Si bien nadie puede discutir que los resultados deportivos favorables alientan la inversión de las empresas hacia aquellos que son más exitosos, el Estado y sus equipos técnicos tienen la obligación de ser más cuidadosos y pensantes a la hora de definir una medida o una política, que puede dejar marginados del deporte de representación nacional a muchos atletas.
Resulta claro que la actual corriente de meritocracia se encuentra impulsada por la muy evidente disminución de los recursos económicos del área en la Agencia de Deportes y el Enard en los último dos años. 

Se pretende entonces sostener a los mejores (algo totalmente lógico), pero con un planteo carente de ingenio.
Las preguntas que debieran formularse antes y luego de Lima 2019 son varias: ¿es lo mismo analizar en el resultado panamericano a un deporte de equipo que a uno individual? 

Es claro que no, hay deportes como el hockey en los cuales muy difícilmente Argentina no se ubique entre los tres primeros, en tanto que en deportes básicos como la gimnasia, natación o atletismo, entre otros, puede haber decenas de participantes de diversos países con aspiraciones a medalla.

¿Se estudiarán los procesos de entrenamiento en los diferentes deportes: la cantidad y calidad de los rivales, las posibles lesiones, las planificaciones, el potencial futuro de los/las deportistas? 

Si todo eso no se hace, la meritocracia es apenas una medida administrativa carente de ingenio para salir del paso y, por sobre todo, puede comprometer la continuidad deportiva de aquellos que no encuentren su mejor forma o pico evolutivo en Lima, dentro de un mes, y de los que de continuar entrenando encontrarán su mejor momento en cuatro o cinco años.

Es necesario contemplar otras alternativas para quienes por las razones antes expuestas no se suban ahora al podio, y tengan un buen potencial representativo. No tenemos tantos deportistas de alto rendimiento como para perder a muchos con una resolución poco creativa.

* Ex Director Nacional de Deportes.