Hasta cuándo la UNCA se mantendrá en su mezquina postura de permitir solamente  la inscripción, en su preuniversitaria, a los hijos de quienes se desempeñan laboralmente en la Universidad.

Cada ciclo lectivo que comienza mis deseos y expectativas por acceder a la educación que ansío para mis hijos se torna un suplicio, un andar,  recorrer y peregrinar diversos caminos sin llegar a ningún lado. Es que no ser parte de una comunidad te excluye casi inmediatamente, el no pertenecer a un círculo cerrado en el siglo XXI sigue demostrando que nos faltan años de adaptación, empatía, inclusión e igualdad. Tantas leyes que cada año se sancionan en pos de la inclusión, la igualdad de derechos y la no discriminación son letra muerta. Cada septiembre cuando se abren las inscripciones para el ciclo lectivo siguiente vuelve el peregrinar, es que cada año cuando intento inscribir a mis hijos en la Escuela Preuniversitaria Fray Mamerto Esquiú, el ciudadano común choca con ciertas normativas ancestrales y por qué no discriminatorias; es que no soy empleado de la UNCA por lo cual mis hijos no pueden acceder a ella, ni hablar del proceso medieval que aún hoy Siglo XXI  deben transitar, mis hijos, los tuyos y los de él, todo por no ser hijos de empleados. Exámenes y listas de espera, que se transforman en un verdadero calvario para padres e hijos, y que solo incitan a una cruel competencia (literal) entre nuestros adolescentes, desanimándolos, transformándose en una batalla sin cuartel.-

Ya Septiembre de 2020, una vez más solo solicito e insto a las autoridades que les competa su tratamiento que revean sus estatutos y recuerden que el acceso a la educación pública debe ser libre de discriminaciones  y especialmente el Artículo 19 de nuestra Constitución Nacional: (…) “Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”.

Diego Alfredo Mercado