Maravilla está obligado

sábado, 8 de junio de 2019 00:35
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Por Osvaldo Príncipi

Don Ofilio Ruíz, un jornalero chaqueño de 83 años, nos contó, a modo de confesión, la enorme emoción que vivió al escuchar en estos días al bonaerense Sergio “Maravilla” Martínez anunciar su reaparición en el ring. Se entusiasmó tanto como cuando le comentaron algo semejante, el año pasado, sin comprender por qué aquel combate tan promocionado con el mexicano Julio César Chavez (hijo) nunca se volvió a realizar.

Hubo miles de Ofilio Ruiz en el país, motivados y felices por esta información. Fieles a un campeón que aman pese a los grandes riesgos que cobra este oficio a quienes quieren practicarlo después de los 40 años de edad.

La inolvidable y espectacular victoria de “Maravilla” sobre Julito Chavez, el 14 de septiembre de 2012, en Las Vegas, le otorgó al quilmeño la mejor imagen que un deportista puede lograr. Aún la mantiene y es un orgullo para la familia pugilística volver a verlo en este ambiente. Lúcido y llamando la atención.

Martínez, en su debut como comentarista de boxeo internacional en la cadena ESPN, el 26 de abril reciente, despertó gran interés en la audiencia. Y tales cifras de rating fueron informadas en distintos partes de prensa. “Maravilla” causó un efecto increíble en su aparición en la pantalla chica. Y lo aprovechó para volver a promover el desquite soñado con Chavez, quien a los 33 años, aceptó el convite, para agosto, septiembre, octubre, noviembre o diciembre. Se convirtió, también, en un socio perfecto en prensa y difusión para esta aventura.

“Maravilla” lanzó una campaña publicitaria de su cadena de gimnasios “Brooklyn”, en agosto pasado, divulgando -al mismo tiempo- una supuesta revancha con Chavez, prevista para el 18 de noviembre último, en algún lugar del mundo. Exigía un peso máximo de 77 kilos para concretar ese desafío -habían combatido en 72.574 kg en 2012- sabiendo que el azteca recién finalizaba un tratamiento de recuperación depresiva y su cuerpo albergaba 100 kg al subir a la balanza. Increíblemente, esta viñeta se convirtió en una gran noticia y nadie se puso colorado al publicarla.

Martínez tiene 44 años y egresó sin problemas del Hospital de Nueva York, tras perder con Miguel Cotto, en 2014, en su velada del retiro. Poco le quedó de esa noche. Sólo su corazón para soportar estoicamente ocho rounds de castigo. Los reflejos boxísticos y sus rodillas lo abandonaron para siempre. Su récord es, todavía, una joya: 51 triunfos (28 KO), 3 reveses y un empate.
Desafiante y “parlanchín” promociona un regreso al cuadrilátero que no necesita. Ni en su interior espiritual ni en su balance bancario. Su insistencia y su verborragia, desafiando a la lógica de este arte y a la idoneidad de la prensa, lo obligan a volver a pelear. Produciendo un milagro o dando lástima.

Entusiasmó a miles de fanáticos que creyeron en su palabra. Y si no es con Chavez, debe boxear con cualquier otro oponente. No se promete en vano. Ni en la vida ni en el cuadrilátero.

“Maravilla” es un personaje admirado -sobre todo por este cronista-, que eleva cada una de sus acciones y la transparencia de este deporte cuando aparece en escena. Prometió reaparecer y está obligado a hacerlo. Y si no es con Chavez, que sea con otro, con el que sea, con quién pinte o con su viejo adversario de juventud: Silvio Rojas, en el Zaizar de Luis Guillón.

Ya es tarde para dar marcha atrás. De no cumplir con lo propuesto, el gran ejemplo de los guantes de 10 onzas se habrá convertido en un gran simulador. 

Sería una pena.

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