso monopolio mediático y sirvió para tumbar un gobierno democrático local (con todos sus errores y defectos a cuesta) poniéndola a la cabeza de “Las marchas del silencio”. Luego, y por largos 20 años, la monja acompañó con su silencio todo tipo de corruptelas del FCS. Nunca antes se conoció de Pelloni una expresión de repudio hacia los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura militar; ni en Catamarca ni en ningún lado. Evidentemente es una forma muy particular de entender la justicia no sólo terrenal sino divina. De esta provincia la dictadura se llevó en vida a 30 seres humanos que se sumaron a los 30.000 que desaparecieron en todo el país, y ella -poco importa donde haya estado-, acompañó con su silencio y sin “marchar” el accionar de los cómplices locales y nacionales de los que estuvieron al servicio de aquel genocidio.
La peligrosa utilización del silencio por parte de los grupos mafiosos de “guante blanco” es lo que le debe preocupar no sólo a la sociedad catamarqueña sino a la Argentina en su conjunto; no los ruidos de la democracia.

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